Dentro de la horrorosa galería de represores de los "años de plomo", el antiguo capitán de fragata, cuya liberación acaba de ordenar la justicia argentina, pero fue suspendida por la Cámara Nacional de Casación Penal, ocupará el sitial reservado para los más perversos asesinos.
Un dato lo pinta de cuerpo y alma: en 1977 logró infiltrarse en las filas de las Madres de Plaza de Mayo haciéndose pasar por el hermano de un desaparecido y a finales de ese año "marcó" con un beso a las fundadoras de esa agrupación para que horas después estas mujeres desesperadas fueron secuestradas y asesinadas.
Alfredo Ignacio Astiz nació el 8 de noviembre de 1951 y tras el golpe de Estado que en 1976 derrocó al Gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón fue asignado a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), donde funcionó la principal cárcel clandestina de la dictadura.
En este ámbito, Astiz perteneció al Grupo de Tareas 332 (GT 332), responsable de innumerable cantidad de secuestros de personas que permanecían cautivas en la sede de la ESMA, en la zona norte de Buenos Aires.
Los organismos humanitarios calculan que por ese centro clandestino de detención y tortura pasaron unas 5.000 personas, de las cuales sobrevivieron menos del cinco por ciento.
La ESMA, donde en la actualidad funciona un Espacio para la Memoria, fue además el punto de partida para los "vuelos de la muerte", desde los que los detenidos eran arrojados vivos al mar.
En plena dictadura Alfredo Astiz utilizó su aspecto angelical y el falso nombre de Gustavo Niño para simular ser el hermano de un desaparecido y convertirse en un "topo" de las Madres de Plaza de Mayo.
El 10 de diciembre de 1977 y en la puerta de la iglesia Santa Cruz, por entonces sitio de reunión de los activistas de derechos humanos, Astiz besó a quienes horas después serían secuestradas por el GT 332: Azucena Villaflor, Esther Ballestrino y María Ponce, las fundadoras de las Madres de Plaza de Mayo.
En aquel grupo que recibió el "beso de la muerte" también estaban las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet, quienes fueron alojadas en la ESMA, torturadas y luego arrojadas al mar desde un avión militar.
Tiempo después de aquellos crímenes, el "ángel rubio" asesinó por error a la adolescente sueca Dagmar Hagelin, al confundirla con una guerrillera.
En 1982, durante la guerra con el Reino Unido por la soberanía de las islas Malvinas, Astiz integró un grupo de comandos - denominado "Los lagartos" - al que se le asignó la defensa del archipiélago de las Georgias del Sur.
El marino se rindió sin disparar un solo tiro, tras lo cual quedó detenido como prisionero de guerra de las fuerzas británicas.
Francia y Suecia aprovecharon la ocasión para pedir al Reino Unido su extradición, pero la entonces primera ministra Margaret Thatcher la negó y devolvió a Astiz a Argentina.
La causa penal en su contra por la desaparición de la sueca Hagelin fue cerrada en 1986 al considerarse prescrita y cuatro años más tarde Francia lo condenó en ausencia a prisión perpetua por el asesinato de las religiosas Domon y Duquet.
En 1998 Astiz fue expulsado de la Marina y en 2003, tras la anulación parlamentaria de las "leyes del perdón" a represores, el ex militar volvió a ser procesado en varias causas por delitos de lesa humanidad.
La "megacausa ESMA" lo llevó a la cárcel a comienzos del 2004 y dos años después un tribunal ordenó la reapertura de la investigación por la desaparición de la joven sueca Dagmar Hagelin.
También ha sido requerido por jueces de España, Francia, Suecia e Italia, donde en 2007 fue condenado en ausencia a prisión perpetua por la desaparición de tres italianos durante la dictadura argentina.
Astiz se ha ganado el desprecio de la sociedad argentina, en la que aún resuena una de sus respuestas en un histórico reportaje que le hizo hace una década la desaparecida revista "Tres puntos".
"La Armada no me enseñó a construir, sino a destruir. Sé colocar minas y bombas, sé infiltrarme, sé desarmar una organización, sé matar. Todo lo sé hacer bien. Yo digo siempre: soy bruto, pero tuve un solo acto de lucidez en mi vida, que fue meterme en la Armada", aseveró el también llamado "Ángel de la muerte".
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