martes, 20 de mayo de 2014

CUMPLE 70 AÑOS "EL NEGRO" ALEJANDRO DOLINA. 20 de Mayo de 1944.

Nació en Caseros, en el Gran Buenos Aires, el 20 de Mayo de 1944. Desde hace varios años conduce el clásico programa de radio La venganza será terrible, que tiene gran éxito, sobre todo entre el público joven.

El programa se inició en radio el Mundo con el título Demasiado tarde para lágrimas. Con el mismo título, años mas tarde, se trasladó a Radio Rivadavia, para finalmente afincarse en Continental. La Venganza es quizás el más exitoso programa de la radiodifusión argentina actual. Se emite diariamente entre las 0:00 y las 2:00 de la madrugada.

En 1987 escribió "Crónicas del Ángel Gris". En 1996 decide renovarlo, cambiando de editorial, agregando nuevos capítulos, suprimiendo otros y reformando algunos. Las ilustraciones de la vieja edición estaban a cargo de Carlos Nine, y el de la nueva versión por el dibujante uruguayo Hermenegildo Sábat.

Un importante anhelo del Negro Dolina era grabar un disco, hasta que en 1995 empezó a producir "Lo que me costo el amor de Laura", una excelente creación que caratuló como "opereta criolla".
"Durante mucho tiempo me ha gustado creer que todo buen verso estaba al final de un camino lleno de espantos y pena. El sendero poético que me atreví a imaginar conducía a un lugar más glorioso cuanto mayores eran los sufrimientos del camino. Los malvados elegían un camino fácil, que no llevaba a ninguna parte."

"Más tarde, Robert Graves me reveló una verdad: existe la musa y es la mujer que uno ama."

"Desventuras de última hora me hicieron ver que tal vez ambas intuiciones son ciertas. El camino difícil es el camino del enamorado y del poeta. Ese camino es el que conduce a la diosa, que es la mujer amada y la única que conoce -o nos hace conocer- la música buscada."
Entrevista. Alejandro Dolina. Escritor
Por Eduardo Anguita
eanguita@miradasalsur.com

“El artista se parece a un vendedor ambulante” El conductor de La venganza será terrible acaba de editar Cartas marcadas, un libro en el que reaparecen los entrañables personajes de Crónicas del Ángel Gris, por las calles de Flores.

En Cartas marcadas me encontré con personajes que te pueblan hace muchísimos años, desde Jorge Allen o el polígrafo Manuel Mandeb hasta el Ruso Salzman. Me pregunto entonces qué tendrá que ver este libro con las Crónicas del Ángel Gris.

–En realidad aparecen bajo una forma más verdadera. Son sujetos un poco más canallas, más oscuros y un poco más descreyentes que en aquellas apariciones más luminosas, más parecidas a cuentos de hadas en las historias del Ángel Gris. Éstas son un poco oscuras, más parecidas a como deben ser en realidad los personajes. Los que antes llamábamos hombres sencillos de Flores para señalar a los hombres de fe, y los que llamábamos refutadores de leyendas, para señalar a los cientistas, no existen en estado puro sino encerrados en manicomios. En realidad todos somos una mezcla de creyentes y descreyentes, de hombres sensibles de Flores y refutadores de leyendas. Y así, más verdaderos, me parece que son estos personajes de este libro nuevo.

–¿Y tiene esto que ver también con la época del Ángel Gris, que era una época luminosa? Recuerdo que en la revista Humor nos traía alegría, nos sacaba de la angustia.
–Bueno, sí. Pero ahora quizá tenemos algunas alegrías reales cada tanto bajo la forma de un largo regreso del infierno. El camino de regreso del infierno siempre es un camino hacia la luz.

Hubo dos gobiernos destacados, el de Perón y el de Kirchner

El escritor, músico y conductor Alejandro Dolina no derrochó elogios para calificar las políticas de gestión de la presidencia de Néstor Kirchner. "Hubo dos gobiernos destacados, el de Perón y el de Kirchner", postuló.

En una jornada muy emotiva para el país, uno de los hombres más influyentes de la cultura local, Alejandro Dolina, expresó sus impresiones al portal InfoNews sobre lo que le dejó Néstor Kirchner al país.

"En la historia argentina hubo dos gobiernos que pueden ser destacados: el de Juan Domingo Perón y el de Néstor Kirchner", destacó Alejandro Dolina.

El conductor del renombrado programa de radio La Venganza Será Terrible, hizo hincapié en que además la presidencia de Néstor tuvo “un agregado de justicia y de Derechos Humanos que supo diferenciarlo de todos los que lo antecedieron”.

"Él se atrevió a recorrer caminos que nadie antes se había animado a transitar y que parecían alejarse de las concurridas avenidas centrales que recomendaban los poderosos del mundo global", expresó Alejandro Dolina sobre el legado del ex Presidente Néstor Kirchner.

Conocido por su filiación peronista y su agudo sentido para el análisis, Alejandro Dolina enumeró las políticas de Estado que impulsó el kirchnerismo y las comparó con el primer gobierno de Perón:

"Haber puesto el acento de la política sobre el papel del Estado, en el aumento del consumo interno, el manejo del comercio exterior, y por impulsar un acercamiento en materia de políticas exteriores al bloque sudamericano. Si uno mira todas estas estrategias se da cuenta que resultan ser parecidas a las tomadas durante la primera presidencia de Perón, en 1945."

Con estas palabras el talentoso y destacado personaje de la cultura, Alejandro Dolina, recordó a Néstor Kirchner a dos años de su desaparición física.
27/10/12 InfoNews
–Uno dice novela, sin embargo al final se encuentra una bibliografía, o sea que te detuviste a leer a algunos poetas como Prévert, algún dramaturgo llamado Shakespeare, algún filósofo llamado Hegel.
–Más que una bibliografía es el reconocimiento de un saqueo. Ahí aparece, por ejemplo, el personaje de Nadine, que solo habla citando a poetas.
–En tu tarea novelística tenés que pasar del tipo sensible al analítico, del tipo que de repente tiene una iluminación al que tiene que guiarse por una trama...
–Creo que hay, finalmente, aunque a uno le cueste reconocerlo, un oficio. El oficio de contar, y de contar historias. Ese oficio tiene sus trampas, tiene cosas que son artificiales. Uno no siempre escribe lo que le han contado. Suele pasar que preguntan: ¿Escribe sobre cosas que le pasaron? ¿Eso le pasó a usted? No. Uno tiene por ahí la pequeña destreza de contar relatos y tiene también quizás la necesidad de que lo quieran, por eso escribe. Escribe porque tiene la destreza. Y escribe porque desea que lo quieran. Yo no estoy seguro, si no hay cosa que me emocione más que alguien que vende, que ofrece algo que se le ha ocurrido, algo que ha construido y trata de que los demás lo quieran a través de esa oferta. Se parece mucho el artista al vendedor ambulante. Está proponiendo algo demasiado humilde para ser querido con mucha ansia y por lo mismo, por lo difícil del asunto, el artista se parece a un vendedor ambulante cuyos productos son pequeños, son tristes, son baratos.

–Sé que es difícil decir si esto te pasó, pero me pregunto, en Cartas marcadas , ¿cuántas cosas te pasaron...?
–Pero claro que sí, me pasó. La primera respuesta es no, no me pasó, pero cuando uno sigue pensando se da cuenta de que sí ha pasado, y se da cuenta de que otros más ilustres que uno han contestado esa misma pregunta. Y está la famosa respuesta de Flaubert cuando alguien le pregunta: ¿Quién es Madame Bovary, usted la conoció, en quién se inspiró? Y él dice: soy yo. Y todos los personajes de la novela, los que se contradicen, también son el escritor. Así que sí, todo eso me ha pasado y si no lo dije antes es porque no me había dado cuenta. A todos nos pasan cosas que no sabemos que nos pasan.
–¿Y te van pasando a medida que escribís o primero sentís que te pasan y tenés la necesidad de ir a escribir? ¿Tenés un ritual de horario?
–No, no. No puedo. Escribo con muy poca facilidad realmente y con mucho arrepentimiento. Tengo algunos momentos en que me creo bastante bueno y escribo un largo rato. Y después sobreviene el arrepentimiento; me arrepiento de lo que he escrito. Así que no tengo esa suerte de momento perfecto que puede llamarse inspiración, que es cuando uno tiene las ganas de escribir, la facilidad para hacerlo, la rapidez de la ocurrencia. Yo, ya en el mismo momento de escribir, estoy arrepintiéndome de hacerlo. Entonces sufro. Escribo con mucho sufrimiento, con mucha lentitud, y la única ventaja que tiene esto es la sospecha que uno tiene de no ser demasiado bueno. Creo que la peor desventaja del canchero es que cree que siempre está fenómeno. Y el que cree que siempre está fenómeno, alguna vez, más tarde o más temprano, va a caer en el pozo de los giles. Así que yo prefiero ser, y creo que todo astuto debe ser, antes que nada, desconfiado. Y el buen escritor tiene que ser buen lector y desconfiado de sí mismo. Y por ahí, cada tanto, de tanto perseverar, acertar.

–En el libro aparece la explicación de una palabra en chino (huan chin punao) que vos relatás como la célebre técnica sexual taoísta que permitió al emperador complacer a 1.200 concubinas…
–Una atrás de la otra.

–Sin resentir su salud.
–Así dicen, efectivamente. Los taoístas estaban siempre muy pendientes del sexo porque lo relacionan mucho con la inmortalidad. Entonces, era igualmente importante aprender una forma de respiración, que según ellos consistía en ir retardando el número de inspiraciones y expiraciones por minuto hasta llegar a la hora y media, y claro, el que conseguía la destreza de estar una hora sin respirar obviamente era inmortal. Esa misma destreza aplicada al sexo conseguía declarar inmortal a aquel que pudiera complacer a tantas señoras como deseara sin resentir su salud.

–Al principio hacés un relato que me pareció una gran advertencia respecto de un tema que tratás siempre: qué es la memoria, qué es el relato, cómo se construye la memoria. Y hablás de una historia de chinos en la cual sus disfraces, la impersonalidad a través de la representación, los lleva a tener una memoria colectiva.
–Sí, es un lindo relato. Está hecho a manera de prólogo. Debe ser de algún otro. Justamente tiene eso que vos has dicho y también algo que surge de todo esto que es la duda acerca del propio ser, el disfraz, la memoria inconstante, finalmente trae una duda acerca de quién es uno. Yo creo que la novela toda tiene como tema central la inconstancia del ser, la inconstancia del sujeto. Y aquel que en un principio parece ser Juan, es luego Pedro, y lo que parece ser un mero juego de disfraces, de ocultaciones, no es otra cosa que la vida. La niebla de Flores, esa dificultad constante que hay en el barrio, donde todo el mundo se confunde, es, después de todo, la dificultad que tenemos de percibir y de conocer.

–Dejame recordar las calles a ver si sigo bien: Juan Bautista Alberdi y Avellaneda, Boyacá y Nazca, ¿puede ser?
–Está perfecto, sí.

–En ese cuadrado, en esa zona de niebla verde suceden cosas, y yo siempre me pregunté tu vínculo con Flores, además del poético, ¿qué otras referencias tiene, que podamos saber y no incluya las 1.200 doncellas?

–El capricho. Y otro detalle: yo vivía en Caseros cuando inventé estas historias; un lugar muy poco literario. Uno, por ejemplo, dice que las historias ocurrieron en Caseros, y la primera media hora o diez páginas tiene que emplearlas en explicar adónde queda. En cambio Flores es un barrio típico, que uno rápidamente cita, como el oficio del carpintero como primera cosa que a uno le viene a la cabeza. Diga un oficio: carpintero. Nombre un barrio cualquiera: Flores. Esa es una virtud literaria: ser reconocible sólo por el nombre, sin necesidad de explicaciones vanas. Así que es simplemente un capricho literario, una comodidad del escritor.

15/04/12 Miradas al Sur

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Cuando la gente aplaude, hay que tener cuidado
Entrevista a Alejandro Dolina por Matías Marini, Fernando Paz, Fabrizio Zotta

[De la redacción de Areópago]

Dolina entró en el Café Tortoni de Buenos Aires, lugar desde dónde hace tiempo conduce su programa, pasadas las once. Mientras recorría con su mirada el histórico bar, era evidente que buscaba algo o alguien. Desde aquellas mesas que supieron escuchar a Borges, Macedonio, Marechal, nosotros aguardábamos el instante de la nota. Detenido en el medio del café y buscando a un productor que nunca llegó, Dolina esperaba que le dijeran: - Disculpe Alejandro, nosotros teníamos una entrevista para hoy...

- Sí, sí, a ustedes estaba buscando.

Se sienta sin dilaciones en nuestra mesa y saluda:

"Que tal, che".
El que está frente a nosotros es el Dolina de "Demasiado tarde para lágrimas", programa que conducía con Mario Mactas y el de "La venganza será terrible", la cita inevitable de todas las noches en Radio Continental, junto a Guillermo Stronatti y Gabriel Rolón. Su último libro "El Fantasma" cierra la tríada de obras literarias del "Negro", que se completa con "Crónicas del Angel Gris" (1987) y la opereta criolla "Lo que me costó el amor de Laura" (1998), quizá su mejor producción, según declara. Multifacético, Dolina se mueve en todas las ramas del arte. Es escritor, músico, ha protagonizado películas (que siempre desea olvidar), ha conducido programas de TV y radio y, como si esto fuera poco, en septiembre sube al escenario para la representación teatral de su opereta. Hay temas que lo obsesionan y se encuentran transversalmente a lo largo de todos sus trabajos. La Muerte, El Artista, El Amor, La Mujer, el fatalismo del destino y el sentido trágico de la vida, son algunas de las musas que inspiran sus historias. Sus fuentes se pueden encontrar en textos de Homero, Virgilio, Dante, Petrarca, Borges, Marechal, Unamuno, entre otros. Ahora, en su morada de todas las noches, Alejandro Dolina responde distendido y amable, con la simpleza de los grandes.

"Soy existencialista porque tuve una camisa a cuadros, y eso es ser existencialista, o al menos, así me dijeron".

- Dolina, ¿está en el acto creador la posibilidad de alterar el determinismo del destino?

- Habría que hacer una salvedad. Yo creo que en el amor hay una porción de libre albedrío. Octavio Paz dice que, ciertamente, el amor sucede, el amor es algo que nadie puede prever, que uno no puede evitar, incluso. Pero en algún punto se puede decidir, después que te sucedió podés decidir. Podés renunciar, por ejemplo, si el objeto amado no responde; mejor dicho, podés renunciar a las acciones emergentes de tu amor. Hay un campo en el que se puede decidir, en el que se puede elegir la dignidad a la satisfacción. En el resto de los sucesos de la vida también parece haber una grieta, diría Borges, en el fatalismo, en el determinismo. Es posible que la regla general sea el determinismo, pero es posible que haya detalles en los cuales uno pueda decidir. Las grandes rutas, parece ser, están decididas, pero uno puede decidir por su propia voluntad en algunos detalles y es posible que el arte sea justamente el foro donde los detalles tienen más importancia. Yo creo verdaderamente, junto con los griegos en este caso, que el artista es, en cierto modo, un instrumento de la musa. Lo que se puede discutir es quién es finalmente la musa. La musa puede ser, según Graves, la Mujer Amada. También puede ser la memoria, como que la memoria era la madre de las musas. Las musa puede ser, si uno es un poco más prosaico, estas serie de contingencias que hacen a lo social y a lo político, es decir, las circunstancias de la época en que el artista vive. La musa puede ser la Muerte, como he tenido el tupé de sostener en una charla no hace mucho. Es decir, si usted suma todas estas cosas queda muy poco para que el artista diga, si el artista es hijo de su época, es hijo de las circunstancias socioeconómicas en las que le toca vivir, si es hijo finalmente de los escritores que ha leído, de los pintores que ha visto, de las vivencias... bueno, qué va a decidir el artista si ya todo está decidido de antemano, incluso cuando un poeta nace en un lugar está decidido el idioma en que habrá de escribir. Algunos van más allá, como esa historia que me gusta contar siempre acerca de quienes dicen que una agricultura de monocultivo genera un libro como el Martín Fierro, genera la poesía gauchesca, a lo que Borges decía que por ejemplo en Oregón y en Montana que tenían las mismas economías que en la pampa, se habían abstenido entusiásticamente de redactar el libro del gaucho Martín Fierro. Pero bueno, ciertamente hay un montón de fuerzas que parecen escribir todo y al artista le queda poco pero a mí me parece que ese poco que le queda es lo que hace valiosa la obra artística, es lo que la hace singular y lo que pone el detalle personal. ¿Qué diferencia a un gran novelista de uno mediocre?, probablemente ése detalle personal. Aquel artista que alcance a escribir algo más, digo escribir porque estamos hablando de escritores, aunque no se si estamos hablando de escritores después de todo, digo, aquel artista que agregue algo más a lo que ya está determinado por todas esas musas que acabamos de citar, será un artista singular y el que se limite a seguir los dictados de la Diosa pues, será uno del montón.

- ¿Las leyes del mercado, condicionan al artista?

- Yo creo que el verdadero artista no debe pensar en la industria al momento de escribir, no es que uno se oponga de un modo cerril a la industria ni por el gusto de oponerse. Se ha escrito mucho al respecto, Adorno y todos esos tipos han escrito mucho acerca de la industria. Pero algunos han visto alguna virtud en la industria. Por empezar, ha acercado la industria al gran público obras que hasta nuestro siglo permanecieron solamente en los salones de la gente muy pudiente. Ha hecho masiva algunas obras que antes estaban reservadas, insisto, a un parnaso exquisito; esa puede ser una virtud. La otra es que ha promovido una especie de destreza profesional que si bien se mira no está mal como para empezar. En general puede decirse que la industria acepta el talento, incluso lo promueve, lo prohíja. Lo que rechaza la industra más bien es el genio y la heterodoxia. Eso rechaza la idustria. Podríamos decir que en estos tiempos que nos toca vivir en nuestro país, este rechazo de la industria por la heterodoxia es, podríamos decir, hasta grosero porque la industria se limita a seguir una recetas repetidas hasta el hartazgo como una fórmula de éxito. De manera que, creo yo, el verdadero artista sigue o más bien se desliza por unos caminos que también le son fatales, en tanto que artista. Él no puede desoír ciertas voces interiores, si es que es un artista verdadero, aún cuando estas voces le indicaren caminos que le van a garantizar el fracaso económico o en lo que se llama el mundo del espectáculo, de modo que creo que conviene no seguir las recetas del éxito y mucho menos aquellos lugares comunes que a veces son aplaudidos por sectores supuestamente entendidos. Hay no solamente un éxito comercial o una tentación de orden económico que hace que los artistas sigan unas anchas avenidas, sino también cierta ortodoxia que la industria se encarga de producir por sí misma. Los medios de comunicación hoy en día, no es que siguen una ortodoxia preexistente, sino que la producen. Naturalmente esa ortodoxia consiste por lo general en evitar cualquier complejidad. Cada una de las dificultades que uno propone al consumidor contribuye a restar el número de ellos, cuanto más alta es la competencia que se le pide al que consume arte, menos serán los consumidores.

