“Tenemos que despojar nuestras cabezas de las cadenas culturales”
Publicado el 21 de Noviembre de 2010Por
En la ciudad bonaerense de San Pedro, Cristina destacó la gesta de los soldados y la resistencia del pueblo al intento de invasión anglofrancesa en la Vuelta de Obligado. También se refirió al actual colonialismo en Malvinas.
En la ciudad bonaerense de San Pedro, Cristina destacó la gesta de los soldados y la resistencia del pueblo al intento de invasión anglofrancesa en la Vuelta de Obligado. También se refirió al actual colonialismo en Malvinas.
Caminó hacia adelante con todos los ojos depositados en ella. Se detuvo frente a la inmensa forma semicircular. Levantó los ojos hasta la bandera argentina que escondía el monumento. La multitud estaba en silencio. Miles de almas sabían que ella era el centro de todo. Que estaban viviendo una escena para la Historia. La presidenta también lo sabía. Y por eso alargó el brazo para asir el lienzo celeste y blanco, y así apuró el gesto solemne de descubrir la escultura que recuerda la gesta de la Vuelta de Obligado. Y entonces surgieron a la luz las enormes cadenas. Cristina aplaudió, su rostro sonriente apareció en las pantallas. Y tres columnas de fuego aparecieron por detrás, en medio de un murmullo generalizado de sorpresa y asombro.
Todavía duraba el impacto cuando llegó el discurso. Enseguida quedó claro que la presidenta había pensado en las cadenas. En su papel en la batalla contra la flota anglofrancesa, pero también en su sentido como metáfora de nuevos combates: la batalla cultural. “Este monumento es para todos los argentinos. Quiero convocarlos a nuevas gestas. Tenemos que despojar nuestras cabezas de las cadenas culturales, que son más fuertes, más invisibles, más profundas, que los cañonazos de la flota extranjera”, advirtió la presidenta.
El discurso fue un mensaje corto pero contundente. Cristina habló en San Pedro sin eufemismos, sin ningún prurito por meterse con cuestiones sensibles o personajes aún discutidos por un sector –minoritario– de la sociedad. Calificó la batalla de la Vuelta de Obligado como una “epopeya premeditadamente ocultada desde hace 165 años” y nombró con todas las letras, en una explícita exaltación de su figura, al “brigadier general don Juan Manuel de Rosas”. A pocos metros de la tarima desde la que hablaba, una escultura de color rojo mostraba la silueta del Restaurador con algunos espacios en blanco, como si fuera un gran estencil, que permitían ver el Río Paraná, a lo lejos. La presidenta tampoco se privó de sugerir algunas comparaciones históricas.
“En los buques de la flota anglofrancesa no venían solamente ingleses o franceses. Venían también ciudadanos de la Confederación Argentina identificados como unitarios”, aseguró. La multitud acompañó ese detalle histórico al grito de “traidores, traidores”. También mencionó a las mujeres de la zona, que combatieron al mando de la vecina Petronina Simorino. “Aquí se enfrentaron militares y pueblo unidos en un solo fusil, en lo que fue una verdadera guerra de guerrillas. Y también pelearon mujeres de San Pedro y San Nicolás”, recordó. Enseguida pidió al intendente y a los concejales presentes que votaran ordenanzas para bautizar con el nombre de esas mujeres a las calles de sus ciudades. “Hay tantos argentinos homenajeados con calles que no sirvieron bien a su país”, se lamentó.
En la tribuna de honor, destinada a los invitados VIP, la escuchaban cuatro gobernadores: eran Daniel Scioli (Buenos Aires), Walter Barrionuevo (Jujuy), Jorge Capitanich (Chaco) y Sergio Urribarri (Entre Ríos). Se los vio concentrados, serios. Era obvio que el discurso contenía mensajes implícitos sobre la actualidad. Cristina también aludió al actual colonialismo británico en las Islas Malvinas; antes se había preguntado por qué siempre se recuerdan los combates por la independencia, contra el yugo español, y muy pocas veces “otro tipo de colonialismos”. Hacia el final, incluyó un fuerte mensaje a la unidad nacional. “Pero no como objetivo declarativo”, agregó.
El monumento de Rogelio Polesello está emplazado sobre una saliente de la costa que tiene más altura y que cae como una barranca sobre las aguas del Paraná. A 30 metros, donde se completa la curva del río que inspiró la denominación de Vuelta de Obligado, se levanta el panteón original en homenaje a los 250 argentinos que murieron en la batalla. La presidenta caminó hasta el pie del monumento cubierto por una gran bandera argentina.
En las horas previas, mientras la gente de la Unidad Bicentenario ordenaba los últimos detalles, el reconocido fotógrafo Aldo Sessa recorría los sitios emblemáticos de la batalla. Acompañado por el historiador Oscar Moreno, Sessa hacía un registro fotográfico de cada uno de los escenarios del enfrentamiento de 1845. Ambos están preparando un libro por pedido de la ministra de Defensa, Nilda Garré. Además de los soldados de Patricios, también desfilaron por el acto otras unidades históricas, como los uniformes rojo punzó de la milicia federal y tropa de caballería con casco de coraceros.
Mientras alrededor del escenario seguían los movimientos nerviosos, cada vez más frenéticos a medida que se acercaba la llegada de la presidenta, la gente aguantaba como podía el impiadoso sol de fines de noviembre. Los bombos marcaban el ritmo, mientas las trompetas dirigían las canciones populares en homenaje a Néstor Kirchner, en defensa de Cristina o en repudio a Julio Cobos. “Che gorila/ no te lo decimos más/ si la tocan a Cristina/ qué quilombo se va a armar”, “Andate Cobos/ la puta que te parió”, fueron los estribillos más festejados. En las banderas se veían nombres de viejos conocidos, dirigentes que se pueden jactar de haber apoyado en todo momento a la presidenta: el apellido de Mario Ishii, intendente de José C. Paz, encabezaba el ranking en los carteles.
Detrás de las vallas, entre vecinos de San Pedro y Obligado que esperaban entregarle una flor a Cristina, se agitaba un mar desordenado de banderas de la militancia. Allí estaba La Cámpora, también la JP Evita, la FTV, el Movimiento Evita, Descamisados, Kolina y otras agrupaciones.
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