martes, 26 de julio de 2011

“¿Cuándo Evita los ha defraudado?” Por Eduardo Anguita









 
La relación entre los pueblos y sus líderes reposa en la confianza. Una confianza que se alimenta cuando esos líderes, con los años de esfuerzo y de interpretación de la voluntad mayoritaria, dan pruebas de no estar tentados de ser socios de los poderosos.
Los agitados días electorales en la Ciudad de Buenos Aires y en Santa Fe generan inquietudes. Impulsan, a muchísimos argentinos, a preguntarse cuáles son las fortalezas con que cuenta Cristina Fernández para convencer, no sólo de su capacidad para ganar las elecciones nacionales del 23 de octubre, sino también para continuar conduciendo el proceso político iniciado por Néstor Kirchner el 25 de mayo de 2003. Las inquietudes y los interrogantes son legítimos, porque en estos días quedaron al descubierto algunas de las debilidades ya previstas y otras tantas nuevas, que plantean debates genuinos. En cuanto a los puntos flacos conocidos desde tiempo atrás, el primero que debe apuntarse es que ambos distritos estaban gobernados por fuerzas políticas que ganaron en 2007; es decir, cuando la actual presidenta ganó en primera vuelta. Es decir, cuatro años después, renuevan al tiempo que Cristina tiene todas las chances de volver a ganar.
Pero hubo cosas nuevas en estos cuatro años. Dos de peso. El conflicto por la 125 en 2008 que alejó a un sector del electorado de origen rural o vinculado a los agronegocios, y el ataque iniciado por los medios de comunicación que ven el peligro que les genera la nueva ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, tratada y votada en el Congreso después de las elecciones de medio turno de junio de 2009, en las que el kirchnerismo sufrió un retroceso, producto del arrastre del conflicto agropecuario y por los coletazos de la crisis financiera internacional.
Además, en estos días aparecen elementos de orden más circunstancial. El primero es el de los encuestadores, que fallaron en calibrar el caudal electoral del PRO, tanto en Capital como en Santa Fe. No hubo voces, hasta el momento, que salieran a explicar si las campañas de Daniel Filmus y de Agustín Rossi se hicieron –variante uno– sobre la base del desconocimiento de los votos que arrastraron Mauricio Macri y Miguel del Sel o –variante dos– sabían que las distancias serían grandes, pero prefirieron silenciarlas pensando que su divulgación sería un factor de debilitamiento de los candidatos kirchneristas. En cualquier caso, para una fuerza popular que apuesta a la política genuina y convoca a la participación ciudadana es imprescindible dejar claro que no se juega con la credibilidad de la gente. No sirve entender que las encuestas sólo sirven cuando vienen bien. Peor es dar a conocer números inflados para sumar a los votantes panqueques que juegan a ganadores.
El otro tema es evitar los análisis de tinte triunfalista. Hubo abuso de comentarios sobre que la presidenta gana en primera vuelta en octubre y que los dirigentes opositores quedaron reducidos a la nada. Si bien el país está en franco crecimiento y las políticas nacionales tienen un alto nivel de aceptación en la población, es la primera vez en lo que va de la democracia recuperada en 1983 que los dueños de los medios afrontan una presidencial como protagonistas principales, aun por encima de muchos candidatos opositores. Por otra parte, si bien se suavizó el conflicto con las patronales agropecuarias, la Sociedad Rural decidió actuar también como un factor decisorio. El discurso de Hugo Biolcati del sábado estuvo claramente dirigido, tanto a los electores de Santa Fe del día siguiente como de la Capital el próximo domingo. Palabras inflamadas sin un clima de protesta en la calle pero dirigido a sembrar odio al gobierno en los sectores medios urbanos y rurales.
La pregunta que se plantea es si el poderío de los medios concentrados más el de la Sociedad Rural son tan grandes como para restar fuerzas propias al conglomerado de fuerzas sociales y políticas que expresa el kirchnerismo. Cabe destacar que el establish-ment explotó a fondo el caso Schoklender y, al menos en la Ciudad de Buenos Aires, tuvo un impacto negativo importante en sectores permeables al discurso del gobierno. Las expectativas de quienes trabajaron en la campaña de Filmus era que la distancia con Macri no llegara a los 10 puntos. Y resultó prácticamente el doble. Toda mala evaluación lleva a desatender maneras de convocar electores. Concretamente a encarar una comunicación electoral más marketinera, al menos para intentar neutralizar la eficaz campaña macrista, y también tener otra política frente al aprovechamiento de espacios televisivos, especialmente los no vinculados al periodismo político. 
En el caso de Santa Fe, es más difícil de entender qué pasó, porque María Eugenia Bielsa hizo una elección excelente y salió primera (579 mil votos) encabezando la lista de diputados provinciales, mientras que Agustín Rossi (387 mil) salió tercero. Queda claro que en una elección provincial donde se ponen en juego distintos cargos, los aciertos y los errores de campaña pueden mover el amperímetro mucho más de lo que creen las mentes que ven todo de modo rígido. Nacionalizar o no los ejes de campaña, tener o no candidatos carismáticos, haber quedado –o no– pegado al conflicto de la 125, tener o no buena relación con la Casa Rosada –y tantas otras cosas– suman o restan voluntades. A veces muchas, a veces pocas.
Y aunque los resultados parezcan crueles, para dirigentes de la talla de Filmus y de Rossi, la historia dirá algo más trascendente que los números. La trayectoria de ambos y la aridez de los dos distritos, los pone como dos políticos de una capacidad y un temple muy especiales. Rossi se cargó toda la responsabilidad del resultado. Un gesto que confirma su compromiso. Filmus encara este último tramo para honrar a muchos porteños que saben que no es lo mismo 20 que 15, y que harán fuerza para que la distancia sea la menor posible.