- Teniendo en cuenta que para hacer arte es conveniente el conocimiento de la técnica, la transgresión de la norma establecida ¿es necesariamente una forma de arte?
- No es necesariamente arte. En algunos casos la transgresión es comprendida después de un tiempo. El artista heterodoxo atraviesa unos alambrados, empieza a recorrer unos terrenitos por los cuales no había andado nadie y naturalmente los amigos de lo que está establecido, quiero decir, el espíritu filisteo que necesita que las cosas estén en su estante, que necesita unos escalafones ya consagrados, generalmente rechaza la heterodoxia. Después de un tiempo suele ocurrir que, si realmente hay verdaderos valores, el transgresor es comprendido y aceptado por todos y su obra, que en un tiempo era heterodoxa, pasa a formar parte de la ortodoxia. Lo que no hay que decir nunca es que toda transgresión es gran arte. Algunos transgresores, efectivamente cruzan el alambrado pero van para el lado de los tomates. Hay un punto, sin embargo, en que la discusión y el reconocimiento de lo que es arte y lo que no lo es se hace complejo. En el medioevo se había creado una máquina, en realidad no era una máquina, sino un método combinatorio entre algunas palabras, y se decía que utilizándola las discusiones filosóficas iban a ser como las discusiones entre dos contadores, es decir, podríamos estar en desacuerdo pero bastaba con sacar la cuenta para saber quién estaba en lo cierto. En verdad en la filosofía no sucede eso y en el arte tampoco, no es tan sencillo establecer quién está en lo cierto y quién equivocado. Lo que no quiere decir, de ningún modo, que sea imposible, que es lo que dicen algunos, "sobre gustos no hay nada escrito", por ejemplo, me parece un gigantesco error. Pero hay cuestiones arduas. Alguien se aparta de las reglas y hay que apartarse uno también de las reglas, empezar a transitar terrenos inexplorados para saber si estamos ante la presencia de un gran artista o ante la presencia de un loco o de un farsante.

- El artista, como el filósofo, muere y renace diariamente porque no tiene verdades absolutas. La filosofía y el arte ¿recorren el mismo camino?

- No, no todos los artistas son problemáticos. Yo digo que hay personas que son problemáticas. Algunos artistas lo son, los más grandes generalmente. Los filósofos sí, podría decir que son todos problemáticos porque su misión es hallar problemas.

- ¿Es correcto hacer una analogía entre los "Hombres Sensibles" y los artistas, en oposición a los "Refutadores de Leyendas"?
¿Sabe por qué defiendo a Maradona? Por personas como usted

Octubre 2009. Tras los polémicos dichos de Diego Maradona, Alejandro Dolina, ante el mensaje de una oyente, se expidió con vehemencia sobre el Maradonagate:

"Una oyente dice: 'Estimado Dolina, ¿ya no defiende más a Maradona? ¿O acaso ya no hay ningún Sargento Cruz? Vea: Ud. ayudó a alimentar al monstruo que tan bien nos hace quedar ante la prensa mundial. Cordialmente. Ingrid Hammer'.

Mi respuesta es SÍ. Yo he resuelto -después de un extravío- bancar a Maradona en esto. ¿Sabe por qué? Por personas como usted. La indignación burguesa que sucedió al exabrupto de Maradona fue totalmente patética y asqueante. Un mundo totalmente hipócrita, el mundo de la radio, donde se escucha eso mismo que Diego dijo bajo emoción violenta, pero libreteado (y en la televisión ni hablemos), ese mundo se indignó. Esos tipos se indignaron. Y esa indignación burguesa me hace ponerme inmediatamente en la vereda de enfrente.

Y lo que un tipo dijo, obnubilado por el momento, por la emoción, por su propia historia, y por su propia condición, después fue repetido ad nauseam por todos los noticieros, con subrayados, subtitulados, duplicaciones, ampliaciones y circulación por Internet, por tipos que no estaban ni obnubilados, ni en estado de emoción violenta, ni perturbados por ninguna cosa, sino que lo planearon diecinueve mil veces. Esos tipos ahora se ponen en la superioridad moral de preguntarme a mí si lo defiendo a Maradona. Bueno, sí, lo defiendo. Si es contra ustedes, lo defiendo. Lo defiendo totalmente.

Y eso de "que tan bien nos hace quedar ante la prensa mundial"... ¡Cipayos provincianos que quieren quedar bien con sus supuestos amos europeos! ¡Yo no tengo ningún interés en quedar bien ante la prensa mundial! ¡No es ésa nuestra obligación! ¿Qué tenemos que quedar bien ante nadie? ¿Ante quiénes? ¿Ante gobiernos que aniquilan a sus enemigos? ¿Ante quién tenemos que quedar bien? ¿Dónde esta la Fiscalía del Universo? ¿Dónde está la reserva moral de la Humanidad? ¿En Estados Unidos? ¿En Europa? ¡Déjeme que me muera de risa, Ingrid Hammer!

Y otra cosa: muchas veces, pero muchas, en los medios se dicen cosas muy interesantes. Yo he escuchado casi revelaciones, a veces, dichas por tipos a los que yo admiro mucho. A veces son intelectuales, como, no sé, el finado Casullo, o Dubati, o José Pablo Feinmann, tipos que realmente tienen un pensamiento interesante. Otras veces son artistas, o incluso locutores, del calibre de Larrea, o de Carrizo, tipos que por ahí dicen cosas que te hacen decir "pero mirá que bien pensó éste". Bueno, a esos NUNCA, nunca los vi duplicados en los noticieros, con subtitulados y subrayados. No los vi nunca porque a esta gente no le interesa el pensamiento ni la inteligencia, le interesa la BASURA. Y entonces Maradona dice esto y ellos lo repiten ciento diez mil veces. Eso es un asco.

Así que ¿a qué jugamos? ¿Qué es esto? ¿Qué es esto de indignarse, de enojarse y de sorprenderse? Lo dice un Senador de la Nación, y es un piola. Lo dice Maradona, y aparece todo el racismo, todo el desprecio por los pobres, aparecen los de siempre, los muchachos de siempre, a indignarse: ¡oh, la cultura! ¡Nuestro embajador! ¿Qué embajador? Es Diego Maradona, viejo. Los que tienen que ser cultos son ustedes, no él. Él tiene que dirigir la Selección de Fútbol, y si lo eligieron a él, bueno, es ése, y no Pancho Ibáñez.

Así que sí, lo defiendo a Maradona. Ante usted lo voy a defender siempre".
- No hay "Refutadores de Leyendas" químicamente puros, todos somos una mezcla de lo que en este torpe libro (N de A: se refiere a su libro "Crónicas del Angel Gris". Ed. Colihue.) se llaman "Hombres Sensibles" que serían los de temperamento dionisíaco, romántico, lunar y los que se llaman "Refutadores de Leyendas" que serían más bien los cientistas, aquellas personas que como el personaje de Flaubert, que era un farmacéutico que vivía refutando leyendas. A mi me parece que no siempre el artista es un "Hombre Sensible", hay artistas que son perfectamente clásicos, que siguen patrones ya establecidos y no necesariamente son malos artistas, a veces son artistas considerables. Lo que pasa es que uno prefiere los artistas románticos, esos que, más que en la razón, creen en lo que Pascal llamaba "las razones del corazón", pero el arte también es una mezcla, una sabia mezcla de Hombre Sensible y Refutador de Leyenda. Hay ciertamente mucho de dionisíaco que es deseable pero en algún punto la razón tiene que acudir aunque sea para saber cuán locos estamos.

-De acuerdo con su obra, la mujer es quien conjuga en un único ser lo infernal con lo celestial, ¿Cómo es posible que lo mismo que condena sea simultáneamente el portal de la salvación?

- Siempre fue así desde el punto de vista poético. Los Pelasgos, que vivieron antes que los griegos en el sur de Europa, tenían una sociedad matriarcal. Ellos adoraban a una diosa. Esta diosa, La Luna, tenía tres aspectos: uno el de doncella, el de virgen; el otro, el de madre y el otro el de hechicera. Una misma diosa era las tres cosas, la que prometía, la que te engendraba y la que, por ahí, te hechizaba. Y esto, de distintas formas, con distintas alegorías, ha aparecido muchísimo y sigue apareciendo en la poesía, esta polivalencia de la figura femenina como guía en Dante, como guía que ayuda a uno a atravesar los infiernos y también como causante del propio infierno, como Francesca en Dante. Paolo y Francesca encuentran el amor que los conduce al infierno. De manera que yo no hago más que seguir en este caso una ortodoxia, pero una ortodoxia poética que no tiene estantes y que, por ser metafórica, también permite ciertos desvíos de la ruta. No es una ancha avenida por cierto.

- Dolina, ¿Existe una relación entre la moral burguesa y la decadencia del relato mitológico o poético?

- No sé si la hay, porque no estoy seguro de que las relaciones entre los sucesos socioeconómicos y las expresiones artísticas, que ciertamente las hay, sean tan claras. A veces incluso se dan relaciones en beligerancia. Una época materialista y filistea puede estar acompañada por artistas que, en resistencia, practican un arte romántico justamente contrario a lo antedicho. Así que no sé si realmente hay una relación entre la moral burguesa y la decadencia de la épica. Pero la decadencia de la épica tiene ya varios siglos y sin embargo, en la historia de las letras, es probablemente la que más tiempo prevaleció. Yo diría que hasta el siglo XII o XIII, que es cuando aparece la poesía provenzal, cuando nace esta idea del amor que profesamos hoy, cuando nace la idea de la dama como objeto de homenaje, etc. Pero hasta ese momento nunca dejó de haber épica. Siempre el género principal de toda la literatura fue la épica, al menos lo en occidente, después ya no. Después de esa última expresión, de ese corte, comienza sí la decadencia de la épica y parece tener razón usted porque justamente coincide con el crecimiento de la clase burguesa, su dominio de la sociedad, no solamente en lo económico sino también, como decíamos antes, en la producción de ortodoxia, en lo que Gramsci podría llamar "la creación de una visión del mundo que es la dominante". Y al predominar la visión burguesa del mundo, ciertamente la épica decae. Pero puede ser que sea de casualidad, ¡yo que sé!, ¡¿cómo quiere que se lo diga?!

- Marshall McLuhan afirma que los medios de comunicación son iguales a los poetas porque ambos explican la realidad desde sus propios supuestos ¿Ud. qué cree al respecto?

- En ese sentido son verdaderamente iguales. Si Ud. empieza a compara a partir de estructuras, hallará algunas similitudes. Similitudes que han de desaparecer en cuanto Ud. sitúe el problema viéndolo desde otras colinas. La principal diferencia entre el artista y el publicitario me parece que debe buscarse en lo que se propone cada uno de ellos. Hay en el artista una cierta fatalidad. Yo no creo que el artista escriba para complacer a sus sobrinos o para ganar algún dinero, aunque hay artistas que lo hacen, naturalmente. Sino que yo creo que el artista hace lo que hace porque no puede evitarlo. No puede evitarlo, le juro que no puede evitarlo, ¡no puede evitarlo!. El escritor de ningún modo halla placer escribiendo. Es posible que un músico que toque o que componga encuentre algún placer en su actividad. Un escritor le garantizo que no y muchos artistas tampoco. Un escultor, imagíneselo Ud. a Miguel Angel pintando la Sixtina, Ud. me dirá "pero Miguel Angel no tuvo más remedio que hacerlo porque lo habían contratado..." No podía evitarlo, no podía evitarlo. Naturalmente, el publicitario no tiene ninguna de esas fatalidades en su espíritu. El artista está describiendo su alma porque no puede menos que describirla. No importa aquello que escribiere o pintare. Dice Sabato "cuando vemos estos girasoles amarillos que pintaba Van Gogh, no estamos obteniendo mucha noticia sobre la agricultura en el centro de Francia, pero si estamos obteniendo noticia del alma de Van Gogh". El artista esta vinculado con su obra, ella se le parece, especialmente si se trata de un artista romántico. El publicitario es un trabajador que trabaja con opiniones ajenas. Muchas veces el publicitario no opina exactamente como diseña o como escribe. Es muy fácil imaginar a un publicitario que no use los productos que promociona. Pero eso no importa porque sería una pobre descripción. Lo que sucede es que hay un propósito enteramente técnico. Se trata de comunicar del modo más rápido y masivo la calidad de ciertos productos y servicios. Eso es la publicidad. Si Ud. enfoca desde el punto de vista de la estructura, hallara formas en que ambos parezcan sostenerse en los mismos andamios. Pero basta que Ud. se corra dos grados para que empiecen a aparecer las diferencias.

- Si el artista es víctima de sí mismo porque su necesidad expresiva lo rebasa, ¿Cuál es su recompensa?

- No la hay. Salvo que la recompensa esté en su satisfacción, aunque me parece esta una pobre palabra, una palabra filistea. La recompensa esta en haber hecho la obra. Pero no sé, eso a menudo no es una recompensa. La mayoría de los artistas después de haber hecho algo más que una sensación de dicha sienten arrepentimiento o insatisfacción. La sensación de que hubieran podido hacer algo mejor o, peor todavía, la sensación de que no hubieran podido hacer algo mejor. De manera que yo creo que no hay recompensa. Y no creo que uno sea artista buscando una recompensa, una especie de estado de felicidad que viene por añadidura, mas allá de aquellas que revisten formas mundanas como el premio "no sé cuanto"...

- El conocimiento, ¿también es un fin en sí mismo que no necesita de recompensas?
- Claro. El conocimiento, me parece, es una de las pocas buenas noticias del universo. Aprender es lindo siempre. Mientras que la obra artística es dolorosa, el aprendizaje es gozoso. Y es que uno adiestra el cuerpo y el alma para disfrutar de ese goce. Eso que dicen algunos acerca de que conviene evitar el conocimiento, yo creo que no es verdad. Es posible que las primeras nociones duelan un poco, pero finalmente es un placer aprender. Y en este caso sí, ¿cuál es la recompensa por comer algo rico?, estar comiéndose algo rico, ¿cuál es la recompensa por oír una sonata?, pues eso es, oír. Pero en el caso de ciertos sufrimientos o ciertos actos de grandeza la cosa es distinta porque el tipo por ahí elige un camino que sabe que no lo va a conducir a la felicidad. Sin embargo lo elige igual. Y no porque esa grandeza le vaya a producir algún goce o porque se la vayan a gatillar en alguna otra vida, no. Hay algo de fatal en los espíritus grandes: sienten que tienen algo que hacer y lo hacen. ¡Eligen la grandeza!. Algunos utilizan la siguiente chicana leguleya para refutar esto: "el mártir fulano, o el Cristo o el General San Martín (gente que ha elegido un camino que de antemano sabían los iba a conducir a la desdicha, al dolor, al sufrimiento) eligen ese camino porque, después de todo, ellos encuentran ahí la felicidad, son distintos a todos y en vez de encontrar la felicidad en tener una casa con parque y una lancha, la encuentran en dar la vida por el genero humano". Eso es una chicana, no es verdad. Eso equivale a decir que los héroes son simples locos que tienen cambiada la idea de felicidad, "mientras a mi me gusta ir a milonguear a La Enrramada, a ellos les gusta libertar el Perú". Eso es una falacia, no es que les guste, no les gusta, lo hacen sufriendo, y aunque no les guste, ¡lo hacen igual!. Eso se llama valor. Eso se llama heroísmo, y no es nada que se parezca a tener cambiadas las cosas que lo hacen feliz a uno. Los burgueses dicen "ah bueno, ¡que vivo que era Jesucristo!, si a mi me gustara ser crucificado también lo hubiera hecho". Pero él lo eligió, ¡no es que le gustaba!. No se trata de comprender estas actitudes, se trata de admirarlas en lo que tienen de absurdo y finalmente de extraordinario.

- En la elección del camino difícil por parte del héroe y del artista, ¿hay implícita una búsqueda de superación de la mediocridad?

- Mire, si ese fuere el desafío, yo igual lo hubiese perdido. Superar a la mediocridad es para mi tan difícil como superar a la muerte. Creo que no es para vencer a la muerte que los artistas eligen el camino difícil, al menos no siempre. Hay algo de compadrada en eso. El manierismo y el barroco solían crear dificultades para luego vencerlas, eso les parecía noble. Y en verdad hay cierta nobleza en elegir un camino difícil. Pero también hay cierto alarde. Aunque en otro orden de cosas, elegir un camino difícil no es solo escribir una página sin usar la letra A o dibujar en espiral como hacían los manieristas... Elegir un camino difícil a veces es simplemente renunciar a las tentaciones de la industria, de lo que es fácil, de la misma pereza. No contentarse uno con triunfos pequeños es también una forma de elegir el camino difícil. Y eso ya más que un alarde o una compadrada, es un mérito de orden ético y no sólo estético. Sabiendo que ciertas avenidas en declive le garantizan cierta facilidad de creación y además cierto éxito, el tipo desdeña esas avenidas en bajada y agarra por una camino lateral muy estrecho y lleno de abrojos. Ahí ni si quiera cabe el alarde porque a veces sucede que las dificultades de ese camino no son ni registradas por el resto de las personas. Y hay también una actitud de heroísmo y ciertamente un mérito ético.

- La elección de ese camino noble, ¿implica convivir con la conciencia del destino trágico de la vida del hombre?

