domingo, 24 de julio de 2011

El delirante discurso de Biolcati Por Eduardo Anguita


El multimillonario presidente de la Sociedad Rural Argentina, Hugo Biolcati, dio por inaugurada la feria anual del grupo de poder más concentrado de la Argentina. Sin el fervor de los piqueteros rurales de 2008, Biolcati cosechó unos pocos aplausos cuan­do dijo que no quería un país sembrado con soja. Reclamó trabajo genuino y buenas leyes de tierras. Como si se tratara de un discurso de barricada, se quejó de que el Gobierno persiga un modelo de sometimiento a los designios de las multinacionales. Biolcati no se dio por enterado de que el ministro de Agricultura Julián Domínguez está en China, dando continuidad a una serie de acuerdos comerciales que permitieron que la balanza comercial deficitaria de 2010 se haya corregido en el primer semestre de 2011. Tampoco habló de la ley sobre la limitación de la extranjerización de la tierra propuesta por el Ejecutivo, al igual que el proyecto de regularización de la situación de los trabajadores del agro, mayoritariamente no registrado por las patronales que aplauden a Biolcati. Además, detalle no menor, la normativa que aún rige es una herencia de la dictadura cívico-militar que barrió por decreto el Estatuto del Peón Rural de 1944 y que colocó a los trabajadores rurales en la categoría de “no permanentes” legitimando el trabajo en negro. Decreto que se hizo por pedido expreso de José Alfredo Martínez de Hoz, descendiente directo de su homónimo, quien fuera primer presidente de la Sociedad Rural. 

Pero la hipocresía de Biolcati no podía quedar allí. Levantó la figura de Domingo Faustino Sarmiento destacando la austeridad en la que murió. Como no podía ser de otro modo, habló del Sarmiento periodista y recordó que durante sus años de presidente no había patotas sindicales que impedían la libre circulación de los periódicos (sic). Claro, sin hacer mención a los desmanes de las patotas de las dictaduras asociadas a los terratenientes y exportadores ni a los vándalos que derramaban leche o impedían la llegada de alimentos a las ciudades durante los meses destituyentes que pretendieron un mundo sin retenciones. 

Escuchaban las mentiras de Biolcati algunos políticos del arco opositor. Francisco de Narváez, socio principal de Ricardo Alfonsín y titular de la sociedad concesionaria del predio de Palermo. También estaba Eduardo Duhalde, ideólogo del Movimiento Republicano Cívico-Militar, que expresa a los genocidas presos en los penales de Marcos Paz y Campo de Mayo y llama a votar por Miguel Del Sel hoy en Santa Fe y por Mauricio Macri en el ballottage porteño del 31 de julio. Estaba el propio Mauricio Macri, que renunció a las presidenciales de octubre y ahora es tratado por los medios del establishment como si fuera la gran figura de recambio. Biolcati no pudo darse el gusto de contar siquiera con la presencia de Ricardo Alfonsín ni la de Hermes Binner, quienes por un mínimo de prudencia no quisieron sumarse a la fiesta oligárquica. 

Biolcati vaticinó que la larga noche puede estar llegando a su fin pero en un ataque de sincericidio advirtió que llegará el día en que sabremos elegir. Desde ya, sin precisar cuál será ese día, ya que octubre está demasiado cerca y todos los análisis indican que Cristina Fernández de Kirchner renovará el mandato y que la gestión de Julián Domínguez al frente de Agricultura logró impulsar aún más los planes de rendimiento del sector y desandar los intentos de los popes de La Rural de provocar caos en este tiempo electoral. Biolcati debió reconocer que “la sociedad no quiere que cortemos rutas”. Toda una confesión del estado de ánimo de una oposición que no puede articular un proyecto para intentar torcer el camino iniciado en 2003. 

