domingo, 28 de noviembre de 2010

Cristina y Dilma, garantía de la integración latinoamericana y de la continuidad democrática, por Eduardo Barcelona

Cristina y Dilma, garantía de la integración latinoamericana y de la continuidad democrática, por Eduardo Barcelona


La presencia de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en la Argentina y el reciente triunfo electoral de Dilma Rouseff en el Brasil son la mejor garantía de integración económica y continuidad democratica en la región, que nada más en el último año y medio observó la actuación de jefes de Estado que creen en el voto popular como sistema renovación política.

Si la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) pudo haber sido una idea surgida de los intelectuales de Itamaraty (cancillería brasileña), no es menos cierto que la acción de Cristina en contra de los golpes de Estado en Honduras y en el Ecuador y la labor de Néstor Kirchner en la mediación para que Colombia y Venezuela dirimieran el diferendo por la vía pacífica, le dieron al organismo regional la madurez política que carecía, el sentido para el que había sido creado.

La labor desplegada por los presidentes de la Unasur relacionado con las bases norteamericanas en Colombia, que dieron lugar a una reunión especial en Bariloche, fue el acto de adultez de la entidad, un rol que siempre había ocupado la Organicación de Estados Americanos (OEA).

La Unasur, surgida de la alianza estratégica establecida por el Brasil de Lula Da Silva y la Argentina de Néstor y Cristina de Kirchner, marcaron el territorio, que siempre había sido usado como patio tasero.

Desde entonces, los líderes de la región pueden gritar con razón urbe et orbi: "Esta tierra es mía". Va a ser difícil que alguien quiera desandar este camino sin pagar un enorme costo político.

Para llegar a este paso trascendental de integración a nivel político, fue necesario crear el acuerdo comercial del Mercosur entre los países de Cono Sur, que permitió un nivel de intercambio comercial con Brasil, Paraguay, Uruguay y las demás naciones que buscan sumarse, como no se conoce en los 200 años de historia soberana.

Los hitos del Mercosur y de la Unasur no son las únicas razones por el que las naciones de la región buscan hoy la integración como forma de desarrollo, progreso y de avance en la lucha contra la pobreza y el analfabetismo.

Existen otros antecedentes más duros y trágicos que abonan el camino latinoamericano de la integración.

El sufrimiento de los pueblos de la región por la acción de los dictadores militares y de sus socios civiles, contribuyeron con sangre para que los argentinos, los brasileños, los uruguayos, los paraguayos, los venezolanos, los ecuatorianos y los chilenos comprendieran que la vía de la violencia del Terrorismo de Estado no sirve para alcanzar el deseo de una mejor vida para los latinoamericanos.

Tuvieron que pasar dictaduras como la argentina, la de Pinochet, la de Stroessner o la brasileña para convencer a los pueblos que es mejor la democracia, que una buena dictadura, si es que pudiera existir esa categoría política.

Le adjudican a Néstor Kirchner la frase "el voto es la voz sagrada del pueblo", la cual admite por default la posibilidad de que gane en una elección transparente y democrática un sector no popular, de derecha. De hecho, ocurrió en la Argentina y y en otras naciones hermanas.

Si lo que se debe respetar "es la voz del pueblo, que es la voz de Dios", agregaba el ex presidente, entonces, tendremos asegurada la democracia, la soberanía y el desarrollo para América Latina, cuyo distintivo históricos en los dos últimos siglos es que nunca dejaron que los pueblos del Sur experimentaran: acertaran o se equivocaran con sus decisiones.

La larga lista de intromisiones por parte de otras naciones en Latinoamérica estuvieron dirigidas a impedir la acumulación de experiencia, a cortar la vía propia para el desarrollo, a terminar con lo que consideraron "malos ejemplos", en suma para impedir la integración soberana de las naciones.

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