Alejandro Dolina - Cuarenta cartones pintados
- Sí, pero convivir con eso no quiere decir estar pensando todo el tiempo en eso. Ni quiere decir que los que tiene el sentimiento trágico de la vida sean personas que estén todo el tiempo moqueando o lamentando una mina que se le fue en 1939. Eso no me parece aceptable. Se puede tener verdaderamente un espíritu unamunesco, se puede tener un apetito de eternidad, se puede tener la certeza de que este apetito no será saciado y al mismo tiempo salir de joda con los amigos y disfrutar de los placeres más prosaicos de la vida. No le estoy hablando del deleite que nos producen los poemas de Sor Juana, sino el deleite que puede producirnos las cosas más banales como un chiste contado por un amigo o una gorda que nos levantamos en la paternal... para no hablar de los grandes amores porque esos si forman parte de placeres exquisitos. Nos están corriendo porque acabamos de rajar sin pagar de la pizzeria "Ottonelli"; mientras nos reímos y pegamos saltos para evitar que nos alcancen los mozos, es decir, en el momento menos metafísico, pensamos: "si, está muy bien, pero somos mortales".

-Teniendo en cuenta que quien elige el sendero más difícil generalmente no es reconocido, ¿hay una exigencia mayor del común de la gente para ese tipo de artista?. Esto lo relacionamos con su programa y la gran exigencia de sus oyentes para con Ud. al cuestionarle que ha pronunciado una palabra mal sabiendo que el cuidado del lenguaje en su programa es fundamental.

- Primero, no me coloque a mí entre quienes han elegido el camino difícil porque yo no estoy seguro de nada. Yo trato de hacer lo que modestamente hago de la mejor manera. Pero yo no estoy tan cierto de ser un buen ejemplo para su pregunta. Pero sacando eso, si Ud. me pregunta qué me parece a mí, si después de hacer los esfuerzos que uno hace encuentra que otros cuestionan asuntos menores... es duro. Pero no me consta que sea siempre así y finalmente no me importa que sea así porque yo creo que el camino que uno elige no debe estar relacionado con lo mucho o lo poco que lo aplaudieren. Uno elige un camino artístico, y si tiene la mala suerte de no ser reconocido por nadie, ¡sonaste!. Quizá tenemos suerte y nos aplauden algunos y entonces nos vamos a festejar al boliche de la esquina, pero a veces sucede que no y entonces, ¿Qué es lo que hacemos? ¿Cambiamos nosotros? ¿Vendemos nuestras más intimas convicciones al precio de un aplauso?, pues no. O no hacemos mas nada, o seguimos haciendo lo mismo tratando de hacerlo mejor aún, muchas veces con la dramática certeza de que hay aplausos que no vendrán nunca. Cuando aplaude la gente, hay que tener mucho cuidado. Como cuando el general victorioso que entra en Roma y todo el mundo lo ovaciona, el esclavo le susurra: "Acuérdate que eres mortal". Y eso es mucho decir. A veces un aplauso es peligroso. El aplauso no es una certificación de nada. Hay gente que es muy aplaudida y muy poco talentosa; hay gente muy aplaudida y muy talentosa; hay gente poco aplaudida y muy talentosa y finalmente hay gente poco aplaudida y poco talentosa. Frente al aplauso hay que ser cauteloso porque puede ser un aplauso inmerecido como hay tantos. Como el caso de estos premios que han dado ahora, los "Martín Fierro"...Bueno, yo he tenido la suerte de sacármelo y utilizo intencionalmente la expresión "sacármelo" como quien dice "me saque un perro en una kermesse". Yo veo después la lista de premiados y me pregunto ¿será este un aplauso merecido como en el caso de algunos o inmerecido como en el caso de tantos otros?, no lo sé. Entonces, ¿qué conclusión saco yo de haber obtenido el Martín Fierro?, absolutamente ninguna. ¿Qué conclusión saco yo de que me aplauda un tipo, o dos, o quince?, ninguna. Ojalá sea merecido el aplauso, ojalá sea merecido el premio. Pero eso tendremos que indagarlo en otros foros.

Fuente: www.megafon.dialogica.com.ar

 
Cambié a Radio 10 porque se me dió la gana

Periodista: Es el comienzo de una nueva etapa...
Dolina: Creo que sí. Pero no es un cambio catastrófico. Por empezar hay una modificación en el staff, hay una modificación en nuestros hábitos de tiempo que, en algún caso por casualidad y en otro por cálculo, me parece que le da al programa un contenido más variado, más ágil y más cuidado en lo que se refiere a la estructura de cada bloque. Me voy a explicar: nosotros tenemos que cumplir en nuestro programa horarios más estrictos con los noticieros, es una radio más ordenada. Esto al principio parecía una limitación molesta, pero finalmente causó el siguiente efecto: nosotros estamos conscientes de en qué momento del desarrollo conceptual o humorístico estamos.
–¿Esto quiere decir que después de un tiempo largo descubrió algo nuevo, algo que hasta ahora no había experimentado en radio?
–No tanto como eso. Estoy haciendo lo de antes.
–¿Pero usted cuánto cambió?
–Cambié, pero no catastróficamente. Yo no he cambiado por haberme cambiado de radio. Yo he cambiado en estos años.
–¿Por qué usa la expresión "catastróficamente"?
–Porque hay cambios que son cataclísmicos. Se produce una rajadura en la tierra, de golpe hay destrucción y nueva construcción. Ese es un cambio violento, drástico y decidido. Los cambios que se producen en este programa en general se perciben a lo largo del tiempo. Como casualmente aquí hubo un cambio de emisora que implicó también cierto cambio en el personal, por ahí hay algunas cosas que se notan más.
–Justamente, el cambio de emisora es lo puntual aquí porque la mudanza a Radio 10 generó muchos comentarios.
–Comentarios del mundo mediático, que parece haberse instalado de golpe en la fiscalía del universo. Los contenidos del programa son los mismos de siempre. Y yo he estado en muchas radios, ninguna de las cuales estaba gerenciada por la madre Teresa de Calcuta. Los empresarios son empresarios. Ustedes mismos trabajan para un empresario. Yo también trabajo para un empresario y eso no quiere decir que yo sea su socio o su compañero de conspiración. Lo único que yo he hecho en todas las radios es buscar una excelencia que no me ha sido gratuita. Yo podría ser mucho más próspero de lo que soy (levanta la voz) si hubiera aceptado cosas que los mismos medios que comentan mi cambio de radio no comentan de otros. Un tipo que ejerce la estupidez durante veinte años, en un medio cualquiera, sigue siendo un estúpido por más que lo haga en un medio políticamente correcto. Yo trato de huir de la estupidez y puedo decir que he estado durante muchos años en distintas radios tratando de hacer lo mejor que mi modestísima dotación puede. ¿Cómo se entiende que cada tipo que venga acá a mi casa me pregunte por Radio Diez? ¿Son todos santos y los de Radio Diez son todos ladrones? ¿Por qué no lo publican directamente en vez de hacer tanto eufemismo? Por qué no dicen: "¿Por qué está usted en una radio de fascistas?". ¿Por qué no lo dicen? Porque no se atreven a decir en esos medios lo que ellos mismos piensan internamente. Y además le voy a decir una cosa: ¿sabe lo que es el fascismo? Es juzgar a la gente no por su responsabilidad personal sino por la pertenencia a un grupo. Entonces cuando un tipo es judío, es negro o pertenece a una clase social que no es la que está en el poder, ese tipo es culpable aunque no haya cometido ningún delito o desliz. Eso es fascismo. Yo estoy trabajando en una radio que lo único que significa para mí es una frecuencia en el dial donde me pueden encontrar. Significa también mejores condiciones de trabajo. No más plata. Mejores condiciones de trabajo que las radios progresistas no me dieron nunca. Aprovecho para decirlo. Y significa también un mayor respeto al público porque salgo por una emisora que se escucha mejor, que recibe al público en un salón que le cuesta 20.000 pesos por mes y lo pagan. Lo pagan por respeto al público. No me la llevo yo esa plata, es un dinero que va destinado a atender mejor a la gente. Las radios progresistas atienden donde pueden tarde y mal.
–¿Radio Diez es una radio fascista?
–Si fuera una radio fascista yo no estaría allí. En todo caso, ¿qué es una radio fascista? ¿Una radio donde alguno de los conductores es fascista? No lo sé eso.
–¿Eduardo Feinmann qué es?
–Bueno, yo no lo escucho porque no forma parte, naturalmente, de mis santos. Pero tampoco soy su cómplice. Hablemos, si usted quiere, de otras radios.
–Pero en cuanto a la línea ideológica. Radio Diez tiene una línea ideológica, clara, concreta, particular…
–Una radio no tiene una línea ideológica, una radio no es un club ni un movimiento conspirativo que presuma una conducta homogénea de quienes participan. El que vende Coca Cola, vende Coca Cola, no es un agente del imperialismo yanqui. En todo caso, si es una radio fascista, allí estaremos nosotros para hacer antifascismo como lo hemos hecho siempre y para defender el pensamiento libre, el pensamiento crítico y la inteligencia. El que dude de eso, que escuche el programa, a ver de lo que hablamos.
–¿El público de Radio Diez es un desafío nuevo, diferente?
–No nos engañemos. El público es el de Dolina de siempre.
–¿Cree que el público de Dolina, en todo caso, acepta el cambio de radio?
–Algunos sí y otros no.
–¿Y eso cómo le cae?
–Me produce una gran perplejidad porque se supone que si, por un lado, son partidarios de la libertad de conciencia y, por otro lado, juzgan que resulta un acto fascista el poner el dial en un número determinado, eso me parece una superstición, por favor. La radio es un acto mecánico, es la selección de una onda. Después, que ellos comercialicen esto de un modo homogéneo está bien, pero no hay ninguna obligación de que yo tenga que compartir el ideario ni de Feinmann ni de ninguna de las personas que están o estaban en Radio Continental, en Radio Mitre, en la Rock & Pop, en ninguno de los otros lugares. Yo no estoy de acuerdo ni con estos tipos ni con ninguno de los otros. Y si yo tuviera que estar en una radio totalmente a mi gusto y adaptada a mi forma de pensar, la verdad es que tendría que comprarme una.
–Los periodistas a veces tenemos ese problema. Nunca estamos en concordancia con los dueños de…
–Yo tengo la suerte, que no tienen algunos periodistas, de poder hacer lo que me da la gana.
–¿Con Hadad cómo se lleva?
–Lo conozco a él, lo conocí, lo saludé y es un tipo muy correcto pero yo qué sé lo que hace.
–¿Hablaron alguna vez de las diferencias ideológicas que hay entre ustedes?
–No, en absoluto. Es más, la reunión que tuve fue muy protocolar. Yo hice mis arreglos con otras personas, no con él. Fue todo muy correcto. ¿Qué me va a decir? "Hágame el favor, defienda a la derecha." No funcionan así las cosas, muchachos. Funcionan de un modo peor a veces. Hay medios que cacarean progresismo y que en realidad trabajan de un modo distinto y además tienen una conducta empresaria absolutamente canallesca.
–¿Su partida de Continental tiene que ver con eso?
–Mi partida de Continental tiene que ver con conflictos estrictamente laborales y no ideológicos. Yo nunca tuve ninguna instrucción en ningún aspecto.
–De todos modos estas situaciones de estar en terreno escabroso, minado, conflictivo…
–Yo creo que es mentira eso, no es un terreno conflictivo. A los medios les resulta interesante que esto parezca conflictivo. ¿Qué raro? Parece que todo el mundo puede cambiar de radio menos yo. ¿Por qué no le hacen la misma pregunta a Rolando Hanglin? ¿Por qué me la hacen diez veces a mí y ninguna a él? ¿Cuál es el asunto? Yo sé cuál es el asunto, pero no se los voy a decir. No quiero contribuir a aquello a lo que me estoy oponiendo.
–Está identificado como un referente del libre pensamiento, su público es progresista…
–Y lo soy.
–¿Usted se define como progresista?
–Si tuviera que definirme, lo aceptaría. Contestar esa pregunta es aceptar sus términos. Yo no me defino.
–¿Por que no le gusta que lo encasillen?
–No, el progresismo parece también, especialmente en la Argentina, un grupo de personas que tienen ideas supuestamente avanzadas en todo aquello que no toque ningún privilegio.
–¿Dónde se para ideológicamente entonces?
–Donde estuve siempre. Podría definirme como alguien que está cerca de las izquierdas pero también como alguien que comprende que la libertad es un punto que no se debería negociar. Y por lo general, cuando tenemos proyectos colectivos muy fuertes, aparece de algún modo lesionado el individuo. La experiencia, la historia de las izquierdas en estos últimos años obliga a un replanteo. Y yo creo que, como tantos que han creído a veces con cierta ingenuidad en algunos proyectos utópicos, que han creído en el socialismo, que han creído en la Argentina del peronismo, estamos en un momento en el que aquellos sueños no han sido reemplazados por otros. Pero si quieren que les diga en pocas palabras todo esto, les voy a decir que si bien soy un hombre de izquierdas y simpatizo con las causas más populares, me parece que las utopías nos conducen a veces por el rumbo incierto de los tomates. Como dice el pensador barcelonés Jorge Wasenberg, lo mejor son utopías pero que no duren dos mil años sino que puedan irse modificando conforme a las circunstancias históricas varias.
–¿Con el kirchnerismo cómo se lleva?
–Bastante bien. Aplaudo que hay algunos pobres menos. Que hay alguna firmeza ante ciertas presiones exteriores. Y aplaudo mucho más cuando miro para atrás y observo el universo neoliberal del que salimos.
–¿Hay algo que le hace ruido de esta sensación de bonanza poscrisis?
–Después de tanto tiempo hay que disfrutar. Son felicidades burguesas. ¿Por qué renunciar a ellas?
–¿Usted se aburguesó?
–Seguramente, sí. No hay más remedio. Me aburguesé en mis maneras de vivir.
–¿Cómo son sus maneras de vivir?
–Son estas que ves aquí, muy sencillas. En mi trabajo no me he aburguesado. Por el contrario, en general, buscamos caminos difíciles.
–¿Esto de tener que explicarse en esta radio es un camino difícil para usted?
–No. Esto no es más que la consecuencia de cierto grado de estupidez mediática.
–¿Qué es lo que más felicidad le da en este momento de su vida, en esta etapa?
–Yo diría que hay tres puntos: el amor, los afectos de los hijos y la inteligencia.
–¿Y el paso del tiempo?
–El paso del tiempo es lo que me impide gozar de las tres cosas que le acabo de nombrar.
–¿Le molesta?
–Me impide disfrutar cada segundo. Cada felicidad que vivimos es irrecuperable. Y más cuando uno llega a una edad en que ha perdido mucho. Que se han muerto algunos. Se han muerto muchos mayores, se han muerto maestros. Evidentemente comienza lo que uno llamaba el sentimiento trágico de la vida, que de todos modos yo lo tengo desde los quince años. No es una cuestión de edad. Pero con la edad, el paso del tiempo se hace patente. A los dieciocho años, uno es inmortal. Alguien tuvo la mala idea de obsesionarme con este asunto y entonces no pude disfrutar de la inmortalidad ni siquiera cuando lo era. Ahora que pasa el tiempo, el temor a la vejez tiene características de inminencia. Sin embargo, me parece a mí que esta finitud que tenemos, esta esclavitud del tiempo, es el precio que debemos pagar por el amor.
–¿Teme a la muerte?
–Da más miedo la idea de que todos los que amamos se van a morir. Cuando era chico no tenía miedo a morirme yo, tenía miedo de que se muriera mi vieja.
–¿Y las mujeres?
–Las mujeres bien. Las mujeres son una forma de ilusionarse con la inmortalidad. Hay una edad, un momento de la vida en que uno desaparece como objeto de deseo. Después de ese momento, la vida amorosa que se tiene es de segundo orden. Algunos tienen la suerte de prolongar ese mantenimiento del modo que sea. Por suerte, por casualidad, porque sos flaco. Y por ahí te parece que sos inmortal.
–¿Tiene debilidad por las chicas jóvenes?
–No. Tengo debilidad por la belleza, y la belleza, en general, es joven. No es que tenga debilidad, sucede así.
–¿Siente la exigencia del público? ¿Le preocupa estar a la altura del Dolina que la gente espera?
–No, el público más bien quiere que uno siga haciendo las gracias más sencillas y más directas. Es conservador.
–¿En las ideas?
–Conservadoramente progresista.
–Lo llevo a un tema del pasado que salta en el archivo: su apoyo a Ruckauf…
–Bueno, eso fue un error. Un error mío. Pero los que me criticaban también se equivocaron. Yo me equivoqué con Ruckauf, pero me parece que mucha más gente se equivocó y mucho más feo con De la Rúa, así que… todos nos equivocamos.
–¿Sus ideas entraron muchas veces en contradicción con estas cosas? Digo: Ruckauf, las radios, los medios de comunicación, las radios, en su época, los milicos.
–¿A qué se refiere?
–A haber hablado alguna vez con Ruckauf, a estar ahora…
–Déjense de joder. Yo trabajaba en la revista Humor cuando muchos de ustedes estaban escondidos debajo de la cama. Así que váyanse al carajo. Y qué me querés decir, yo nunca estuve cerca de nada. ¿Qué me querés decir? Fijate bien en los archivos. Por ahí encontrás de dónde vengo.
–En Radio El Mundo, cuando todavía estaba manos de la Marina, ¿es probable?
–No. Yo no trabajé durante la dictadura. Ese era otro, eh. En la dictadura trabajé pero en Humor, que no estaba intervenida por los militares. Ustedes son muy piolas para preguntar pero resulta que muchos de los tipos que me vienen a preguntar boludeces estaban escondidos debajo de la cama. Así que mi respuesta es váyase al carajo. Yo estoy harto de todo esto. Yo soy un tipo de lo más decente que puede encontrar y que me venga a preguntar si alguna vez estuve hablando con Ruckauf… ¡Dejate de joder! ¿Por qué no preguntás quién soy yo y cuántos amigos me mataron?
–No es nuestra intención ofenderlo. Estamos preguntando.
–Rechazo la pregunta y mi respuesta es váyase al carajo. Terminamos la nota. ¡Me venís a faltar el respeto! ¿Qué soy yo? Andá a la mierda, loco.
–Lamentamos que se pongas así.
–Pero cómo querés que me ponga, a mí me venís a decir, a mí que tengo muertos en la familia, me venís a decir: "¿Cómo sintió usted sus contactos con radios intervenidas por los milicos?".
–Sólo se lo estamos preguntando…
–Lo estás preguntando mal. ¿Pero cómo no me voy a enojar? Toda la nota ha sido una demostración de fascismo y de intolerancia. A ver: ¿por qué mierda me cambié yo a la Radio diez? ¡Porque se me dio la gana!

[Publicado en febrero de 2007 en Revista Veintitrés y reproducido en distintos medios]



La conspiración de las mujeres hermosas
Cuando Jorge Allen, el poeta, se cruzaba con alguna mujer hermosa, caia en el mas hondo desasosiego.
Esta muchacha no será para mi, pensaba, mientras la veia doblar para siempre la esquina.
Es que cada mujer que pasa frente a uno sin detenerse es una historia de amor que no se concretará nunca. Y ya se sabe que los hombres de corazón sueñan con vivir todas las vidas.
En ocasiones especiales, Allen usurpaba el tranco de las más buenas mozas para decirles algo.

-Vea: si no me conoce, no podrá usted darse el lujo de olvidarme.

Pero casi siempre ocurría lo mismo. Las pibas de Flores no mostraban el menor interés en olvidar o recordar al poeta.
Cabe ahora mismo salir al paso de la suspicacia general, aclarando que Allen era un joven de grata y recia figura. Además era muy versado en amorosas cuestiones. En verdad, casi no se ocupaba de otra cosa.
Una tarde, envenenado por la fráa mirada de una morocha en la calle Bacacay, el hombre tuvo una inspiración: sospechó que la indiferencia de las hembras más notables no era casual. Adivinó una intencion común en todas ellas. Y decidió que tenía que existir una conjura, una conspiracion.
El la llamo La Conspiración de las Mujeres Hermosas.
Allen nunca fue un sujeto de pensamientos ordenados. Pero su idea interesó muchisimo a las personas mas reflexivas del barrio de Flores. El primer fruto que se recuerda de estas inquietudes fue la memorable conferencia en el cine San Martin pronunciada por el polígrafo Manuel Mandeb.
Su título fue "De las mujeres mejor no hay que hablar" vale la pena transcribir algunos parrrafos conservados en la dudosa memoria de supuestos asistentes.

"...Nadie puede negar el poder diabólico de la belleza. Se trata en realidad de una fuerza mucho mas irresistible que la del dinero o la prepotencia. Cualquiera puede despreciar a quien lo sojuzga mediante el soborno o el temor. Por el contrario uno no tiene mas remedio que amar a quien le impone humillaciones en virtud de su encanto. Y esta es una trágica paradoja.
"...Las mujeres hermosas de este barrio conocen perfectamente la calidad de sus armas y las utilizan con el único fin de provocar el sufrimiento de los hombres sensibles. Ostentan su belleza y sin embargo no permiten que uno la disfrute. Cuentan dinero delante de los pobres. Esta perversa conducta no puede ser inconsciente. Obedece, sin duda a un plan minuciosamente pensado.
"...Cada vez que me acerco a una señorita para presentarle mi respeto.
no recibo otra cosa que gestos de desagrado, gambetas ampulosas y aun amenazas de escandalo. Ya no se puede ceder el paso a una dama sin que se sospeche que esta por permitido perpetrarse una violacion."

Desde la cuarta fila, un grupo de colegialas le retruco al conferenciante, llamando su atencion acerca del comportamiento de los conductores de camionetas. Opinaban las niñas que estos profesionales, mas que requerirlas de amores parecían proponerse insultarlas.
Este que escribe opina que la objecion es interesante. Con toda frecuencia se ven por las calles individuos que lejos de postularse como admiradores de las señoritas que se les cruzan, proceden a agraviarlas con frases puercas.
Aqui surge un tema polémico. En que consiste el piropo? Cual es su objeto y escencia?
Algunos sostienen que se trata de un género artístico: Un hombre ve a una mujer, se inspira y suelta parrafos. No existe la esperanza de una recompensa, basta con la satisfacción de haber cumplido con los duendes interiores.
Si este es el criterio correcto, la actitud de los conductores de camionetas es perfectamente comprensible. Tal vez quepan reparos de índole académica. Se puede opinar que es artísticamente superior un madrigal que un manotazo, pero ambas expresiones se encuadran rigurosamente en la definicion que se ha sugerido anteriormente.
Otra corriente -menos desinteresada- piensa que todo piropo manifiesta la intención de comenzar un romance. Vale decir que se espera de la dama que lo recibe una respuesta alentadora.
Dificil sera -por cierto- que alguien obtenga una sonrisa a cambio de uan groseria. El asunto es apasionante y fue desarrollado por el propio Mandeb, mucho despues, en un libro que se llamó "La objecion de las colegialas", título que despertó un equivocado entusiasmo entre los conductores de camionetas.
Pero volvamos a la conferencia.
Manuel Mandeb presentó durante su exposicion a un italiano y a un brasilero, quienes -dificultosamente-expresaron que, en sus países, los idilios se concertaban en forma rápida entre personas desconocidas y que muchas veces bastaba con leves gestos para entenderse bien.
Curiosamente, el propio conferencista desautorizó a sus invitados.

"...Está muy bien reclamar la tolerancia de las señoritas. Pero todo amorio debe presentar una cantidad razonable de escollos. Para serles franco, no quisiera saber nada con una mujer capaz de entreverarse en dos minutos con un tipo como yo."

La conferencia terminó en un tumulto. Varias conspiradoras asistentes empezaron a quejarse de recibir propuestas indecorosas de los caballeros vecinos. Probablemente se trataba de conductores de camionetas.
Los Refutadores de Leyendas hicieron oír su voz algunos días más tarde. En una de sus habituales reuniones manifestaron que no creian en la posibilidad de la conspiracion. El argumento de los racionalistas merece consideracion: segun ellos las mujeres hermosas se odian entre sí y es inconcebible cualquier tipo de acuerdo. Declararon tambien que es falso que esta estirpe no haga caso de lso hombres: todos los dias uno ve hermosas muchachas acompañadas por algun señor.
Ya en el colmo de la locura, los Hombres Sensibles contestaron que allí estaba el punto: el señor que acompaña a las mujeres hermosas es siempre otro y esto provoca aún más tristeza que cuando uno las ve solas.
No sería extraño que estas damas y sus acompañanates no fueran sino íncubos y súcubos que recorren el mundo para der dique a las almas sencillas.
Ives Castagnino, el musico de Palermo, razonaba de este modo: si el propósito de las mujeres terribles es hacer sufrir a los hombres, tienen dos maneras de lograrlo: 1) No viviendo un romance con ellos.
2) Viviéndolo.
Segun parece, al músico lo aterrorizaba mucho más la segunda posibilidad.
Como puede suponerse, las muujeres hermosas consultadas negaron siempre la existencia de la conjura,.De cualquier modo, hay que reconocer que la encuesta no fue demasiado amplia. En primer lugar, las señoritas entrevistadas desconfiaban de los encuestadores y pensaban -con toda razon- que trataban de seducirlas. Y por otra parte resulta una verdadera ingenuidad que, quienes son capaces de una gesta tan oscura, se presten a revelar el secreto precisamente a sus victimas.
Como suele ocurrir en estos casos, el tema de discusion se bifurcó innumerables veces y tomó el rumbo de los tomates.
Hubo quienes pidieron que se aclararan los limites de la hermosura para saber cabalmente quienes eran las mujeres que alcanzaban esa categoria.
La cuestion es ardua, como todo juicio estético. Se pueden tener en cuenta -quiza- algunos indicios. Se dice que si una dama es muy linda, las demas la tendrán por tonta. Pero no puede tomarse este lugar comun como precepto, pues es cosa evidente que existen mujeres que, siendo tontas, son al mismo tiempo feas. Inclusive hay gente que sostiene haber conocido señoritas hermosas e inteligentes, lo cual para mi gusto es demasiado.
El asunto se torna todavía más complejo a causa de la acción de los Agrandadores de Loros, unos caballeros más bien babosos, que con halagos y falsedades consiguen que ciertos bagayos se crean la reina del corso.
Así, los hombres de corazon llegan a padecer la violencia de verse rechazados por damas que jamás pensaron seducir. La tarea de los Agrandadores ha ido muy lejos y ha llegado incluso a las tapas de las revistas y avisos de publicidad, donde se proponen a la admiracion de la gente de toda clase de pescados con disfraz de Colombina.
Pero los Hombres Sensibles siempre supieron cuando se hallaban ante la presencia de una mujer hermosa. Sentian lo que Mandeb describia como una patada en el corazón. Y no se equivocaban nunca.
A decir verdad, jamás se alcanzaron a reunir pruebas convincentes sobre la existencia de la conspiracion. Pero sus efectos se siguieron padeciendo.
Pese a todo, Allen, Mandeb y todos sus amigos siguieron recorriendo las esquinas haciendo fuerza para creer que detrás de alguna puerta iba a aparecer la mujer que les salvaría la vida.
Por suerte para los muchachos, hubo siempre entre las damas conjuradas algunas Traidoras Adorables.
Naturalmente toda traición tiene su precio y muchas veces la exigencia era el amor eterno. Los Hombres de Flores pagaban una y otra vez este arancel. La denuncia de Jorge Allen ya ha sido olvidada en el barrio del Angel Gris. Pero aunque nadie converse sobre el asunto, basta con asomarse a la puerta para comprobar que las cosas siguen como entonces.
Allí están las mujeres hermosas, en Flores y en toda la ciudad, gritando con sus miradas de hielo que no estan en nuestro futuro ni en nuestro pasado.
Allí esta la abominable secta de las Chicas con Novio, poniéndonos ante la espantosa verdad de que siempre hay un hombre mejor que uno.
El camino para derrotar a esta muralla es largo y penoso, pero seguirlo es deber de los criollos arremetedores.
No hay más remedio que quererlas a pesar de todo. Y más todavía, tratar de que a uno lo quieran. Esta segunda labor es especialmente complicada y puede llevar la vida eterna. Consiste -por ejemplo- en ser bueno, aprender a tocar el piano, convertirse en heroe o en santo, estudiar las ciencias, comprarse una tricota nueva, lavarse los dientes, ser considerado y tierno y renunciar a los empleos nacionales.
Una vez hecho todo esto, ya puede el hombre enamorado, pararse en la calle y esperar el paso de la primera mujer hermosa para decirle bien fuerte:
-He sufrido mucho nada mas que para saber su nombre.

Seguramente, la tipa fingira no haber oido, mirara al horizonte y seguira su camino.
Pero será injusto.


 
Balada del amor imposible
Los cronistas más serios del barrio del Angel Gris coinciden en destacar la propensión de sus habitantes hacia los amores imposibles.
Así, mientras los jóvenes de otros barrios se enamoran de muchachas groseramente posibles, los hombres de Flores parecen condenados a amar - casi siempre en secreto - a mujeres que no serán para ellos.
Y en honor a estas damas es que los Hombres Sensibles hacen lo que hacen.
Algunos emprenden desde chicos el estudio del violín, únicamente para aprender a tocar un vals en obsequio de su amada. No importa que ella no alcance jamás a oírlo. Ese no es el punto.
Otros indagan los secretos de la versificación y se sumergen en el dolor para lograr una poesía.
Hay quienes se ejercitan en el coraje y cultivan la guapeza. Y no faltan los que eligen la melancolía o la locura.
Piensan los Hombres Sensibles que siendo mejores merecerán ser amados. Y para la ética sentimental de este barrio, los mejores hombres son artistas, valientes, tristes o locos.
Por eso los muchachos más virtuosos de Flores sufren por amor.
Esta realidad ha despertado la atención de todos y la piedad de muchos.
Cada semana, los enamorados de Flores reciben el consejo de sus amigos sabios de otras barriadas.
- ¿Por qué amar a la Gran Marquesa del Norte, que es en realidad un duende? ¿Por qué no conformarse con la hija del yesero?
Son voces tentadoras que exponen las ventajas del amor razonable.
A estas exhortaciones, los Hombres Sensibles responden - no sin acierto - que en el amor no existe el libre albedrío y que nadie puede decidir de quién va a enamorarse.
Sin embargo - ya a riesgo de caer en especulaciones psicológicas fuera de tono - cabe reconocer que los muchachos del Angel Gris tienden a aproximarse sentimentalmente a las mujeres que menos les convienen.
Los tratadistas de Villa del Parque y los Refutadores de Leyendas sostienen que buscar pareja es una tarea enteramente racional y hasta científica.
Vale la pena citar la novela didáctica "Hoy te amo con la cabeza", del profesor Amadeo Battista. Esta obra esconde - apenas - la tesis antedicha, entre los rotosos pliegues de su trama.
Parecidos criterios auspicia la esposa de este pensador, la doctora Alba C. de Battista en su libro "Me casé con un cretino".
Muchos hombres de negocios, comerciantes e industriales de la zona han entendido que el amor imposible es cosa nefasta, no sólo para el que ama, sino también para el desarrollo de las actividades productivas en general.
Declaran estos lúcidos mercaderes que, por lo común, los enamorados sin esperanza son pésimos empleados, más atentos al recuerdo de unos ojos pardos que a la correcta realización de una nota de débito.
Tratando de reducir el número de desencuentros amorosos en beneficio de la felicidad general, los Refutadores de Leyendas con la ayuda de dos contadores de la Sociedad de Fomento de Villa Malcolm, prepararon las Tablas del Amor Infalible, especie de regla de cálculo según la cual las medidas del cuerpo del hombre, su coeficiente intelectual, su edad, su educación, fortuna y berretines determinaban de un modo preciso a la mujer más conveniente para sus planes amorosos.
Esto es ni más ni menos que la refutación de una leyenda o - lo que es peor - su reducción a términos científicos. La leyenda es ésta:
"Hay para cada hombre una mujer, una sola, que reúne todas las virtudes que ese hombre sueña. Su belleza está hecha para deslumbrar a ese hombre.
Su voz ha sido creada para seducirlo. Su inteligencia, para suscitarle y sugerirle ideas amables. Su ternura, para hacerle dulce el diario sufrimiento.
Esa mujer existe y anda por esas calles. Pero el destino ha decidido que nunca jamás se crucen los caminos de ningún hombre con la mujer que para él fue concebida."
Manuel Mandeb asegura en sus Memorias que cierta tarde creyó reconocer a lo lejos a la mujer que le correspondía, conforme a la leyenda. Inmediatamente se trabó en lucha con el destino y trató de alcanzar a la muchacha. Lo consiguió en la esquina de Artigas y Avellaneda. Luego de interceptarle el paso, procedió a explicarle la vieja creencia de los Hombres Sensibles, mientras se secaba el sudor y trataba de recobrar el aliento.
Pero la mujer no conocía la leyenda, o tal vez la conocía y la acataba puntualmente: dio media vuelta y se fue por Artigas hacia el norte.
Y ya que mencionamos a Manuel Mandeb, conviene recordar que su ilegible prosa se alzó solitaria frente a los tratados racionalistas y a los inventos de los Refutadores de Leyendas.
El polígrafo de Flores dejó un voluminoso estudio caratulado Registro de amores imposibles en la línea del Sarmiento.
La obra consta de 914 fichas que corresponden a otros tantos casos concretos de amor sin recompensa. Está dividida en cuatro capítulos:
El primero, subtitulado Nunca le dije nada, es el más extenso y registra episodios protagonizados por enamorados silenciosos.
El segundo, Negativas expone 115 rechazos, sus motivos, sus términos y consecuencias, para no hablar de otros detalles más bien superfluos que suelen recargar toda la obra de Manuel Mandeb.
El tercer capitulo, Amargo desengaño, cataloga 126 decepciones, incluidas cuatro padecidas por el propio autor.
El cuarto y último capitulo es un inspirado texto romántico que se conoce como Elogio del amor inconcluso. Veamos este párrafo:
"...Así como las personas que mueren en la plenitud nos ahorran el recuerdo de su vejez, los amores interrumpidos abruptamente siguen viviendo en nuestro corazón no como brasas agonizantes, sino como horrorosas llamas que queman cada noche...
"...No hay mejor amor que el que nunca ha sido. Los romances que alcanzan a completarse conducen inevitablemente al desengaño, al encono o a la paciencia; los amores incompletos son siempre capullo, son siempre pasión."
Pero dejemos ya a Manuel Mandeb y reflexionemos sobre ese delicado asunto. Es cierto que infinidad de personas decentes viven la módica dicha del amor común y corriente.
Pero el amor imposible, aquél del cual solamente son capaces los Hombres Sensibles de Flores, es el único cabalmente maravilloso y digno de admiración.
Ocurre así: un muchacho se enamora de la Mujer Más Hermosa.
Desde ese momento, su vida no tiene otro sentido que ese amor.
Sin embargo, el hombre sabe que no tiene chance en esa carrera, pues las Mujeres Más Hermosas suelen casarse con otros caballeros, generalmente ricos o buenos mozos o ambas cosas.
Sus buenos amigos le aconsejarán el olvido, pero este hombre ha nacido en Flores y no tiene la menor intención de gambetear el dolor.
Y cada día deja mansamente que la tristeza le invada los huesos y que tiña hasta el último de sus pensamientos.
A veces, las distracciones y los mundanos asuntos amenazarán con hacerle olvidar siquiera por un momento su amor y pesadumbre. Pero el hombre reaccionará inmediatamente y se sumergirá otra vez en su propio abismo.
Que nadie se engañe. Este hombre que ríe a carcajadas cuando algún conocido le refiere el cuento de los supositorios, está pensando en su amor imposible.
Y la sangre que hincha sus venas es negra y espesa.
Pero, atención. Este amor que lo hace desgraciado es el que le hace mejor. El ya ha renunciado a la Mujer Más Hermosa. Jamás padecerá decepciones. Su pasión no envejecerá ni se envilecerá. Nadie podrá engañarlo.
Y a fuerza de bañarse cada día en el sufrimiento, habrá aprendido el secreto de la resignación.
Los caballeros exitosos no conocerán jamás la verdadera esencia de amor imposible. Ellos jamás juegan su vida a una sola baraja. Con toda prudencia realizan inversiones en uno y otro lugar para compensar con unas las pérdidas ocasionadas por otras.
Pero el amor imposible no es cosa de prudentes sino de Quijotes.
Sólo cuatro veces en doce años vio Alonso Quijano a Aldonza Lorenzo.
Jamás cruzaron palabra. Pero eso le bastó para vivir en ella y por ella.
Sin esperar recompensa.
Por eso, señores, si acaso atesoran ustedes uno de estos metejones locos, a no arrepentirse. Sigan soñando y esperando lo imposible. Aunque sepamos que nuestras ilusiones no habrán de cumplirse nunca, sigamos acariciándolas. Lo contrario sería - como pensaba Wimpy - confundir una ilusión con un pagaré.
Será una larga jornada. Muchas veces tendremos ganas de contar nuestra pena, pero no podremos hacerlo, para no profanarla. Siempre estaremos solos y tristes, pero no es para tanto. Después de todo, ya se sabe que los únicos paraísos que existen son los paraísos perdidos.