QUÉ SIGNIFICA PROFUNDIZAR EL MODELO. Hoy se cumplen 59 años de la muerte de Evita, la abanderada de los pobres. Casi un año antes de su fallecimiento, renunciaba a integrar la fórmula presidencial junto a Juan Domingo Perón. Estaba enferma, casi sin fuerzas, pero muchos pensaban que, además de cuestiones de salud, había motivos de orden político que llevaban a Eva a hacerse a un lado del cargo. Desde el edificio de 9 de Julio y Belgrano, Evita, dirigiéndose a Perón, el 22 de agosto de 1951, dijo que el pueblo “quiere saber de qué se trata” y, dirigiéndose a la multitud, agregó: “Ya sabe de qué se trata y quiere que el General Perón siga dirigiendo los destinos de la Patria.” Sin embargo, desde abajo, coreaban: “¡Con Evita! ¡Con Evita!” Ella replicó: “Yo haré siempre lo que el pueblo quiera. Pero yo les digo que así como hace cinco años he dicho que prefería ser Evita, antes que la mujer del presidente, si ese Evita era dicho para aliviar algún dolor de mi Patria, ahora digo que sigo prefiriendo ser Evita. La Patria está salvada porque la gobierna el General Perón”. Ante la insistencia, contestó, llorando: “Compañeros, yo no renuncio a mi puesto de lucha. Yo renuncio a los honores. Haré, finalmente, lo que decida el pueblo.” La insistencia llevó a que terminara el discurso de un modo inolvidable: “Por el cariño que nos une, les pido por favor que no me hagan hacer lo que no quiero hacer. Se los pido a ustedes como amiga, como compañera. Les pido que se desconcentren. ¡Compañeros, ¿cuándo Evita los ha defraudado?! ¿Cuándo Evita no ha hecho lo que ustedes desean?!”
La relación entre los pueblos y sus líderes reposa en la confianza. Una confianza que se alimenta cuando esos líderes, con los años de esfuerzo y de interpretación de la voluntad mayoritaria, dan pruebas de no estar tentados de ser socios de los poderosos.
Cuando convencen que el mayor deseo es el de servir a los pueblos y de hacer todo lo posible para que no haya más privilegios económicos ni sociedades desiguales. Esa es una condición imprescindible para no perder el lugar de representación, tan lleno de apariencias y oropeles, pero tan plagado de responsabilidades y desafíos. No alcanza sólo con ser fiel al pueblo. Se necesita de una autocrítica permanente, de búsqueda de nuevos lenguajes y nuevos lazos con diversos sectores de la sociedad. De alianzas, a veces circunstanciales y a veces más estables, con sectores que piensan distinto y expresan diversos intereses. Se precisa tiempo. Y ese tiempo no siempre es el de ganar. A veces es el tiempo de templarse en la adversidad y el disgusto. Tiempos en los que la lealtad y la confianza se hacen recíprocas y hacen que los vínculos se fortalezcan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario