miércoles, 10 de noviembre de 2010

REVISIÓN HISTÓRICA La Nación: Roca no fue un genocida y los mapuches son okupas En su afán de preservar la sacrosanta propiedad privada de los grandes latifundistas en el sur del país, La Nación dedica hoy una larga editorial a despotricar contra las tomas que están realizando los pueblos mapuches de esa región, sobre todo de tierras improductivas.

REVISIÓN HISTÓRICA

La Nación: Roca no fue un genocida y los mapuches son okupas

En su afán de preservar la sacrosanta propiedad privada de los grandes latifundistas en el sur del país, La Nación dedica hoy una larga editorial a despotricar contra las tomas que están realizando los pueblos mapuches de esa región, sobre todo de tierras improductivas.

Si los mapuches argumentan a su favor razones ancestrales, que cuentan miles de años de existencia como tales y por tanto de uso de aquellas frías tierras para su subsistencia, el diario de los Mitre pone en su canasta apenas el último siglo y medio, como si la historia del mundo comenzase cuando don Bartolomé fundara el gran diario (grande por el tamaño, se entiende).

“Mientras se sigue reclamando la eliminación de las estatuas del general Julio A. Roca en todo el país y, de tanto en tanto, aparecen inscripciones injuriosas en las tablillas indicadoras de su nombre en las calles que justicieramente le han sido dedicadas, en el sur del país se producen tomas de propiedades privadas por los que dicen representar los intereses de los indios mapuches”, se queja amargamente el editorialista.

Según el diario, “la fórmula preferida para legitimar la ocupación de espacios cuya posesión por parte de la Argentina (N. de la R.: La Nación pone un sinónimo entre “Argentina” y los propietarios actuales de las tierras y, por ende, a los mapuches fuera de esta nacionalidad) se justifica en títulos jurídicos e históricos incuestionables es convertir en ‘genocidio’ la actuación de las fuerzas nacionales que pusieron fin, entre 1879 y 1883, a los robos de ganado, a los crueles vejámenes a miles de cautivos y a la permanente inseguridad que impedía a los argentinos vivir en paz en sus propios pueblos y campos”.

Para destruir el argumento, se recurre al Diccionario de la Lengua Española, donde se define genocidio como “el ‘exterminio o eliminación sistemática de un grupo social por motivo de raza, de etnia, de religión, de política o de nacionalidad’. Es, pues, una falacia pretender aplicar ese concepto a las sucesivas expediciones cuyo principal objeto fue la inobjetable defensa de la soberanía en las regiones australes”, asegura la editorial. Conclusión mitrista: “Ni Rosas, que provocó más víctimas entre los indios en la expedición al desierto de 1833, ni Roca fueron genocidas”. Un vindicación casi extemporánea al genocida Roca, por cierto.

Pero no es la primera vez –obviamente- que La Nación defiende y sostiene a Roca persona y a su figura histórica, por tanto la usurpación “blanca y civilizatoria” de las tierras americanas. Ya en 2004, un artículo de Juan José Cresto hablaba de “Roca y el mito del genocidio” : “Mitre quiso erradicar el delito en las pampas y no lo pudo lograr por tener que dedicar sus esfuerzos a la guerra del Paraguay. Sarmiento sufrió grandes malones y la batalla de San Carlos es un verdadero hito de la historia. (…) Finalmente, Roca, que conocía el desierto, organizó una expedición ocupacional decisiva. Este joven general había ganado todos sus ascensos, uno tras otro, en los campos de batalla”.

“¿Estaba Roca ocupando tierras de indios?”, se preguntaba el diario, para responderse: “La respuesta es categóricamente negativa. Esas tierras desiertas comienzan a ser ocupadas con las expediciones pobladoras de la España colonizadora del siglo XVI que, repetimos, trajeron el caballo y la vaca. Los indios iniciaron su ocupación 180 años después”.

“El pedestal de la gloria de Roca está en sus dos gobiernos y en su orientación política, mucho más que en la ocupación del desierto, pero ésta es un timbre de honor de su biografía”, se afirmaba –entonces y ahora- en La Nación.

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