 
El psicoanálisis en Flores
Ilustración: Gerardo Bustos

La historia del psicoanálisis en el barrio de Flores es bastante curiosa. Quienes conocen a los Hombres Sensibles ya sospecharán que las teorías de Freud no fueron formuladas pensando en ellos. Y aunque estos varones siempre fueron aventureros y buscadores de sueños, cuesta bastante imaginarlos en el sillón de un psicoanalista.

Sin embargo, muchos profesionales alcanzaron cierto éxito en el barrio del Angel Gris.
Algunos fueron consultados por los Hombres Sensibles y hasta existieron escuelas y corrientes opuestas que dieron lugar a apasionantes polémicas.

El primer analista que se estableció en Flores fue -según dicen- el doctor Mauricio D. Finkel. Los comienzos no fueron fáciles y su consultorio de la avenida Rivadavia permaneció desierto durante meses. Los vecinos creían entender que Finkel adivinaba la suerte o tiraba las cartas o tal vez vendía rifas.

Con esa idea se presento un día de invierno el primero de sus pacientes. Se trataba del poeta Jorge Allen, quién buscaba consuelo a un desengaño amoroso y pensó que no estaba del todo mal intentar alguna solución mágica.

Finkel lo hizo recostar en su diván y lo invito a hablar. Allen le contó minuciosamente como había sido abandonado por cierta señorita de La Paternal, la forma en que sufría y otros detalles menores. Transcurrido un buen rato, Finkel se levantó y dio por terminada la entrevista.

- Bien - dijo Allen -. Que hago?
- Venga el jueves a la misma hora.
- Para que?
- Vea, se trata de que usted vaya comprendiendo su propio problema. La solución la encontrara precisamente en esa misma comprensión.

Allen regreso varias veces. Comprendió perfectamente su caso, lo cual no le sirvió de nada: la chica de La Paternal se casó con un consignatario de Alberti. Enterado de esta tragedia, el enamorado anunció a Finkel su decisión de interrumpir el tratamiento.

- Usted no entiende - sentencio el analista -; el punto es ubicarlo a usted ante la realidad para que acepte y supere el dolor.
- No deseo superar el dolor. Ya he perdido a la mujer que quería: ¿Pretende usted dejarme también sin el sufrimiento? Dígame cuanto le debo.

A pesar de este primer fracaso, Finkel hizo carrera. Cuando los Hombres Sensibles se enteraron de la teoría del subconsciente, creyeron encontrarse ante una hermosa leyenda.

En la plaza, los Narradores de Historias sorprendían a su auditorio manifestando que todos llevábamos dentro a otro señor, que es en verdad el que domina nuestra persona.
Agregaban que este señor oculto aparecía en los peores momentos, poniendo en nuestras vidas notas de lujuria, bestialidad y grosería.

La leyenda del subconsciente se fue transformando vigorosamente y algunas de sus versiones son asombrosas.

Durante mucho tiempo se creyó en Flores que todo acto indecoroso era responsabilidad del subconsciente, quedando a salvo la inocencia de quien lo perpetrara. Así, los guarangos de la zona justificaban sus gritos, zafadurías y provocaciones culpando al extraño que llevaban dentro.

Las personas decentes y rectas se jactaban de no tener subconsciente y muchos padres amenazaban a sus hijos con disponer la extirpación quirúrgica del intruso responsable de sus travesuras.

Manuel Mandeb afirmó una madrugada que él tenía varios subconscientes, la mayoría de los cuales estaba en contra suya.

Casi en los confines de Villa del Parque, algunos grupos de fantásticos creyeron que el subconsciente salía de su envoltura carnal en las noches de luna llena para cometer toda clase de perversidades.

Sea por el auge de esta leyenda, sea por la ímproba labor de grupos de lechuguinos procedentes del centro, el caso es que el doctor Finkel y algunos otros psicoanalistas llegaron a disponer de una regular clientela.

Los Refutadores de Leyendas no se opusieron a esta actividad, pues habían oído decir que se trataba de algo científico. También es cierto que no concurrían a los consultorios, lo cual es una lástima: no debe haber nada más apasionante que los sueños de un racionalista.

Con la aparición de nuevos profesionales, empezaron también los diferentes enfoques, las herejías y las discusiones.

Finkel era ortodoxo: no dialogaba con sus pacientes, se ponía lejos de su vista y no les permitía que lo miraran. Sus enemigos afirmaban que el hombre aprovechaba para dormir.
Otros aseguraban que se iba a la cocina y regresaba sobre el final de la sesión. Y no faltaban los que creían que atendía a dos o más personas al mismo tiempo, dando vueltitas de inspección entre pieza y pieza.

Otros psicoanalistas prefirieron enfrentar a sus clientes y discutir con ellos. Una rama de la calle Bilbao se llevo esta actitud al extremo. Así nació la Escuela Psicoanalítica de la Mala Sangre.

Los médicos que siguieron esta novedosa técnicas se propusieron reaccionar ante el relato del paciente de un modo evidente y hasta exagerado, para que el enfermo comprendiera que se lo compadecía.

Por ejemplo: si un señor contaba que su esposa lo tenía harto, el analista lloraba amargamente hasta caer en la desesperación.

Claro que esta terapia tuvo, algunas veces, consecuencias desagradables.
Así, cuando alguien contaba que castigaba a sus hijos, no faltaba el psicólogo taura que se plantaba frente al escritorio y gritaba: "Por que no me pegás a mi, sinvergüenza".

Las actividades de la Escuela Psicoanlitica de la Mala Sangre cesaron, más que nada, a causa de las quejas de los vecinos.

Un negocio bastante interesante fue el de los psicoanalistas a domicilio.
La idea surgió a partir de la fuerte necesidad que muchos pacientes tenían de sus analistas a toda hora. Ciertos neuróticos pudientes pensaron que una buena solución era contratar a un psicoterapeuta de modo permanente.

Entonces se hizo bastante frecuente la costumbre de tener un analista en la casa, lo que -de paso- eliminaba la molestia de someterse a una sesión, pues no tenia mayor sentido contarle al profesional lo que este podía ver con sus propios ojos.
Lo cierto es que, en el caso de los psicoanalistas ortodoxos, su función en el domicilio del enfermo no era mucho mas activa que la de un florero.
Se limitaban a recorrer las habitaciones murmurando "jem" y asintiendo con la cabeza. Muchos de ellos todavía siguen en las casas de familias adineradas, algunos como jardineros, otros como primos o entenados.

El auge de la actividad psicoanalítica en el barrio de Flores popularizó sus técnicas más sencillas. Cualquier modista sabía lo que era el complejo de Edipo o una neurosis obsesiva. Los Hombres Sensibles se sintieron fascinados por el juego de la interpretación. Para ellos no se trataba de un ejercicio científico, sino más bien artístico. Y no les faltaba razón.

Alguien deja un paraguas olvidado en el bar La Pilarica. Interpretación: existe el deseo de volver al establecimiento.
Alguien cuenta chistes todo el tiempo. Interpretación: hay una pena oculta.
Alguien siente horror por los cuchillos. Interpretación: Hubo un accidente en la niñez.

Desde luego, los poetas del barrio acuñaron interpretaciones nuevas, muchas de ellas de alto valor literario. Veamos:
Alguien se mete el dedo en la nariz. Interpretación: Está buscando su alma.
Una mujer es demasiado hermosa. Interpretación: se trata del demonio.
Un hombre come terrones de azúcar. Interpretación: es tucumano.
Un hombre afila su cuchillo en el cordón de la vereda: venganza segura.

El mismo mecanismo se observó en la interpretación de los sueños.
Según los Hombres Sensibles, soñar con una mujer es amarla, soñar con zapatos negros es morirse, soñar con caerse es el cincuenta y seis.

Otra de las consecuencias de esta vocación psicológica fue el convencimiento general de que todo tiene orígenes mentales. Así, cuando un muchacho se ensartaba un clavo en el pie, algunos médicos aplicaban la vacuna antitetánica y otros preguntaban por la relación del ensartado con sus padres.

De cualquier modo, el entusiasmo fue decayendo. Tal vez el principal responsable fue Manuel Mandeb. El pensador árabe empezó a desconfiar de quien trataba de abarcar el alma con menesterosas definiciones.

No le gustaba tampoco la ausencia del pecado en aquellas construcciones donde no había canallas, sino enfermos y donde los sinvergüenzas eran llamados psicóticos.
De estas inquietudes surge una obtusa monografía titulada "Locos éramos los de antes".
En realidad el trabajo consiste en la exposición de ciento nueve casos de personas que concurrieron al psicoanalista, sin curarse de nada y –lo que es peor- adquiriendo una espantosa satisfacción de si mismas.

La verdad es que el trabajo de Mandeb carece de todo rigor científico, pero consigue dejar la extraña sensación de que al psicoanálisis tampoco le sobra este rigor.
Esto es quizás falso. Pero uno no termina de convencerse, tal es el efecto que los pensadores pasionales, como Manuel Mandeb, producen en las personas razonables.

Hoy en día, supongo yo, los grandes investigadores del alma transitaran otros caminos menos pintorescos. Ya no parece tener mucho sentido contarle nuestras fantasías a un señor durante veinticinco años para ver si conseguimos dormir tranquilos.

Mis amigos ilustrados me cuentan que hay nuevas técnicas y que la ciencia adelanta a modo bestial.


Como quiera que sea, el sencillo propósito de esta nota ha sido llamar la atención sobres aspectos estéticos del psicoanálisis. No importa que no sirva para nada: sus rituales, sus aristas absurdas, sus tiros en la noche, sus metáforas, su solemnidad son elementos que un verdadero artista no debería desechar jamás.

Tal vez llego tarde y todos han comprendido esto. Quizás los terapeutas y sus pacientes no hacen más que jugar, semana tras semana, un juego apasionante en que las fichas son sueños, ilusiones, fantasías, recuerdos, angustias, amores, desencuentros y frustraciones

Esto es casi tan bueno como curar manías persecutorias.


 
Balada de la primera novia
El poeta Jorge Allen tuvo su primera novia a la edad de doce años. Guarden las personas mayores sus sonrisas condescendientes. Porque en la vida de un hombre hay pocas cosas mas serias que su amor inaugural.
Por cierto, los mercaderes, los Refutadores de Leyendas y los aplicadores de inyecciones parecen opinar en forma diferente y resaltan en sus discursos la importancia del automovil, la higiene, las tarjetas de credito y las comunicaciones instantáneas. El pensamiento de estas gentes no debe preocuparnos. Despues de todo han venido al mundo con propositos tan diferentes de los nuestros, que casi es imposible que nos molesten.
Ocupemonos de la novia de Allen. Su nombre se ha perdido para nosotros, no lejos de Patricia o Pamela. Fue tal vez morocha y linda.

El poeta niño la quiso con gravedad y temor. No tenia entonces el cinico aplomo que da el demasiado trato con las mujeres. Tampoco tenia -ni tuvo nunca-la audacia guaranga de los papanatas.
Las manifestaciones visibles de aquel romance fueron modestas.
Allen creia recordar una mano tierna sobre su menton, una blanca vecindad frente a un libro de lectura y una frase, tan solo una: "Me gustas vos."
En algun recreo perdio su amor y mas tarde su rastro.
Despues de una triste fiestita de fin de curso, ya no volvio a verla ni a tener noticias de ella.
Sin embargo siguio queriendola a lo largo de sus años. Jorge Allen se hizo hombre y vivio formidables gestas amororsas. Pero jamas dejo de llorar por la morocha ausente.

La noche en que cumplia treinta y tres años, el poeta supo que habia llegado el momento de ir a buscarla.
Aqui conviene decir que la aventura de la Primera Novia es un mito qeu aparece en muchisismos relatos del barrio de Flores. Los racionalistas y los psicologos tejen previsibles metaforas y alegorias resobadas. De ellas surge un estado de incredulidad que no es el mas recomendable para emocionarse por un amor perdido.
A falta de mejor ocurrencia, Allen merodeo la antigua casa de la muchacha, en un barrio donde nadie la recordaba. Despues consulto la guia telefonica y los padrones electorales. Miro fijamente a las mujeres de su edad y tambien a las niñas de doce años. Pero no sucedio nada.
Entonces pidio socorro a sus amigos, los Hombres Sensibles de Flores. Por suerte, estos espiritus tan proclives al macaneo metafisico tenian una nocion sonante y contante de la ayuda.
Jamas alcanzaron a comprender a quienes sostienen que escuchar las ajenas lamentaciones es ya un servicio abnegado.
Nada de apoyos morales ni palabras de aliento. Llegado el caso, los muchachos del Angel Gris actuaban directamente sobre la circunstancia adversa: convencian a mujeres tercas, amenazaban a los tramposos, revocaban injusticias, luchaban contra el mal, detenian el tiempo, abolian la muerte.
Asi, ahorrandose inutiles consejos, con el mayor entusiasmo buscaron junto al poeta a la Primera Novia.
El caso no era facil. Allen no poseia ningun dato prometedor. Y para colmo anuncio un hecho inquietante:
-Ella fue mi primera novia, pero no estoy seguro de haber sido su primer novio.

-Esto complica las cosas-dijo Manuel Mandeb , el poligrafo-. Las mujeres recuerdan al primer novio, pero dificilmente al tercero o al quinto.

El musico Ives Castagnino declaro que para una mujer de verdad, todos los novios son el primero, especialmente cuando tienen caracter fuerte. Resueltas las objeciones leguleyas, los amigos resolvieron visitar a Celia, la vieja bruja de la calle Gavilan. En realidad, Allen debio ser llevado a la rastra, pues era hombre temeroso de los hechizos.

-Usted tiene una gran pena-grito la adivina apenas lo vio.
-Ya lo se señora... digame algo que yo no sepa....
-Tendra grandes dificultades en el futuro....
-Tambien lo se....
-Le espera una gran desgracia....
-Como a todos, señora....
-Tal vez viaje....
-O tal vez no....
-Una mujer lo espera....
-Ahi me va gustando... Donde esta esa mujer?
-Lejos, muy lejos... En el patio de un colegio. Un patio de baldosas grises.
-Siga... con eso no me alcanza.
-Veo un hombre que canta lo que otros le mandan cantar. Ese hombre sabe algo....Veo tambien una casa humilde con pilares rosados.
-Que mas?
-Nada mas... Cuanto mas yo le diga, menos podra usted encontrarla.
Vayase. Pero antes pague.

Los meses que siguieron fueron infructuosos. Algunas mujeres de la barriada se enteraron de la busqueda y fingieron ser la Primera Novia para seducir al poeta. En ocasiones Mandeb, Castagnino y el ruso Salzman simularon ser Allen para abusar de las novias falsas.
Los viejos compañeros del colegio no tardaron en presentarse a reclamar ecovaciones. Uno de ellos hizo hizo una revelacion brutal.

-La chica se llamaba Gomez. Fue mi Primera Novia -Mentira! -grito Allen.
-Por que no? Pudo haber sido la Primera Novia de muchos.

Entre todos lo echaron a patadas.

Una tarde se presento una rubia estupenda de ojos enormes y esforzados breteles. Resulto ser el segundo amor del poeta. Algunas semanas despues aparecio la sexta novia y luego la cuarta. Se supo entonces que Jorge Allen solia ocultar su pasado amoroso a todas las mujeres, de modo que cada una de ellas creia iniciar la serie.

A fines de ese año, Manuel Mandeb concibio con astucia la idea de organizar una fiesta de ex-alumnos de la escuela del poeta.
Hablaron con las autoridades, cursaron invitaciones, publicaron gacetillas en las revistas y en los diarios, pegaron carteles y compraron masas y canapes.
La reunion no estuvo mal. Hubo discursos, lagrimas, brindis y algun reencuentro emocionante. Pero la chica de apellido Gomez no concurrio.
Sin embargo, los Hombres Sensibles-que estaban alli en calidad de colados-no perdieron el tiempo y trataron de obtener datos entre los presentes.
El poeta converso con Ines, compañera de banco de la morocha ausente.

-Gomez, claro -dijo la chica-. Estaba loca por Ferrari.
Allen no pudo soportarlo.
-Estaba loca por mi.
-No, no... Bueno, eran cosas de chicos.

Cosas de chicos. Nada menos. Amores sin calculo, rencores sin piedad, traiciones sin remordimiento.
El petiso Caceres declaro haberla visto una vez en Paso del Rey. Y alguien se la habia cruzado en el tren que iba a Moreno.
Nada mas.
Los muchachos del Angel Gris fueron olvidando el asunto. Pero Allen no se resignaba. Inutilmente busco en sus cajones algun papel subrepticio, alguna anotacion reveladora. Encontro la foto oficial de sexto grado.
Se descubrio a si mismo con una sonrisa de zonzo. La morochita estaba lejos en los arrabales de la imagen, ajena a cualquier drama.

-Ay, si supieras que te he llorado....! Si supieras que me gustaria mostrarte mi hombria... Si supieras que lo que aprendi desde aquel tiempo...

Una noche de verano, el poeta se aburria con Manuel Mandeb en una churrasqueria de Caseros. Un payador mediocre complacia los pedidos de la gente.

-Al de la mesa del fondo le canto sinceramente....

De pronto Allen tuvo una inspiracion.

-Ese hombre canta lo que otros le mandan cantar.
-Es el destino de los payadores de churrasqueria.
-Celia, la adivina, dijo que un hombre asi conocia a mi novia....

Mandeb copo la banca.

-Acerquese, amigo.

El payador se sento en la mesa y acepto una cerveza. Despues de algunos vagos comentarios artisticos, el poligrafo fue al asunto.

-Se me hace que usted conoce a una amiga nuestra. Se apellida Gomez, y creo que vivia por Paso del Rey.
-Yo soy Gomez -dijo el cantor-. Y por esos barrios tengo una prima.

Despues pulso la guitarra, se levanto y abandonando la mesa se largo con una decima.

