jueves, 17 de noviembre de 2011
La militancia, ayer y hoy Por Ricardo Forster Filósofo.
Cada momento histórico redefine, en este caso, por ejemplo, la idea de militancia. Sin dudas que si nos retrotraemos a los años ’90, aparecía como un mundo del pasado, casi como un resto arqueológico de otro tiempo argentino; era mirada como algo que ya no tenía demasiado que ver con el presente, con la cotidianidad y, sobre todo, con los jóvenes.
En todo caso quedaba la militancia como forma de resistencia, como una manera de conservar ideales de otro tiempo, pero que parecían poco vinculados con lo que efectivamente estaba sucediendo en el interior de nuestra sociedad.
Por supuesto que seguían existiendo núcleos de militancia, activismos, formas distintas de participación, pero en un mundo social, económico, político y cultural a contramano de lo que habían sido las grandes experiencias y fervores militantes de las décadas del ’60 y ’70.
El 17 de noviembre fue uno de sus días emblemáticos. Esa jornada lluviosa, cuando una militancia que había atravesado distintas formas de resistencia, de conservación de la memoria, de reconstrucción de los ideales populares, fue a recibir a Perón cuando regresó, precisamente, un 17 de noviembre de 1972.
De algún modo allí quedaba condensada la trama y el arquetipo de la militancia que tuvieron tantas consecuencias potentes sobre la vida de una generación, y que era heredera, a su vez, de los grandes tiempos políticos, sociales y transformadores de la Argentina del siglo XX.
Con la desilusión posterior a Semana Santa, y con la llegada potente y destructiva a nuestras tierras del neoliberalismo y de la despolitización, la militancia quedó cada vez más refugiada en pequeños espacios y como forma de resistencia.
A partir de 2003, y con una intensidad absolutamente renovada y sorprendente desde 2008, hoy nos encontramos con nuevas formas y nuevos lenguajes propios de una militancia que ha retornado sobre la escena argentina, al mismo tiempo que se han abierto caudalosamente diversas formas de participación política.
Salir de la despolitización de los ’90, teniendo como punto de arranque lo que fue el estallido de la crisis en diciembre de 2001 y la ruptura de una década neoliberal, junto con la irrupción de Néstor Kirchner, generaron las condiciones de una revalorización del espíritu militante, que no es un reflejo imitativo ni se corresponden con la militancia de aquel 17 de noviembre de 1972, sino que se enfrenta a sus propios desafíos y a la necesidad de encontrar lenguajes que le sean propios y formas de organización que expresen la novedad de una época como la que estamos atravesando.
Lo cierto es que hoy podemos hablar de una militancia, ya no en el sentido de un resto arqueológico, sino como algo que ha regresado, que tiene intensidad y que desafía la intencionalidad del poder y del establishment de generar sociedades pasivas y despolitizadas, y que vuelve a introducir la idea de la política como un instrumento de transformación, con el litigio por la igualdad como uno de los núcleos inescindibles de la vida democrática y sobre todo del esfuerzo militante de construir una sociedad más justa.
Creo que ahí hay un puente de ida y vuelta que une a las militancias contemporáneas con aquellos jóvenes militantes que se metieron en aquella jornada lluviosa en Ezeiza para dar cuenta de un espíritu crítico y del sueño de una Argentina más justa.
Cada generación vuelve a inventar sus propias experiencias, pero sabiendo que toda invención es heredera y es el producto de esos hilos, a veces secretos o maltrechos, que se mantienen en lo profundo de la vida histórica de un pueblo y que cada tanto, cuando vuelve a reconstituirse la posibilidad de la participación, reaparecen en la escena.
El Día de la Militancia es una manera de festejar que, nuevamente en la Argentina, la política, la participación y la militancia cruzan los caminos, en un tiempo de transformación.
(Extracto de un diálogo telefónico con el doctor en Filosofía Ricardo Forster).
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