martes, 5 de abril de 2011

Los débiles, los fuertes y la amenaza a la libertad de prensa Por Ricardo Forster

Los débiles, los fuertes y la amenaza a la libertad de prensa Por Ricardo Forster

Por esos azares del calendario aproveché para salir de Buenos Aires y sumergirme en un lugar sin acceso a ningún medio de comunicación ni a cualquier tipo de conexión a Internet. Permanecí ajeno, por unos días, a las vicisitudes argentinas sin conocer qué último acontecimiento vendría a conmover, como cada semana, la escena política. Mientras manejaba de regreso me encontré con un bombardeo informativo que tenía como principal eje “la amenaza a la libertad de prensa y de expresión” y como víctima propiciatoria al Grupo Clarín. De la noche a la mañana, la Argentina se convirtió en un país antidemocrático gobernado por ideólogos chavistas (nuevo demonio de época) dispuestos a cercenar todo tipo de derechos y a envilecer la vida republicana de un modo equivalente a como lo había hecho la dictadura 35 años atrás (¡qué paradoja que muchos de los que opinaban de esa manera fueron cómplices del horror de aquellos años a través de diarios y revistas que jamás revisaron su actuación ni ejercieron la crítica de sus actos!); así lo vociferaban a coro los periodistas “independientes” de la corporación, a los que se les agregaron otros escribas de empresas aledañas y, claro, la mayor parte del arco opositor que encontró en Pino Solanas a uno de sus voceros más bizarros que, por las dudas y sin estar siquiera informado de lo que había sucedido, se apresuró a defender al Grupo Clarín y a denostar al Gobierno responsabilizándolo por el avance cuantioso de las hordas censoras. Confieso, estimado lector, que por un instante creía que la gente de la revista Barcelona estaba transmitiendo en cadena nacional y que todo era una gran broma. Tanta hipocresía, tanto gesto rastrero de periodistas y de políticos opositores –e incluso de algunos que son aliados del kirchnerismo desde sus provincias pero que juegan el juego que más les conviene– me parecía absurdo, una suerte de comedia o de farsa donde cada uno de los actores sobreactúa su papel. Pero no, la realidad, a veces, es más grotesca que la ficción y allí nos encontramos, una vez más, con la mayor corporación mediática del país victimizándose tal vez ayudada por los justos reclamos de un grupo de delegados y trabajadores de una de sus empresas que no eligieron el método más inteligente a la hora de dirimir con el monopolio que, eso parece, los estaba esperando con las fauces abiertas y listo para desplegar la ofensiva antigubernamental que encontró su momento antológico en esa página en blanco de la edición del lunes 28.

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