-Aca este amable señor conoce una prima mia que segun creo vivia en la calle Tronador.
Vaya mi canto mejor con toda mi alma de artista tal vez mi verso resista pa' saludar a esta gente y a mi prima, la del puente sobre el Rio Reconquista.

Durante los siguientes dias los Hombres Sensibles de Flores recorrieron Paso del Rey en las vecindades del rio Reconquista, buscando la calle Tronador y una casa humilde con pilares rosados. Una tarde fueron atacados por unos lugareños levantiscos y dos noches despues cayeron presos por sospechosos. Para facilitarse la investigacion decian vender sabanas.
Salzman y Mandeb levantaron docenas de pedidos.
Finalmente , la tarde que Jorge Allen cumplia treinta y cuatro anios, el poeta y Mandeb descubrieron la casa.

-Es aqui. Aqui estan los pilares rosados
Mandeb era un hombre demasiado agudo como para tener esperanzas.

-No me parece, Vamonos.

Pero Allen toco el timbre. Su amigo permanecio cerca del cordon de la vereda.

-Aqui no es, rajemos.

Nuevo timbrazo. Al rato salio una mujer gorda, morochita, vencida, avejentada. Un gesto forastero le habitaba el entrecejo. La boca se le estaba haciendo cruel. Los años son pesados para algunas personas.

-Buenas tades. -dijo la voz que alguna vez habia alegrado un patio de baldosas grises.

Pero no era suficiente. Ya la mujer estaba mas cerca del desengaño que de la promesa.
Y alli, a su frente, Jorge Allen, mas niño que nunca, mirando por encima del hombro de la Primera Novia, esperaba un milagro que no se producia.

-Busco a una compañera de colegio-dijo-. Soy Allen, sexto grado B, turno mañana. La chica se llamaba Gomez.

La mujer abrio los ojos y una niña de doce años sonrio dentro suyo. Se adelanto un paso y comenzo una risa amistosa con interjecciones evocativas. Rapido como el refucilo, en uno de lo procedimientos mas felices de su vida, Mandeb se adelanto.

-Nos han dicho que vive por aqui... Yo soy Mnauel Mandeb, mucho gusto.

Y apreto la mando con toda la fuerza de su alma , mientras le clavaba una mirada de suplica, de inteligencia o quizas de amenaza.
Tal vez inspirada por los angeles que siempre cuidan a los chicos, ella comprendio.

-Encantada-murmuro-Pero lamento no conocer a esa persona.
Le habran informado mal.
-Por un momento pense que era usted -respiro Allen-. Le ruego que nos disculpe.
-Vamos -sonrio Mandeb-. La señora bien pudo haber sido tu alumna, viejo sinverguenza....

Los dos amigos se fueron en silencio.
Esa noche Mandeb volvio solo a la casa de los pilares rosados. Ya frente a la mujer morocha le dijo:
-Quiero agradecerle lo que ha hecho....
-Lo siento mucho... No he tenido suerte, estoy avergonzada, mireme....
-No se aflija. El la seguira buscando eternamente.

Y ella contesto, tal vez llorando:
-Yo tambien.
-Algun dia todos nos encontraremos. Buenas noches, señora.

Las aventuras verdaderamente grandes son aquellas que mejoran el alma de quien las vive. En ese unico sentido es indispensable buscar a la Primera Novia. El hombre sabio debera cuidar -eso si-el detenerse a tiempo, antes de encontrarla.
El camino esta lleno de hondas y entrañables tristezas. Jorge Allen siguio recorriendolo hasta que el mismo se perdio en los barrios hostiles junto con todos los Hombres Sensibles.


 
El corso triste de la calle Caracas  
Segun una difundida leyenda, el Carnaval fue alguna vez una fiesta popular, con personas disfrazadas, musica, baile, bromas y murgas. En verdad, cuesta creer semejante cosa. Como quiera que sea, la legendaria gesta ha muerto ya. Sin embargo, como silenciosas habitaciones vacias, han quedado ciertas fechas del almanaque a las que la terquedad general insiste en adjudicar la condicion de carnavalesca. Esos dias son utilizados no ya para festejar sino mas bien para reflexionar y añorar la ausencia de la fiesta.
Se trata, segun se ve, de un curioso destino: pasar del entusiasmo a la nostalgia, de la pasion a la meditacion, de la alegria a la tristeza. Muchos espiritus taciturnos se solazan con este estado de cosas y afirman que la farra y el desenfreno de otras epocas fueron apenas un paso previo e inevitable, cuyo noble fin se cumple ahora, en el ejercicio del recuerdo.
Los Hombres Sensibles de Flores simpatizaban en cierto modo con este criterio. Para ellos el Carnaval no solamente servia para seducir señoritas en las milongas sino tambien para pensar en el paso del tiempo.
Puede afirmarse sin caer en el infundio que esta ilustre manga de atorrantes jamas consiguio entender el sentido de los Carnavales.
Manuel Mandeb pensaba que las gentes se ponian contentas en virtud de algun suceso que todos conocian menos el. Sus amigos padecian un desconcierto de la misma clase.
Esto puede explicar la extraña conducta de los Hombres Sensibles en los corsos y en los bailes.
Durante un rato hacian fuerza para sentirse alegres: bailaban, comian chorizos, se ponian caretas, hablaban con voz finita y mojaban a las damas con pomos de colores. Despues comprendian que todo aquello era inutil y entonces se iban a otros bailes, discutian con los mozos, miraban las orquestas, evocaban antiguos Carnavales y cantaban el tango Siga el Corso. Ya en la madrugada maldecian el Carnaval, se estacionaban en las esquinas desoladas y se burlaban de los caminantes que volvian a sus casas.
Pero una tarde de verano Manuel Mandeb tuvo una inspiracion genial.
Se le ocurrio organizar todos los años el Corso Triste de la Calle Caracas.
Se trataba de una idea interesante: Mandeb pensaba que en los Carnavales vulgares todos disimulaban la tristeza disfrazandose de personas alegres.
Su proyecto consistia en adoptar disfraces y actitudes melancolicas para ver si detras de ellos se instalaba la alegria.

" Si bajo la sonora risa del payaso se adivina siempre una lagrima, es posible que encontremos una sonrisa si sacamos nuestras caretas de victimas"

Si el proposito de Mandeb fue lograr un clima de pesadumbre, hay que decir que lo consiguio. El Corso Triste de la Calle Caracas era francamente tenebrosos. Todas las luces estaban apagadas. Los asistentes deambulaban como sombras fingiendo toda clase de sufrimientos.
Las murgas entonaban canciones tragicas y tangos de Agustin Magaldi.
Los disfraces eran lastimosos: de condenado a muerte, de novia abandonada, de jugador expulsado, de deudor hipotecario, de vendedor de libros y de intoxicado.
Con el tiempo el Corso Triste se fue haciendo mas ambicioso y complejo.
Jorge Allen, el poeta, empezo a escribir versos murgueros con pretension literaria.

"Si parliamo' del destino bororom bobom bobom...
?Quien conoce su camino?
Bororom bobom bobom....
Nadie puede contra la suerte la ultima carta es la de la muerte borobobom bobom bobom borobobom bobom bobom."

Los muchachos tristes de otros barrios se acercaron poco a poco y pronto circularon carrozas de hojas secas y automoviles con las ventanillas cerradas.
En el tercer año, se constituyo un jurado y se realizaron concursos y torneos.
Las comparsas se sacaban chispas para ver cual era la mas deprimente.
Los Lonyipietros del Desengaño, los Decrepitos del Mañana y Chispazos de Soledad fueron las agrupaciones mas renombradas.
Las reinas del corso eran bellisismas, pero inaccesibles y perversas. El premio anual de mascara suelta lo gano siempre el mismo individuo Hablamos -desde luego -del celebre actor Eladio del Prado, quien no tenia rival en la tecnica de la caracterizacion.
Sus primeros disfraces fueron sencillos. Una noche aparecio disfrazado de esclavo persa y todos se condoliana al ver su espalda surcada de latigazos y su cuerpo encorvado bajo el peso de enormes cadenas.
Despues, sus creaciones fueron mas complejas. Un domingo fue ciclope y a la mañana siguiente revoluciono todo el barrio buscando el ojo que se habia sacado. Fue tambien mendigo escoces y la gente lloraba al verlo soportar la nieve de Glasgow en la Calle Caracas.
Cuentan que Del Prado, entusiasmado por sus exitos, resolvio seguir con sus disfraces durante todo el año. Dicen que su destreza crecia junto con su crueldad.
Una noche de invierno, los Hombres Sensibles saltaron de alegria al ver reaparecer al Tonio Berardi, el pibe que murio en Paris. Organizaron una gran fiesta, y en el momento en que alzaban las copas para celebrar la resureccion, Del Prado se saco el guardapolvo, se lavo las rodillas, volvio a poner cara de persona mayor y aparecio tal cual era. El ruso Salzman estuvo dos semanas en cama y Jorge Allen casi se queda tartamudo.
EL ultimo Carnaval del Corso Triste, Eladio Del Prado se disfrazo para siempre de recuerdo y nadie volvio a verlo por el barrio del Angel Gris.
La comision organizadora del Corso pronto advirtio que la creacion de Mandeb tenia interesantes posibilidades economicas. Esto resulta un poco sorprendente si se recuerlda la nula capacidad de los Hombres Sensibles para los negocios. De cualquier manera, es un hecho que durante largos años los muchachos del Angel Gris vendieron papel picado. Emplearon la conocida tecnica que ha enriquecido a tantos mercaderes: en la primera jornada las bolsitas estaban llenas de papelitos brillantes e inmaculados.
Cuando termianaba la fiesta, barrian el piso y volvian a embolsar el papel.
Noche tras noche, el producto se ensuciaba y envilecia, hasta que en la muerte del Carnaval las bolsitas estaban llenas de tierra, tapitas de cerveza, caramelos empezados y otras porquerias. Algunos memoriosos creen reconocer todavia hoy en los bailes de Villa del Parque, restos del papel picado primogenio que se vendia en el Corso Triste.
Para contribuir a la pesadumbre de la concurrencia, Mandeb vendia pomos llenos de lagrimas que -si ha de creerse a sus detractores -falsificaba con agua y sal.
Los Refutadores de Leyendas, en su caracter de comparsa racionalista, solian acercarse a la fiesta de la calle Caracas para buscar camorra.
Tosos recuerdan sus afinados pregones:
" Los Refutadores señoras, señores, llegan con sus ritmos y sus silogismos .
Los desafinados a exponer sus ilusiones y a confrontarlas con nuestras refutaciones ..."

Las olimpicas razones de la murga encontraban muchas veces contundente respuesta y dentro de un clima polemico y agudo, solian armarse formidables peleas que -por cierto -daban lustre y renombre al Corso Triste.
Año tras año, los Carnavales de la calle Caracas fueron poniendose mas divertidos. Naturalmente, esto provovo su decadencia.
Los Hombres Sensibles de Flores, al observar el jolgorio, comprendian que el proyecto inicial iba camino del fracaso.
La sobria melancolia de los primeros tiempos iba dando paso a sonrisas complacientes cuando no a risotadas sin freno.
Ah! -se lamentaban -¡Carnavales eran los de antes!
Y entonces contaban anecdotas de los corsos de antaño, austeros y silenciosos, comparandolos con la insoportable algarabia que tenian ante sus ojos.
Pero en realidad la verdadera esencia del fracaso hay que buscarla por otros rumbos.
Como ya se ha dicho, lo que buscaban Mandeb y sus amigos era un dejo de alegria que debia aparecer al quitarse la mascara tragica.
Y lo cierto es que nunca encontraron tal cosa.
Cada vez que -con toda ilusion-abandonaban sus disfraces de atormentados, encontraban debajo nuevos tormentos que, para peor, eran reales.
Por eso, comprendiendo que la dicha no estaba en el Carnaval y quizas en ninguna parte, los Hombres Sensibles disolvieron para siempre el Corso Triste de la Calle Caracas.
Hoy, cuando la fama de los muchachos del Angel Gris ya encontro su tumba en los vientos de la estacion Flores, hay-aunque pocos lo adivinen centenares de versos tristes. Y son mucho mas tristes que el de la calle Caracas, pues su tristeza es involuntaria y su proposito es la alegria.
Tal vez ha llegado el momento de comprender qeu los criollos no hemos nacido para cieras fantochadas. Que se rian los brasileños. Tengamos, eso si, fiestas y reuniones populares. Pero no dejemos de ser quienes somos.
Si nuestra extraña condicion nos ha hecho comprender el sentido adverso del mundo, agrupemonos para ayudarnos amistosamente a soportar la adversidad.
A lo mejor, los Carnavales de antaño, tan añorados por los animadores de la radio, no eran mas que eso: una reunion de gente triste que buscaba consuelo.


 
El catálogo de horrores
Cien veces se ha dicho que casi todos los libros de Flores se han perdido. Los pocos textos que aún pueden conseguirse corresponden a breves fragmentos citados de segunda mano o a melancólicos retazos de páginas salvadas de catástrofes desconocidas. Que tantas obras hayan sufrido igual destino es cosa que despierta sospechas. El libro perdido es quizá un género literario, y bien puede pensarse que todos los textos del barrio nacieron como se nos presentan ahora: mutilados, incompletos, descalabrados, asolados de interpolaciones. Nadie puede negar las ventajas de un arte que no produce obras, sino recuerdos (y olvidos) de obras. El artista sensible nos deja siempre la sensación de haber perdido algo (el amor, la juventud, la ilusión, la inmortalidad); en los libros de Flores esa sensación se multiplica: la página que se duele por la ausencia está también ausente. La lágrima corre la misma suerte que aquello que llora. Tal vez las bibliotecas del Angel gris se fundaron ya incendiadas o saqueadas. Gracias a tan sabia medida, los volúmenes faltantes pueden imaginarse a capricho. Todas las posibilidades artísticas y científicas caben en ellos. En realidad, la aparición de un libro perdido es siempre un desengaño. Con parecido criterio, los Hombres Sensibles decían que siempre es preferible estar ausente. El Catálogo de Horrores, que ahora examinaremos, es también un libro despedazado por el tiempo o por la voluntad de su autor. Las páginas extraviadas conceden la posibilidad de capítulos superiores, períodos geniales, un orden revelador o un sorpresivo final que justifique la obra. Lo que queda es apenas un registro de presencias extraordinarias o sobrenaturales en las calles del barrio. Temo que su estilo se proponga el susto antes que la persuasión. Sin embargo, ciertas minuciosidades impiden su inclusión en el género fantástico. Los seres y lugares espantosos descriptos en el Catálogo no parecen existir: Pero no por tratarse de invenciones caprichosas, sino tal vez por haberse perdido ellos también en la misma niebla que borró a los Hombres Sensibles, sus libros, sus recuerdos y el recuerdo de sus recuerdos. Sin más reflexiones, pasemos a nuestra modesta transcripción.

LA SERPIENTE DEL ARROYO MALDONADO

Hace muchos años, los Brujos de Chiclana engendraron una serpiente gigantesca y la arrojaron al Maldonado. El arroyo tiene ahora una avenida como lápida, pero la criatura permaneció oculta en el cieno y siguió creciendo. Algunos dicen que su cola está en Liniers y su cabeza en la vecindad del Hipódromo. Otros le adjudican un sentido inverso. Lo cierto es que cuando llueve, cabeza y cola suelen asomar por las bocas de tormenta. La serpiente se alimenta de las inmundicias que arrastran las cloacas. Pero su manjar preferido lo constituyen los pelirrojos. Muchos de ellos desaparecen a través de las alcantarillas, especialmente los que salen de las pizzerías cercanas al puente de Pacífico. Tal vez la serpiente tenga colas más pequeñas o quizá existan serpientes subordinadas, pues hay quienes la han visto recorriendo desages laterales bajo las calles estrechas y hasta en las rejillas de los patios sombríos. Como la J"rmungandr boreal, su destino es crecer hasta rodear el mundo, o -por lo menos -el barrio de Flores.

LA VITROLA DEL TANGO FATAL

En un bar cercano a la plaza hay un pasadiscos mecánico que funciona con monedas. Los parroquianos eligen inocentemente sus canciones preferidas, sin conocer el horrible secreto que encierra el artefacto. Ha de saberse que en su interior se oculta un perverso enano, esclavo de los demonios, que hace funcionar los mecanismos. entre todas las piezas musicales que se postulan al oído, hay un tango fatal que causa la perdición de quien lo elige. Se discute si ese tango es El entrerriano o Noches de Colón. Tampoco está muy claro el carácter de las desgracias dispensadas. Es innegable -eso sí -que casi todos los clientes de este bar han padecido algún infortunio, con la excepción de unos pocos, que seguramente no gustan de El entrerriano o Noches de Colón.

EL ARREBATADOR DE SOMBRAS

El gigante Gorrindo se presenta ante los peregrinos y, utilizando un facón luminoso, les corta las sombras y se las apropia. A la hora del último sol, Gorrindo proyecta al mismo tiempo todas las sombras robadas, y es entonces cuando cae la noche en Flores. Con los años, el gigante ha perdido algo de su vista. Esto es muy grave porque a veces se equivoca y se apodera de las personas, dejando las sombras abandonadas. Los damnificados suelen intentar una razonable defensa con fuertes voces de aviso: -¡Gorrindo, las sombras no gritan! Pero el gigante no hace mucho caso de estos argumentos, porque se está volviendo un poco sordo o un poco cruel.

LAS BARRERAS DE LA MUERTE O LAS SIMPLEGADAS DE FLORES.

Cuando los Argonautas viajaban rumbo a Cólquide a buscar el vellón de oro que colgaba de un árbol, encontraron unas rocas siniestras llamadas Simplégadas, o Planctai, o Cianeas. Envueltas perpetuamente en la niebla marina, defendían la entrada del Bósforo. Cuando un navío trataba de pasar entre ellas, se unían y lo aplastaban. Así, el paso a nivel de la calle Granaderos custodia el ingreso al Norte de Flores. Cuando un automóvil adverso está cruzando las vías, las barreras se cierran instantáneamente y lo dejan atrapado. Pronto aparecen trenes mortales que destrozan los vehículos y a los ocupantes que no tuvieran la prudencia de huir. Ciertos astutos conductores de camionetas emplean la siguiente estratagema: envían delante suyo una carretilla que es arrollada por el tren. Saciado por un instante el infernal apetito, los sagaces choferes aprovechan para pasar a toda marcha. Existen en el barrio otras barreras demoníacas que se cierran cuando no hay peligro y conceden el paso un segundo antes de la irrupción de horribles locomotoras asesinas.

