sábado, 20 de noviembre de 2010

Vuelta de Obligado “es la epopeya más silenciada de la historia oficial” ¿Por qué el 20 de Noviembre es el “Día de la Soberanía Nacional”?

Vuelta de Obligado “es la epopeya más silenciada de la historia oficial”

¿Por qué el 20 de Noviembre es el “Día de la Soberanía Nacional”?
 
 
 
 
 
En estos días he podido comprobar el desconocimiento de nuestra verdadera Historia Nacional (lo cual no es casual), muy particularmente con la recuperación del feriado del 20 de Noviembre “Día de la Soberanía Nacional” fecha instituida por el Gobierno del Presidente Juan Domingo Perón y luego retirado por los golpistas y terroristas del 55. (Hace 55 años).
 
Por ello y como una gran cantidad de profesores, amigos y estudiantes desconocen este acontecimiento, de cuando las fuerzas unidas de las dos mayores potencias planetarias del siglo XIX (Francia e Inglaterra, mas mercenarios como el Sr. Garibalidi), intentaron invadir y disolver a la Argentina; por ello acompaño una síntesis de los hechos heroicos del Pueblo Argentino frente a la agresión y la calidad de sus dirigentes en enfrentar y derrotar a los mismos y principalmente el del brigadier General Juan Manuel de Rosas, y anexando la opinión de la prensa estadounidense, Europea e Iberoamericana, sobre Argentina y Rosas.
 
Se trató, nada menos, que la Argentina que en 1845 obligó a capitular a las dos potencias más grandes del mundo en ese momento, Inglaterra y Francia. “¿Por qué es un hecho tan oculto? Porque los que escribieron la historia, que es la oligarquía porteña, los unitarios, estuvieron a favor de la invasión extranjera y varios de ellos estuvieron en esos grandes barcos” CPM
 
El 13 de enero de 1845 en París, noche nevosa según el testimonio de uno de los presentes. François Guizot, primer ministro de Luis Felipe, rey de los franceses, reúne a cenar en el Ministerio de Relaciones Exteriores a los técnicos del Plata que se encontraban en la capital de Francia. De dicho ágape surgirá la intervención armada anglofrancesa, y su posible colaboración brasileña en los asuntos internos de las repúblicas sudamericanas.
 
Concurren el embajador de Inglaterra Lord Cowley, sir George Ouseley, que partiría al Plata llevando la intimación a Rosas, Mr, De Lurde hasta entonces Encargado de Negocios francés en Buenos Aires, el almirante Mackau ministro de Marina, y que conociera a Rosas en 1840 cuando fue a llevarle la paz por instrucciones de Thiers, Mr. Desages director general del Ministerio, y el vizconde de Abrantés en misión especial de Brasil para acoplarse a la proyectada expedición. Allí se arreglará la intervención en definitiva y la posible participación de Brasil.
 
Muy a la francesa se discutirá la acción en la sobremesa. Y al servirse el café y el coñac, Guizot abre el debate sobre el interrogante ¿Qué propósito y qué medios dar a la intervención? Abrantés no se anima a postular “la causa de la civilización” después de lo ocurrido con Aberdeen.
 
Las Tablas de Sangre podían ser útiles para impresionar al gran público, pero evidentemente no producían efecto en los políticos.
 
Sin embargo, todos son partidarios de pretextar ostensiblemente la “causa de la civilización”, pero agregándole las “necesidades de las naciones comerciales”, la “independencia de Uruguay, Paraguay y Entre Ríos” que había que preservar de la Confederación Argentina, y la “libre navegación de los ríos” argentinos, orientales, paraguayos y entrerrianos.
 
En cuanto a Rosas… Mackau, que lo ha conocido en 1840 hace su elogio: es un patriota insobornable, un político hábil, un gobernante de gran energía y un hombre muy querido por los suyos.
 
Desde luego, es un obstáculo para los planes de la intervención y costaría llevarlo por delante; aunque contra las escuadras combinadas nada podría hacer. De Lurde, que también lo ha conocido en Buenos Aires, se desata en elogios para Rosas: su gobierno ha impuesto el orden donde antes imperaba el desorden; tal vez los argentinos se hubieran acostumbrado a obedecer a una autoridad y pudiera reemplazárselo por otro gobernante más amigo de los europeos, pero la cuestión es que Rosas no cedería a una intervención armada: “se refugiaría en la pampa y desde allí hostilizaría a los puertos”.
 
