MEDIOS Y SOCIEDADEL VERDADERO PODER DE UN MICRÓFONO
El verdadero poder de un micrófono
Publicado el 3 de Noviembre de 2010Por
Miembro del Grupo de curas en opción por los pobres.
Miembro del Grupo de curas en opción por los pobres.
Resulta que algunos, ahora se escandalizan –o dicen estarlo– porque ciertos sectores cacerolearon o tocaron bocinas ante la muerte de Néstor. Resulta que ahora eso está mal, y afirman –o dicen afirmar– que no se puede caer tan bajo.
No es “políticamente correcto” –parece– no manifestar cierta compunción por la muerte, y mucho menos al ver la enorme manifestación popular que acompañó con lágrimas y dolor la partida de alguien que –sorpresiva ¿y dolorosamente? para ellos– resultó querido por “la gente” (o “el pueblo”, como se decía, y parece que se volverá a decir).
Días pasados, a raíz de esto, me entrevistó Nelson Castro. Le decía a Laura, la siempre cordial y amable productora, que seguramente no íbamos a estar de acuerdo. “Nelson lo sabe, pero pidió que te llamáramos porque le interesa tu opinión”, me dijo. No lo dudé. Siempre me sentí respetado y que podía decir lo que me parecía. Por eso acepté. Y –debo decirlo– sigo pensando lo mismo. Puedo no coincidir con Nelson, pero me parece una persona respetuosa; al menos en un reportaje lo es. Pero...
Pero junto a Castro está (o la radio “le puso” a) Caride. “Es un personaje muy chiquitito, no le des entidad”, me decía una vez alguien que tiene un programa en la misma radio. Pero el problema es que Caride tiene “poder”: tiene “micrófono”. Puede ser cierto que sea “chiquitito”, pero es funcional a la radio que siempre lo tiene “al pie del cañón”. Mi diálogo cordial se vio interrumpido con su impertinencia (y ya lo había escuchado otras veces en esa tesitura con Juan Cabandié o con el canciller Timerman). Parece que Néstor era intransigente, y fomentaba la violencia, como si sus comentarios y acotaciones ante el micrófono fueran baños de agua bendita.
Y ante esto y algunas notas (y “operativos de prensa” que circulan por mail) hoy me pregunto, ¿cuánto habrán influido comentarios de estos personajes, de estas radios, o de otras, de cierta TV o medios, en que haya habido “caceroleros” o bocinazos? Estoy convencido que contribuyeron decisivamente. Pero ahora es “correcto” manifestar distancia de estos canallas y hasta parecer –al menos un poco– dolidos por la muerte.
Hace mucho, mucho antes de Néstor, que creo que el periodismo deportivo participa activamente en el deporte, y el periodismo político participa activamente de la política, lo quieran o no, lo sepan o no, les guste o no. No creo en el periodismo “independiente”, ni en el periodismo “aséptico”. Mis comentarios no son independientes ni asépticos, y no pretendo que lo sean. Y no estaría mal que los periodistas honestos, que los hay, se pregunten en qué medida no fueron responsables, cómplices o al menos colaboraron en crear en mucha gente, en su imaginario, un odio visceral que permitió o alentó el festejo por una muerte que el pueblo lloró y llora. Porque no dudo ni un poco en que muchos lo hayan sido. Y a lo mejor, quizás, puedan dejar de estar al servicio, dejar de ser “dependientes”, de la prensa canalla, y poner su poder, su micrófono, al servicio de la gente. No sería poco.
No es “políticamente correcto” –parece– no manifestar cierta compunción por la muerte, y mucho menos al ver la enorme manifestación popular que acompañó con lágrimas y dolor la partida de alguien que –sorpresiva ¿y dolorosamente? para ellos– resultó querido por “la gente” (o “el pueblo”, como se decía, y parece que se volverá a decir).
Días pasados, a raíz de esto, me entrevistó Nelson Castro. Le decía a Laura, la siempre cordial y amable productora, que seguramente no íbamos a estar de acuerdo. “Nelson lo sabe, pero pidió que te llamáramos porque le interesa tu opinión”, me dijo. No lo dudé. Siempre me sentí respetado y que podía decir lo que me parecía. Por eso acepté. Y –debo decirlo– sigo pensando lo mismo. Puedo no coincidir con Nelson, pero me parece una persona respetuosa; al menos en un reportaje lo es. Pero...
Pero junto a Castro está (o la radio “le puso” a) Caride. “Es un personaje muy chiquitito, no le des entidad”, me decía una vez alguien que tiene un programa en la misma radio. Pero el problema es que Caride tiene “poder”: tiene “micrófono”. Puede ser cierto que sea “chiquitito”, pero es funcional a la radio que siempre lo tiene “al pie del cañón”. Mi diálogo cordial se vio interrumpido con su impertinencia (y ya lo había escuchado otras veces en esa tesitura con Juan Cabandié o con el canciller Timerman). Parece que Néstor era intransigente, y fomentaba la violencia, como si sus comentarios y acotaciones ante el micrófono fueran baños de agua bendita.
Y ante esto y algunas notas (y “operativos de prensa” que circulan por mail) hoy me pregunto, ¿cuánto habrán influido comentarios de estos personajes, de estas radios, o de otras, de cierta TV o medios, en que haya habido “caceroleros” o bocinazos? Estoy convencido que contribuyeron decisivamente. Pero ahora es “correcto” manifestar distancia de estos canallas y hasta parecer –al menos un poco– dolidos por la muerte.
Hace mucho, mucho antes de Néstor, que creo que el periodismo deportivo participa activamente en el deporte, y el periodismo político participa activamente de la política, lo quieran o no, lo sepan o no, les guste o no. No creo en el periodismo “independiente”, ni en el periodismo “aséptico”. Mis comentarios no son independientes ni asépticos, y no pretendo que lo sean. Y no estaría mal que los periodistas honestos, que los hay, se pregunten en qué medida no fueron responsables, cómplices o al menos colaboraron en crear en mucha gente, en su imaginario, un odio visceral que permitió o alentó el festejo por una muerte que el pueblo lloró y llora. Porque no dudo ni un poco en que muchos lo hayan sido. Y a lo mejor, quizás, puedan dejar de estar al servicio, dejar de ser “dependientes”, de la prensa canalla, y poner su poder, su micrófono, al servicio de la gente. No sería poco.
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