EL BESO INVISIBLE

En las tinieblas de la calle Bacacay acecha un beso malvado. Esto es lo que sucede: el joven paseante siente de pronto que lo besan en la boca. Sin embargo, no ve a nadie. Este beso es el último que recibirá en su vida. Las viejas dicen que una Dama Invisible prodiga los besos de clausura. Las personas instruidas prefieren imaginar un beso suelto. Los muchachos timoratos se tapan la boca con pañuelos y bufandas. Unos vivillos del barrio pretenden haber descubierto un contrahechizo que consiste en besar inmediatamente a una mujer de carne y hueso. Los mozos arremetedores recorren a la calle Bacacay, fingen ser besados y se abalanzan sobre las niñas más cercanas en busca de un beso redentor. Por cierto, ninguna se niega.

LA ESFINGE CANTORA

Rostro de mujer, alas de águila, cuerpo de león, cola de serpiente. Clásica en su estampa, la Esfinge de Flores se distingue por preferir los enigmas musicales. En las noches oscuras, sale al paso de los viajero y les canta fragmentos de tangos, valses, estilos y pasodobles. La víctima debe identificar cada pieza. Al que no acierta, la Esfinge lo devora. nadie consigue pasar la prueba, pues el monstruo elige canciones olvidadas y es capaz de cantar durante horas hasta provocar el error que justifique su crimen. NOTA: Manuel Mandeb se jactaba de haber vencido a la Esfinge. Según su dudoso testimonio, una noche fue capaz de reconocer obras tales como "Milonga Fina", "La Montonera", "La Canguela", "Llueve" y "Recordar". Después cantó él mismo. La horrible criatura no conocía el estilo "Palanganeando" y, en consecuencia, se suicidó.

EL GATO INSPIRADOR

Los artistas de barrio son visitados a veces por un gato barcino que los ayuda en su creación, o redondamente les ordena obras a su antojo. La intervención de este animal no es para nada beneficiosa. Sea por un criterio estético equivocado o por pura malevolencia, ocurre que el gato inspira creaciones lamentables. Algunos críticos son capaces de descubrir hasta sus influencias más insignificantes. El gato produce metáforas, alegorías, hipálages, catacresis, anadiplosis, epanalepsis, apóstrofes, y parisosis con la misma torpeza. También pinta o compone música. Suele presumirse la existencia de más de un animal, debido a la formidable cantidad de obras que presentan huellas de sus indicaciones. Al parecer es muy difícil o imposible ahuyentarlo. En verdad, hay quienes piensan que el gato es genial y por eso lo invocan e imitan. Los racionalistas juzgan que todo el asunto es una farsa urdida por artistas mediocres para disimular sus desaciertos. En general, se admite que el gato ocasiona un estilo artificioso y rebuscado. Si esta página hubiera sido inspirada por él, sería francamente alegórica y el gato representaría la tentación de ser original. Una modesta paradoja: bien puede el gato dictar un texto que niegue su intervención.

EL TREN DEMASIADO LARGO

Las autoridades del ferrocarril han armado un tren colosal. Lo forman miles y miles de vagones. El furgón está contra los paragolpes de la estación Once y la locomotora al fin del ramal de Ingeniero Luiggi. Su destino es la inmovilidad. Nadie sabe si todavía no ha partido o si ya ha llegado. Se trata de un tren inútil.

Más vale prevenir contra los espantos, el Catálogo de Horrores atrae hacia ellos. Este que escribe halla infinitamente más pavorosas las implacables descripciones cósmicas de los manuales de divulgación. Difícilmente la fantasía pueda concebir entidades más crueles que ese Universo indiferente e impenetrable que a nadie saluda. No hay nada peor que la nada.


 
La decadencia de la amistad
Manuel Mandeb pasaba largas horas en la esquina de Artigas y Morón fumando con Jorge Allen, el poeta. Muchas veces ni se hablaban. Se contentaban con saber que el otro estaba allí.

Muchos pensadores han creído notar que, en estos tiempos, la amistad es más un tema de conversación que una actividad concreta.

Por cierto, es relativamente fácil encontrar personas dispuestas a componer canciones sobre los amigos. En cambio es bastante difícil conseguir que esas mismas personas le presten a uno dinero.

Según parece, el sentimiento amistoso se halla en decadencia. Todos los días uno tropieza con canallas que lejos de preocuparse por la escasez de amigos, se jactan de ella.

-Yo, amigos, lo que se dice amigos, tengo muy pocos, o ninguno- nos gritan en la cara. Y no advierte que el sujeto está esperando que lo feliciten por semejante hazaña.

En los años dorados de Flores, cuando alcanzaban su apogeo la comprensión, la poesía y el juego del codillo, también existían enemigos de la amistad que preocupaban a los Hombres Sensibles.

Manuel Mandeb, el metafísico de la calle Artigas, coleccionó algunas de sus obtusas opiniones en un opúsculo titulado maliciosamente:

Los amigos.

Como ya es costumbre, transcribimos algunos párrafos.

- La amistad debe nacer en la juventud o en la infancia. Nuestros amigos son aquellos que aprenden junto a nosotros o, mejor todavía, los que viven aventuras a nuestro lado. Y por lo general, la gente aprende y vive aventuras en la juventud.

Después casi todo el mundo consigue algún empleo en casas de comercio y ya resulta imposible adquirir conocimientos nuevos o pelearse con una patota.

-A los once o doce años, uno empieza a hartarse de la familia y encuentra que los muchachos de la esquina son mucho más divertidos que el tío Jorge. Durante mas o menos una década nadie estará mas cerca de nuestro corazón que esos muchachos. Y si uno quiere aprovisionarse de amigos, debe hacerlo en ese periodo. Después será demasiado tarde...

Según se aprecia, el criterio de Manuel Mandeb es interesante y tal vez verdadero.

Sucede que en cierto momento de la vida uno descubre que está rodeado de extraños: compañeros de trabajo, clientes, acreedores, vecinos y cuñados.

Los amigos de verdad están lejos, probablemente encerrados en círculos parecidos.

Algunos empecinados insisten en cultivar amistades nuevas. Los matrimonios maduros se visitan mutuamente y desarrollan pálidas parodias de la amistad verdadera: se cuentan una y otra vez episodios antiguos, vividos con los amigos viejos, que ya no están. Cuando uno es joven no cuenta historias a sus amigos: las vive con ellos.

A pesar de estas sabias reflexiones de Mandeb, existió en Flores una agencia destinada a ofrecer amistad a los solitarios.

Fue la célebre Proveeduría de Amigos de Ocasión. Sus fines de lucro eran innegables. Todavía hoy se recuerda su slogan publicitario: -Tenga un amigo desinteresado. Páguelo en cuotas.

Con solo acercarse al mostrador, el cliente ya notaba un clima amistoso y amplio. Los empleados sabían cómo atacar.

-Buenas tarde. No sabes lo que me hizo esta mañana la bruja de mi mujer.

Y a los treinta segundos uno se sentía entre amigos. Después, entre palmadas, guiños, pellízcanos y confidencias, los comerciantes iban mostrando el amplio catálogo de la proveeduría.

Tenían amigos silenciosos, dispuestos a escuchar cincuenta veces la historia de una operación. Amigos complacientes, siempre amables y elogiosos.

Amigos efusivos que saludaban con abrazos y se despedían a los gritos.

Amigos divertidos, ruditos en cuentos picantes y expertos en bromas pesadas.

También se prestaba un servicio un tanto oneroso, especialmente para personas encumbradas.

Consistía en el alquiler de una cohorte de adulones que acompañaban al cliente a todas partes, se reían de sus chistes, aplaudían sus ocurrencias y suscribían con entusiasmo cualquiera de sus pensamientos.

Precediendo a esta comparsa, solía marchar una corneta, que abría la puerta de los bares y asomando la cabeza gritaba:

-Ahí viene el doctor Del Pete...!

El trabajo se hacía tan bien, que muchos de los contratantes ya no podían prescindir de él, nunca más. Muchos profesionales del barrio extinguieron su fortuna pagando este servicio de la agencia.

Un asunto que molestaba a los clientes era el rigor de los Amigos de Ocasión en sus horarios. Cuando vencía el plazo estipulado, se terminaba la amistad.

Sin saludar, los contratados daban media vuelta y se iban, muchas veces interrumpiendo una carcajada o librándose bruscamente de un abrazo fraternal.

Sin embargo, hay que admitir que algunos aspectos del funcionamiento de la proveeduría eran bastante nobles.

Por ejemplo, la Sección Niños permitía que los padres eligieran a los amigos de sus hijos, sin correr riesgo alguno.

Para ello se contaba con un numeroso plantel de chicos e incluso enanos, adiestrados en diferentes actitudes.

Según el gusto paterno, podían encontrarse pibes atorrantes para avivar a los pequeños pelandrunes, niños estudiosos para estimular a los adoquines, y criaturas educadas y juiciosas para serenar a los más piratas.

Desde luego, no pudo evitarse que muchos chicos se resistieran a la decisión de los padres. Así se oían con toda frecuencia en Flores frases como esta:

- Camine a jugar con los amiguitos que le alquilo su padre, caramba...!

Asimismo existía un departamento para Damas, con un amplio surtido de chimentos. Algunos malintencionados decían que las mujeres no contrataban amigas, sino enemigas, pero ese es otro asunto.

El fracaso más estruendoso fue el de la sección Amistades Mixtas. Nada cuesta razonar que los caballeros que solicitaban amigas escondían casi siempre otras intenciones.

No se espante el lector pensando que nos internaremos en un tema tan manoseado como el de la amistad entre la mujer y el hombre. Vale la pena -eso sí- recordar lo que dijo Manuel Mandeb a una amiga suya, tal vez alquilada en la proveeduría.

-Vea. Yo puedo ser su amigo si usted quiere. No trataré de seducirla ni me pondré romántico ni le haré propuestas indecorosas. Pero sepa que yo necesito que exista un amor potencial. Me resulta indispensable que exista una posibilidad en un millón de que algo surja entre nosotros.

Le aclaro que es probable que si se da esa circunstancia yo salga corriendo. Pero es únicamente en virtud de esa remotísima chance que yo estoy aquí oyendo su conversación como un imbécil.

Los Hombres Sensibles nunca fueron buenos clientes de la agencia Amigos de Ocasión.

Quizá porque sus presupuestos eran muy humildes. O a lo mejor porque les gustaba que los quisieran gratis. En cualquier caso, los muchachos del Ángel Gris tenían un criollo pudor en estas cuestiones.

Para ellos andar declarando públicamente el grado de amistad que sentían por alguien era cosa de afeminados.

Manuel Mandeb pasaba largas horas en la esquina de Artigas y Morón fumando con Jorge Allen, el poeta. Muchas veces ni se hablaban. Se contentaban con saber que el otro estaba allí.

Ya en su última etapa, la proveeduría empezó a ofrecer viejos amigos.

En un principio la idea consistía en rastrear -a pedido del cliente- el paradero de personas ausentes y lejanas. Pero como advirtieron que la tarea era demasiado complicada, resolvieron que era más fácil inventar antiguas amistades que rescatarlas del pasado.

Se preparó entonces un magnifico grupo de viejos mentirosos que ante la entrada de algún candidato de cierta edad, fingían reconocerlo y le soltaban cuatro o cinco recuerdos para ir tomando confianza.

Esta sección trabajaba mucho en las cenas anuales que suelen realizar los ex-alumnos de los colegios. Su misión consistía en ir reemplazando a los fallecidos y mantener siempre firme la concurrencia.

Así, en cierta reunión de egresados del Colegio Nacional Nicolás Avellaneda, promoción 1921, se dio el curioso caso de que ninguno de los asistentes había pisado jamás ese establecimiento, lo que no les impidió evocar a profesores, reírse de pasadas, travesuras y brindar por encuentros futuros.

Con el tiempo, la actividad de la agencia fue amenguando. Contribuyó a este hecho cierta mala prensa que siempre tiene la amistad entre los espíritus escépticos.

En Flores, y en todos los barrios, se contaban leyendas sobre las traiciones de los amigos y sobre las ventajas de la soledad.

Todavía en nuestro tiempo hay personas que se complacen en declarar que los perros son más leales y sinceros que los humanos. Cabe sobre esto una pequeña reflexión.

Tal vez sea cierto que los perros no traicionan. Pero esto no es en realidad una virtud del animal. Ocurre simplemente, que la módica organización mental del perro le impide realizar procesos tan complicados como una estafa. Es decir: los perros no pueden traicionarnos, por la misma razón que no se les permite escribir novelas.

Hoy cuando ya no existe la Agencia Amigos de Ocasión, vale la pena preguntarse si no será necesario inventar algo para reemplazarla.

Sera difícil, desde luego. Nadie podrá rescatar a los amigos perdidos. Poco podrá hacerse para librarnos de los desconocidos que llenan nuestro tiempo.

En todo caso, cada uno de nosotros deberá cuidar lo poco que tenga. Sin componer canciones ni escribir poemas. Se trata únicamente de sentarse un rato en la vereda o de matear en silencio con los que están más cerca de nuestro espíritu.

Si uno no tiene ya a los de antes, cabe decir que tal vez existen en el mundo amigos viejos a los que todavía no conocemos.

Yo mismo, las otras noches resolví salir de mi encierro y lleno de ilusiones me encamine a cierta esquina que conozco. Tenía ganas de fumar en silencio junto a tres o cuatro sujetos que se estacionan en ese lugar.

Pensaba además cosechar algún guiño amistoso después de estos años en que estuve tan ocupado.

Pero algo raro debe haber sucedido, porque no había nadie.


 
Los árboles del Azul
A pesar de los exasperantes testimonios de los traficantes de yuyos y de los recitadores criollos, puede afirmarse enérgicamente que la gran mayoría de los árboles del pueblo de Azul no presenta ninguna singularidad.
El interés de los botánicos y de los supersticiosos proviene del comportamiento heterodoxo de unos pocos ejemplares.
Sería absurdo creer que todos los árboles del pueblo caminan de un lado para otro. A decir verdad, un árbol peregrino es un fenómeno excepcional y hasta algunos incrédulos se atreven a negar de plano su existencia. Yo mismo tengo en el fondo cuatro fieles naranjos, de lo más sedentarios, que permanecen en su puesto llueva o truene. Hay un dato central que dificulta la certeza: los árboles se mueven en secreto, cuando nadie los ve. Peor aún, se dice que los involuntarios testigos pierden la razón o la memoria.
Los primeros indicios fueron más bien confusos: plátanos que desaparecían de sus veredas; sauces llorones que cruzaban el arroyo; tilos inconstantes que emigraban hacia el norte. No había en realidad pruebas concluyentes de que los árboles caminaran. Nadie estaba seguro de que el nogal aparecido en un baldío fuera el mismo que faltaba en la plaza. Después de todo, la identificación de un árbol se realiza principalmente señalando el lugar donde está plantado y es raro que se puntualicen sus rasgos y particularidades morfológicas.
El primero en denunciar un traslado comprobable fue un enamorado. El farmacéutico Heraldo Barcalá dibujó su nombre y el de una dienta en un álamo del parque bajo el cual habían intercambiado las caricias más vulgares. Tiempo más tarde vino a encontrar el álamo y la inscripción en la calle Rivadavia, a casi seiscientos metros del emplazamiento original.
Debo admitir que el farmacéutico fue prolijo: tomó fotografías, convocó a un escribano y publicó un pequeño artículo en el diario El Tiempo.
Ya sabemos que la superstición es contagiosa. Algunos vecinos empezaron a contar historias de árboles inquietos que venían manteniendo en secreto por temor al ridículo.
El famoso automovilista Cacho Franco me juró que, durante una carrera, marchó casi cien kilómetros detrás de un pino que siempre estaba en el horizonte.
Los guardianes del parque registraron siete árboles sobrantes cuyo origen resultaba inexplicable.
La señora Esther Cristaldo, viuda de Montanari, denunció que la higuera que siempre había tenido en el fondo de su casa aparecía ahora, del modo más ilegal, en el terreno de su vecino, sin que se despertaran en éste intenciones resarcitorias de ninguna clase. La viuda de Montanari aprovechó para recordar que el citado vecino ya comía los frutos de aquella higuera en tiempos de su locación anterior.
Tengo para mí que estos relatos, sin ser enteramente falsos, pueden ser hijos del cansancio visual, de errores de recuento o de viejos resentimientos contiguos.
Poco después, el farmacéutico Barcalá y su clienta terminaron su romance. Quien conoce los procedimientos conjeturales de la ignorancia no se caerá de la silla al saber que muchos indoctos creyeron que la razón de aquella ruptura estaba en el influjo maléfico del álamo.
Los brujos de las sierras y las Organizaciones Supersticiosas de la región vieron en el caso la confirmación de un disparate que siempre habían sostenido: existen precisas conexiones entre los árboles y los destinos humanos. Es posible averiguar el diseño de esas regularidades descifrando las claves que la naturaleza esconde hasta en los más humildes sucesos cotidianos.
Según estos obtusos criterios, todo árbol que camina tiene un mensaje que dar o una misión que cumplir. Los astrólogos de la Municipalidad hablaban de la existencia de un árbol del amor, bajo el cual nadie se resistía a nadie. Al parecer, las fragancias o el polen de aquel vegetal operaban como un formidable afrodisíaco, de modo que los caminantes que pasaban bajo su sombra entraban en un estado de escandalosa lujuria. No decían los astrólogos cuál era ese árbol. Recomendaban, eso sí, no buscarlo, sino más bien esperarlo. Si uno era sincero en sus pasiones, el árbol se acercaría tarde o temprano. Debo decir que algunas parejas ansiosas se revolcaban a la sombra de frondas indiferentes y eludían de este modo la responsabilidad de sus excesos venéreos.
Muy pronto los charlatanes perdieron todo pudor. Instituyeron árboles del olvido y del recuerdo. El olmo del rechazo aseguraba una negativa a cualquier ruego formulado bajo su influencia. El menos interesante era quizás el árbol del aburrimiento: bastaba con recostarse contra su tronco durante cuatro o cinco horas para que el tedio se apoderara de uno.
Las viejas contaban que había en la plaza un caldén en cuyas hojas estaba escrito el porvenir. Cada habitante del pueblo tenía una hoja asignada y la escritura era sólo visible para él. Quien examinara hojas ajenas no vería más que nervaduras sin sentido.
Nadie pudo jamás encontrar la hoja que le correspondía pero, otoño tras otoño, las muchachas del pueblo pasaban las horas buscando una palabra reveladora. Algunos poetas incrédulos afirmaron que todas las hojas decían lo mismo.
El anciano Nereo Fuentes, que adivina la suerte por dos pesos, me dijo una tarde, a los gritos, que los árboles del Azul tenían un plan y que ese plan era malvado y fatal para los habitantes de la ciudad. Yo preferí no creerle, por pereza. Pero algunas noches más tarde, Inés, una criolla que a fuerza de trayectos repetidos llegué a considerar mi novia, me confesó que tenía miedo de los árboles y me pidió que en lo sucesivo camináramos siempre por el medio de la calle. De todos modos, ella empezó a tornarse distante. Cada vez nos veíamos menos, nuestra pasión iba amainando y he de reconocer que la mayoría de las veces yo prefería quedarme en casa.
Una mañana, demasiado temprano para mi gusto, recibí la visita del viejo Nereo.
—Váyase —me dijo—, váyase del Azul, usted que es empleado del ferrocarril. Los ómnibus ya no circulan. Se acerca la catástrofe y la gente ni siquiera tiene espíritu para huir.
—¿Por qué no me explica qué es lo que sucede? —alcancé a decir medio dormido.
—No me diga que usted no se ha dado cuenta. Son esos árboles. Ahora caminan sin pudor. Anoche, yo mismo me crucé con una tropilla de paraísos que andaban a paso redoblado por el balneario. Y nadie hace nada. Los vigilantes ya ni salen de la comisaría, los vecinos miran todo el día la televisión, los negocios están cerrados. Algo pasa, se lo juro. Yo me iría a pie, pero no tengo fuerzas. Vayamos a la estación y colémonos en el primer tren.
Lo despedí casi sin palabras. Y volví a la cocina, a la silla de paja que empecé a preferir en los últimos días. Por la radio me enteré que las clases estaban suspendidas. Después, tuve que escuchar emisoras de Buenos Aires, las de aquí estaban silenciosas. Ayer se cortó la luz.
A veces trato de extrañar a Inés, pero no puedo. Hace rato que no tengo noticias de ella, ni en verdad de nadie. Por suerte no tengo hambre ni sed. Ya casi no escribo. El viejo Nereo está loco... Yo no me muevo de Azul. Éste es mi pueblo, ésta es mi casa, ésta es mi silla. El lugar exacto en que ha de transcurrir mi vida. Mi cuerpo saluda al amanecer inclinándose hacia la ventana. Frente a ella pasan mis cuatro naranjos, soberbios, agitados, chucaros, galopando rumbo al centro.