La Patria tecnológica. La Rural abrió sus puertas el 14 de julio, el mismo día que Tecnópolis, que se vio colmada por cientos de miles de asistentes, superando por completo las expectativas de los organizadores. Esta muestra es una convocatoria a aceptar los desafíos de la sociedad del talento, el despliegue de presupuestos para la innovación productiva, para la incubación de proyectos en un mundo donde es imprescindible el conocimiento a­pli­cado a la industria. Sin tecnologías de punta la soberanía se puede convertir en un frágil sueño. Pero Tecnópolis no sólo abre las puertas a pensar el futuro, sino a ver el pasado y a ponderar los logros presentes. Allí están las empresas, universidades y laboratorios públicos y privados que dan cuenta de resultados importantes de estos años. La estatal rionegrina Invap, capaz de proveer los satélites para vigilar las fronteras en el norte, en un plan lanzado esta semana por la Presidenta. Aysa, que da cloacas, agua potable y juega un papel decisivo en el saneamiento de la cuenca del Matanza Riachuelo. El Inta, principal sostén de conocimiento y asistencia a los avances tecnológicos de la producción rural. El Inti, que multiplicó sus recursos y la asistencia a las empresas pequeñas y medianas. Los laboratorios públicos de medicamentos, que hoy ocupan un lugar importantísimo en la elaboración de fármacos con costos que ponen en ridículo los precios que cobran las multinacionales de los laboratorios medicinales. La distribución masiva de notebooks en las escuelas y el crecimiento del presupuesto educativo son una muestra del interés por fortalecer la capacitación de los recursos humanos que ya están demandando las nuevas posiciones laborales. A sólo cuatro años de la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, la Argentina pone proa a los grandes de­sa­fí­os de la sociedad del co­no­cimiento. 

Pero es preciso tener memoria. En las sucesivas dictaduras en las que la Sociedad Rural formó parte sustantiva del poder político –así como en el menemato– hubo una destrucción deliberada de los avances en la investigación y aplicación de conocimiento. Las multinacionales y sus socios locales quieren un Estado bobo. No quieren que se cobren retenciones aunque no puedan explicar que con ellas la producción agraria crece al mismo ritmo –o más– debido a que la renta extraordinaria de las oleaginosas es realmente extraordinaria. Y no quieren que esas retenciones y otros recursos públicos genuinos vayan a planes de redistribución de la renta ni a políticas sociales inclusivas ni a presupuestos para educación e investigación. 

El teléfono identificado. El perverso manejo de la campaña sucia orquestado por el jefe de campaña de Macri, Jaime Durán Barba, puede o no tener efectos en las elecciones del próximo domingo. El silencio cómplice de los grandes medios con Macri es proporcional al descomunal despliegue para desacreditar a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. El gran problema es que la Justicia tiene en sus manos todos los elementos que componen la compleja red tejida por Durán Barba y Asociados destinada a infectar a los votantes porteños con mentiras infamantes. Las técnicas utilizadas por los empleados de Durán Barba para encriptar el origen de las llamadas, según los especialistas en telecomunicaciones, fueron de amateurs. Bastó que Telecom le diera la identificación del carrier norteamericano al juzgado subrogado por Ariel Lijo para que los siete allanamientos realizados brindaran material suficiente como para vincular estrechamente al gobierno de Macri con la campaña sucia. El escudo mediático podrá, quizá, servir para amortiguar el golpe de cara al bollottage, pero no alcanzará para evitar que la causa prosiga y deje al descubierto, una vez más, la concepción farsesca de la política que tiene el PRO. Además, plantea un problema delicado a algunos dirigentes políticos que se apresuraron a darle su apoyo al jefe de Gobierno. Por último –y más allá de las grietas y debilidades de la campaña del Frente para la Victoria y sus aliados en la Ciudad– estas elecciones porteñas, como las de Santa Fe y de Córdoba, son un buen llamado de atención para entender que una fuerza política y social transformadora tiene distritos en los cuales sus representantes constituyen la segunda fuerza electoral o, incluso, deben buscar aliados que los expresen. Sería una pérdida de sentido común –y una muestra de omnipotencia indebida– creer que los procesos electorales condenan al éxito al kirchnerismo. Se trata de disputas de voluntades que, en muchas oportunidades, son una suma de identidad genuina y de recursos publicitarios imaginativos o perversos. La política transformadora y popular suele estar fogueada por la adversidad. Peligroso sería el camino de rosas para quienes pretenden desalojar del poder a los que históricamente sometieron al pueblo. De allí la importancia de entender las historias reales de militancia y de heroísmo popular, generalmente curtidas en la adversidad del poder y muchas veces ante la falta de comprensión y apoyo de muchos ciudadanos. Pero esas historias son las de los imprescindibles, los que no están pendientes del electrómetro para saber que su compromiso con el pueblo es inquebrantable.

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