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Desnudos y corriendo y a los gritos (o el preludio de un PAPEL PRENSA para todos)
Ellos se paseaban con la frente en alto y el cuerpo adornado con un lustre que nunca logró reflejar como aquel espejo anglofrancés en el cual se (ad)miraban. Sonrisas y bailes y burbujas importadas de alto nivel se deglutían entre manjares anclados en cubiertos de plata. Miradas al horizonte pampeano erguían el torso con el poder como garantía de herencia, ese testamento incuestionable si el enlace era refrendado en los “sociales” de LA NACIÓN.
Al linaje de todos los tiempos se le sumaron nuevos doble apellido con aspiraciones a ser reflejo del lustre que no refleja aunque, claro, un MORALES SOLÁ nunca aceptaría esto... complejo de inferioridad, diagnosticaría el psicoanálisis; PERIODISMO INDEPENDIENTE, se defenderá él. En fin. El escriba del teatro nacional sabe que puede hacer cualquier cosa excepto ser popular. Para eso hace falta algo que funcione como un toque de atención que se atreva a gritar a viva voz (porque en las altas esferas se susurra, y con decoro) y nada mejor que un CLARÍN para darle a la plebe una realidad verosímil y cercana.
Ya lo dijo el riojano: “si hubiera dicho lo que iba a hacer, no me hubieran votado”. Esta técnica, claro está, no fue de su inventiva. Desde los siglos de los siglos se ha decidido que lo mismo no puede ser dicho a todos y, por eso, una cosa ha sido la filosofía, otra la teología y otra muy distinta la religión, aunque las tres lean el mismo texto.
Más allá (o más acá) de todo, lo que aquí importa es:históricamente, CLARÍN le habló a los empleados de los lectores de LA NACIÓN. Había un discurso que decir y no había dudas acerca de cuál era ese discurso: una interpretación de la realidad que, se suponía, vivían los lectores. Pero eso no es lo que pasa hoy. Hoy los escribas no pueden escribir sobre la realidad de otros porque es SU realidad la que está en juego. No su realidad como escribas, sino como ÚNICOS escribas. CLARÍN no puede parar de hablar de sí mismo y, así, entierra en vida toda posibilidad de verosimilitud. El caso de LA NACIÓN es distinto: por más pluma de ganso que utilice Joaquín Morales Solá cada séptimo día, no puede bajar una línea editorial que no se contradiga en la siguiente creatio ex nihilo. Sin embargo, ante esto, muchos se preguntan: “¿pero estos tipos no ven lo que está pasando?” Y sí, lo ven. Lo ven clarísimo, y es por eso escriben lo que escriben… así, desesperados: desnudos y corriendo y a los gritos.
Si bien muchas veces hemos oído decir que la “historia la escriben los que ganan”, hoy ya todos sabemos que no se trata sólo de “entonces escribamos otra historia”, ni de extirpar la libertad de quienes ostentan la sangre azul de LA NACIÓN o el castrense chirrido del CLARÍN. Hoy la cuestión pasa por la aprobación y la defensa de la ley que instituye al PAPEL PRENSA como producción de interés público. Sólo así, y de una vez por todas, los fulanos, hijos de menganos y nietos de sutanos, podremos publicar nuestro registro del presente, sabiéndonos huella de nuestra futura historia. Una historia que, seguramente, se alejará del falso e impoluto bronce para acercase más a la auténtica e imperfecta GLORIA.
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