[De Bar del infierno]


 
Askar y Lusig

Más allá del río Amu Daria, lejos de Samarkanda pero sin llegar a Urgan­ch, la geografía es confusa. Los ríos son indecisos y parecen no saber en qué mar morirán. Las cadenas montañosas se entreveran y los valles se suceden de modo tal que resulta muy difícil diferenciar uno de otro.
No sólo los viajeros se pierden en aquellas regiones. Los propios cam­pesinos sedentarios suelen equivocar el camino de sus casas. Sólo los conductores de caravanas muestran firmeza en el andar. Pero es porque van lejos, tan lejos que cualquier camino es bueno para ellos.
Ul Saidzhak, historiador oficial de Yangibazar en el siglo XI, ha escrito:
La región de los bienaventurados que describen los libros santos es, ciertamente, esta en que vivimos. Los valles son fértiles, las montañas pródigas en manantiales, los inviernos suaves y amables los estíos. Las gentes del lugar son pacíficas y se sujetan humildemente a sus bondado­sos señores.
Embajadores de otros reinos han preferido redactar informes de in­verso dictamen. En todos ellos se señala la extrema pobreza de aquellas poblaciones, la asiduidad de las catástrofes naturales y la imposibilidad de registrar los asesinatos a causa de su número prodigioso.
Los hombres de la comarca no saben con certeza quién es su señor.
Los grandes imperios de la China y de los zares simulan una jurisdicción que, sin embargo, no se hace patente en la vida diaria. Apenas si cada diez años, o acaso veinte, una leva, un saqueo, un tributo forzoso, da a los lugareños la señal de que son parte de una nación real.
Los principes y khanes de las regiones cercanas son inconstantes en su dominio y sus mapas se modifican constantemente.
Sólo el odio pone claridad y vuelve nítidos los límites más borrosos.
Allí donde las montañas o las lenguas son insuficientes, la cartografía del encono nos deja saber quién es quién. Los príncipes intuyen esta verdad y sacralizan las controversias con sangre. Al cabo de pocos años, los críme­nes vuelven definitivo cualquier conflicto banal. Después de la caída del khan de Kipchak una minúscula dinastía se instaló en Yangibazar. Durante algunos años, los gobernantes se sucedie­ron en paz. Cuenta Ul Saidzhak que en el año 969 el senor de Yangibazar esperaba dos hijos de distintas concubinas. Quiso el destino que ambos nacieran la misma noche. Aunque no fue posible determinar cuál habia sido el primero, la preferencia del padre y luego la costumbre general ubicaron al príncipe Askar como heredero de aquel señorío. El otro niño, Lusig, fue cuidadosamente educado por su madre en la virtud y en el resentimiento.
Según los relatos oficiales los niños se adiestraron juntos en el arte del combate, en la poesía de los árabes y en aritmética de la India. Uf Saidzhak insiste en que ambos se profesaban un gran cariño. Abundan en su texto los episodios en que uno rescata al otro de una corriente traicionera o del ataque de una fiera. También se dice que ambos se parecían extraor­dinariamente. En el capitulo 9 de los anales de Yangibazar se aclara que Askar se diferenciaba de su hermano por tener un lunar detrás de la rodi­lla derecha. En el capitulo 36, ese lunar -o acaso otro- pertenece a Lusig y se halla entre sus omoplatos.
Cuando murió el señor de Yangibazar, Askar tomó su puesto y enfa­tizó su llegada al poder con un baño de sangre. Al frente de sus crueles soldados recorrió las aldeas de sumisión mas incierta y las sometió vio­lentamente.
La leyenda agigantó aquellas atrocidades. Algunos decían que la guar­dia personal de Askar se alimentaba positivamente con carne humana. Otros preferían creer que quienes se comían a las personas eran unos perros del Turkestán que habían sido adiestrados para la guerra.
Los tributos impuestos por el nuevo señor provocaron gran desconten­to. Entonces, el príncipe Lusig, inspirado por su madre, empezó a creer que el había nacido primero y se dispuso a reclamar su derecho al trono.
Junto con un grupo de nobles leales se retiró a Bukhoro y allí se declaró señor legítimo de Yangibazar. Lo acompañaba su madre y su concubina favorita, la bella Vartana. Lusig se hizo amigo de los pobres y por las no­ches recorría el barrio de los indigentes, a quienes obsequiaba odres de vino u hogazas de pan salado.
Los partidarios póstumos de Lusig juraban que el príncipe tañía la guzla y cantaba versos íntimos. Todavia hay, los juglares cantan una copla que se le atribuye:
Oh tú, que olvidaste al irte
Apagar la brasa de mi lujuria ...
Vuelve.
Askar ordenó la muerte de su hermano y envió una hueste numero­sa para aniquilar a sus partidarios. Los hombres de Lusig eludieron el combate, refugiándose en las montañas y disimulando su condición de rebeldes. El propio Lusig solía disfrazarse de mendigo ciego. Su madre y su concubina guiaban sus pasos y recogían las limosnas.
La invisibilidad de sus enemigos inquietaba a Askar. Cada día se torna­ba más desconfiado. Estableció recompensas para los delatores y en las puertas de su palacio se reunían cada mañana centenares y hasta miles de sicofantas que esperaban turno para denunciar a sus vecinos o fami­liares.
En el año 994, pasó por el camino de la China una caravana en la que viajaba el mago Tsu Wang, astrólogo oficial del Hijo del Cielo. Para salvar su vida, el mago obsequió a Askar una caja de ébano dentro de la cual descansaba una esmeralda, o acaso un rubí. La gema tenía la propiedad de cambiar de color ante un testimonio falso. El único que podía verificar tales mudanzas era el dueño de la piedra.
Askar empezó a llevar consigo aquella caja y espiaba su contenido ante cada frase que oía. Al saber que nadie podía mentirle, abandonó toda pie­dad, pues el perdón se lleva mejor con la duda que con la certeza. Todos los días, al levantarse, gritaba que él era el hijo mayor de su padre y el se­ñor indiscutido de Yangibazar. Y con un solo ojo consultaba el dictamen de la esmeralda, que acaso era un rubí.
Al comenzar el año 1000 sucedieron numerosas catástrofes. Ignorantes del calendario juliano, los pobladores de la región atribuyeron las inunda­ciones, las plagas y los terremotos a oscuros enojos de los dioses tártaros a los que decían adorar. Pero Lusig aprovechó la poca fe del pueblo para sugerir que los tiranos son la causa eficiente de toda calamidad. Los in­doctos y los sabios aprobaron ese juicio y muchos de ellos dieron el más firme apoyo a la causa de Lusig.
Finalmente, hubo lucha. Una lucha confusa, cuyos resultados eran im­posibles de apreciar. En medio del cieno de las crecidas, entre los rescol­dos de bosques incendiados, encanecidos por las cenizas de los volcanes, grupos de hombres enloquecidos peleaban hasta morir, muchas veces sin saber por qué. Las lealtades y las traiciones fueron arborizándose de tal modo que nadie sabía quienes eran propios y quienes forasteros.
La invasión musulmana de Abdel al Razah trajo más infortunio y más incertidumbre. En verdad, el caudillo árabe tomó Yangibazar creyendo que se trataba de Samarkanda. A pesar de las declaraciones de los prisio­neros que había tornado, Abdel al Razah se mantuvo en aquella creencia durante casi dos años y se instaló en el palacio del principe Askar. Se au­totituló visir de Samarkanda, hasta que recibió un mensaje de Tammur, el verdadero khan de Samarkanda quien lo desafiaba a cometer sus usur­paciones en el lugar pertinente. Los musulmanes se fueron a cumplir con sus propósitos originales, pero dejaron la ciudad en ruinas. Askar volvió al palacio y después de consultar su caja de ébano, acusó a su hermano de haber sido cómplice del invasor islámico.
Una noche, una patrulla reconoció a Lusig mendigando al borde de un abismo. Tal vez llamó la atención que un ciego pidiera limosna en un lu­gar tan desolado. Inmediatamente lo apresaron. Su madre y su concubina pudieron huir, nadie sabe cómo.
Al enterarse, Askar ordenó la decapitación de su hermano. Los astrólogos le recordaron que ambos habían nacido la misma noche y por lo tanto recibían idéntica influencia de las estrellas. Era peligroso tentar al destino con posibles simetrías. Askar consultó a la esmeralda mágica y la piedra dio la razón a los hechiceros. Askar dispuso entonces que Lusig fuera encerrado para siempre en la prisión más secreta del país. Eran unas instalaciones confusas, que no tenían nombre y cuya ubicación no era conocida ni siquiera por presos y carceleros, que eran conducidos allí con los ojos vendados.
Sofocada la rebelión, Askar debió ejercer su crueldad en ámbitos ci­viles. Para festejar su propia gloria tuvo la idea de construir dos palacios en las afueras de la ciudad, unidos por una ancha avenida. Impuso para ello tributos fortísimos a los campesinos y comerciantes que aún no habían muerto en la guerra, en las inundaciones, en los terremotos o en manos de criminales privados. La obra no alcanzó a completarse nunca. En realidad sólo se construyó la avenida. Hoy todavía puede vérsela como un inexplicable empedrado que no va a ninguna parte. Por el contrario, el informe del historiador oficial Ul Saidzhak fue escrito en su totalidad y describe con todo entusiasmo las amplias maravillas que no llegaron a construirse.
El palacio del norte, el mas pequeño, está construído sobre una monta­ña artificial. En las primorosas laderas crecen árboles frutales y los sende­ros están bordeados de estatuas, kioscos y pabellones. En la cumbre, una torre de granito sirve de sostén a una linterna cuyo fuego arde día y noche para facilitar la orientación de las caravanas.
Cuando ocurría alguna desgracia, los partidarios de Lusig veían acre­centar su esperanza de derrocar a Askar. Cada vez que un incendio des­truía el barrio de los pobres, la hermosa Vartana y su anciana suegra salta­ban de alegría y hacían sonar unos humildes instrumentos de percusión.
Poco a poco se fue organizando otra rebelión. Todos coincidían en que era indispensable rescatar a Lusig. El nombre del príncipe encarcelado se había convertido en símbolo del resentimiento de los oprimidos. En las frecuentes decapitaciones, las víctimas gritaban ¡Lusig!, como despedida o como insulto. A veces en la alta noche algún borracho o algún joven rebelde dejaba oir su grito desafiante.
-¡Lusig!-
En el año 1011, Vartana tomó contacto con un grupo de bandoleros tártaros que mataban a las personas por algún dinero. Con gran minucio­sidad planearon la muerte de Askar. Estudiaron las entradas del palacio, sobornaron a los guardias, lograron que algunas muchachas rebeldes in­gresaran como concubinas y, finalmente, los tártaros se filtraron en los aposentos reales una noche en la que se celebraba un banquete.
Los conspiradores no sabían que Askar había muerto algunos meses an­tes, víctima de la peste. Sus generales resolvieron mantener en secreto aquel suceso y sustituyeron al príncipe fallecido por un primo que se le parecía lejanamente y sobre el cual pensaban influir del modo más terminante.
Los tártaros apuñalaron al primo sustituto y huyeron al galope. Los ge­nerales de Askar no tardaron en encontrar un nuevo primo, cuyo primer acto de gobierno fue mostrarse en las puertas del palacio y prometer la decapitación a quienes estaban haciendo correr el rumor de que el prínci­pe había sido asesinado. Pasaron diez anos de desgracia creciente. Los generales eran mas crue­les que Askar. En 1018 hubo una invasión de ratas que no retrocedían ni aun ante las lanzas del ejército de Yangibazar. Se instalaron en la ciudad durante un año y sólo se marcharon cuando ya no quedaba ni un grano ni un queso ni una migaja para devorar.
En el ano 1021 la madre de Lusig, la bella Vartana y un grupo de 70 soldados lograron encontrar la innominada prisión donde padecía Lusig. Los guardias se rindieron sin luchar. Eran hombres viejos que no recibian salarios ni relevos desde hacía muchos años.
Hallaron a Lusig en la celda más oscura. Las dos mujeres acariciaron con ternura su cuerpo sucio y esquelético.
Al poco tiempo comprendieron que aquel hombre no las reconocía. La madre recordó el lunar que lo identificaba. Buscó primero detrás de la ro­dilla y después entre los omóplatos. Ante los nulos resultados de aquella inspección, Vartana opinó que acaso era Askar el de los lunares. El jefe de los carceleros puso fin a la discusión, mostrándoles una llaga horrible, una marca de fuego que decía Lusig en las regiones menos dignas del cuerpo del prisionero.
En seguida lo llevaron a un oasis cercano a Saragt y alli lo cuidaron amorosamente. Le hablaron de los pobres, de la rebelión, de los poemas y de la esperanza del pueblo. Pero a pesar de sus esfuerzos, no pudieron conseguir que el príncipe recordara su pasado.
Unos días después, la anciana madre tomó una decision solemne. -Es necesario que Lusig esté al frente de la hueste vengadora ... Pero tambien es indispensable que nuestro jefe sea diestro en la lucha y lúcido en el pensamiento. Dejemos a mi hijo aqui al cuidado de unos sirvientes y ha­gamos que un hombre vigoroso tome su lugar.
Esa misma noche, un primo de Lusig, que se le parecía lejanamente, ocupó su lugar. Mientras el verdadero príncipe se esfumaba de la historia, todos marchaban hacia Yangibazar gritando de valle en valle:
-¡Lusig!... Lusig ha vuelto ...
En cada pueblo se les unían centenares de campesinos enloquecidos.
Todos querían marchar a la capital y poner a Lusig en el trono de Askar.
Dos meses mas tarde, los rebeldes pelearon la batalla final. Las tropas de Askar y sus perros de guerra no pudieron resistir.
Lusig entró al palacio en llamas. Los enemigos ya empezaban a huir.
Había cadáveres por todas partes. En la más recóndita de las habitaciones, Askar fue capturado e inmediatamente llevado ante la presencia de su hermano.
Cuando los hombres estuvieron frente a frente, los testigos de aquella escena sintieron una gran emoción.
Ul Saidzhak escribió:
Los hermanos se miraron a los ojos. Seguramente recordaron los años de la infancia y la juventud. Askar debió pensar que una vez había resca­tado a aquel hombre de las aguas de un arroyo. Lusig tal vez se vio a sí mismo salvando a su hermano del ataque de una fiera. Todos los presen­tes lloraban porque sabían que detrás de los enconos estaban los lazos de la sangre que los unía fatalmente.
-¡Maten a este hombre, quien quiera que sea!- gritó Lusig.La anciana madre y la bella Vartana gobernaron la región a través del supuesto Lusig. Les esperaba una tarea muy ardua.En primer lugar, tuvieron que decapitar a los esbirros de Askar, a sus ministros, sus concubinas y sus partidarios en general. La reconstrucci6n del palacio obligó a imponer enormes tributos.
En el sur, aparecieron rebeldes que utilizaban el nombre de Askar como grito de guerra. Fueron aplastados a sangre y fuego.
En el año 1028 sucedieron horrorosas catástrofes naturales. El pueblo no tardó en murmurar que los tiranos son la causa eficiente de todo de­sastre. El historiador oficial Kalik Mutavar, que había sustituído a Ul Saidzhak, escribió:El reinado de Lusig vino a traer paz y prosperidad a la regi6n. Las gen­tes del lugar, inc1inadas por naturaleza a sujetarse a instancias superiores, cumplieron con sumisión las sabias órdenes del nuevo principe. Lusig vivió hasta edad avanzada junto a su anciana madre y su amada esposa, la bella Vartana.
FUENTES: http://www.telam.com.ar
http://www.elortiba.org/dolina.html

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