martes, 18 de octubre de 2011

Las cenizas de los malos perdedores Por ORLANDO BARONE


No es que, porque el resultado sea previsible la campaña haya perdido atractivo. Ese pensamiento desganado tiene un aire opositor. Relativizar un acontecimiento es el recurso del que se queda afuera y desea que la fiesta se enfríe. ¿Desde cuándo su proximidad no provoca ansiedad y alegría en quienes la esperan y la desean? Las vísperas no son menos que el día de la fiesta. Y es falso el desinterés, cuando se da por sabido el final del relato. Ese que nos gusta y concierne.

La crónica de la fiesta anunciada no por eso debilita el asombro. Así como por más que el pronóstico del tiempo anuncie un día de sol como un dato climático ordinario, cuando lo vemos salir lo gozamos como al primer sol que vimos.

En este teatro político de la década, que está por prolongarse a la otra, hay un fuego, hay foguistas y militantes del fuego. Son tantos que parece que va a haber superpoblación de votantes. Y también hay ciertos cenicientos perdedores que ya se sienten perder antes que el fuego les gane; y que aún así pegan patadas porque está en su naturaleza. La de los malos perdedores.

Aimée Cesaire, el llamado poeta de la negritud decía: “El fuego es un lenguaje que exige correr”. No gritar ni insultar: correr. Como la pasión exige deseo y la política encantamiento.

La forma en quela Argentina encendió el actual fuego político tiene tal intensidad que no hay chances de oponérsele con un fosforito usado. ¡De qué se quejan los que lo raspan sin éxito en la pared y no logran hacer combustión en el ánimo de los votantes! Les sería más favorable que se pusieran a trabajar tratando de hacer fuego golpeando dos piedras como en los tiempos primitivos. Porque el fosforito usado no sirve. No es que esos candidatos sean inferiores, es que son inferiores sus proyectos políticos. Y mientras estén en ese trance no se avivarán sus cenizas. Presa durante tres meses del inminente fuego del 23 de octubre la oposición se encabrita e insulta al fuego.

Entonces luce como un montón de cenizas en ya imparable apagamiento. Por más que se les soplen las agónicas brasitas que aún se asoman entre los grumos no hay actuación publicitaria que las reencienda. Cesarán antes que las de los volcanes del sur y, por suerte, ya causarán menos daño que estas. Lo que no apagan es su ridículo.

Triste destino el de tantos candidatos sin fuego. Pierden antes de que les ganen. Contradicen su estado de ánimo: ya que a la par que se resignan a la derrota le dan patadas al que gana.

Situación grave la de saber la crónica anunciada y pretender alterar la fatalidad del relato. Pero los perdedores no deberían desesperarse porque igual van a poder participar de la fiesta.  Aunque, como lo dicen los astros, una superpoblación de votantes con el mismo gusto, va a querer subirse al mismo colectivo. Ya van a ver los de la oposición qué desganada elección es la del domingo que viene.  Pero no teman: la patria es grande. Y el colectivo nunca está lleno

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