A su juicio la intervención irá a un completo fracaso; mejor era dejar las cosas como estaban y tratar con Rosas de igual a igual “sacándole los beneficios comerciales posibles”.
 
Abrantés está de acuerdo, en parte, con De Lurde. Pero no cree que la intervención iría a un completo fracaso. Combinadas Inglaterra, Francia y Brasil, su fuerza sería irresistible; a Rosas podría perseguírselo hasta el fondo de la pampa. Pero, eso sí, deberían emplearse todos los medios para obtener el triunfo.
 
En caso de no emplearse medios eficaces (expedición marítima y fuerzas de desembarco en número aplastante), mejor era olvidarse de una intervención y “no exponerse a la irritación de un hombre como Rosas”.
 
Ouseley trae le palabra de Inglaterra. Nada de expediciones de desembarco que por dos veces habían fracasado en Buenos Aires (1806 y 1807).
 
Lo que se buscaba era otra, cosa, para lo cual el gobernante argentino carecía de fuerza para oponerse: una gran expedición naval que levantara el sitio de Montevideo, tomara posesión de los ríos, y gestionara y mantuviera la independencia del Uruguay, Entre Ríos y Paraguay..
 
De Montevideo se haría una factoría para las grandes naciones comerciales; de común acuerdo entre las nacionales comerciales y Brasil, se fijarían los límites de los nuevos Estados del Plata. Buenos tratados de comercio, alianza y navegación los unirían con las naciones comerciales.
 
Abrantés se desconcierta ante esa repetición de “las naciones comerciales” que parecerían excluir a Brasil, y pregunta cuál sería la, participación del Imperio en la empresa. “El ejército brasileño operaría por tierra concluyendo con Oribe”.
 
Abrantés protesta, pues eso sería “recibir solo la animosidad de Rosas, pues las fuerzas de Rosas se manifestarían por tierra, si los tres aliados participaban en común, también en común deberían emplearse”.
 
Cowley corta: Inglaterra no enviará expediciones terrestres.
 
Mackau no quiere la participación de Brasil “que complicaría la cuestión”. Ouseley añade que por una fuerte expedición naval podrían cumplirse los objetivos de la intervención: en cuanto a Rosas y su Confederación Argentina, aislados al occidente del Paraná, no podrían oponerse a lo que se hiciera a oriente de este río.
 
Guizot resume las opiniones como final del debate.
 
Se emplearían “solamente medios marítimos”, a no ser que Brasil quisiera, usar su ejército de tierra; la acción naval sería suficientemente poderosa para hacer a los aliados dueños de los ríos, del Estado Oriental, de la Mesopotamia y del Paraguay, cuya “independencia se garantizaría”.
 
Estos Estados se unirían con sólidos lazos comerciales y de alianza con los interventores.
 
Brasil se retira
 
Abrantés informa esa noche a su gobierno. Ha comprendido que muy diplomáticamente no se quiere la participación brasileña.
 
No solamente Aberdeen le ha exigido la renovación de los leoninos tratados de alianza y de tráfico de esclavatura como previos a la alianza, sino Brasil no obtendría objetivo alguno en la intervención.
 
Todo sería para las naciones comerciales; que fijarían los límites de los nuevos Estados con el Imperio (desde luego, en perjuicio del Imperio), y serían las solas dueñas de las nuevas repúblicas. Brasil vería cortarse para siempre su clásica política de expansión hacia el sur.
 
Además, dejarle la exclusividad de las operaciones terrestres contra Rosas era una manera de obtener el retiro del Imperio, pues Brasil no tomaría exclusivamente semejante responsabilidad. Y dando por terminada su misión se retira de París.
 
Empieza la Intervención
 
Gore Ouseley, portando el ultimátum previo a la intervención, viajó a Buenos Aires. Exigió el retiro de las tropas argentinas sitiadoras de Montevideo, juntamente con las orientales de Oribe y el levantamiento del bloqueo que el almirante Brown hacía de este puerto.
 
Se descartaba su rechazo por Rosas. Poco después llegaba el barón Deffaudis con idéntico propósito en nombre de Francia.
 
Mientras Rosas debate con los diplomáticos el derecho de toda nación, cualquiera fuere su poder o su tamaño para dirigir su política internacional sin tutela foráneas, se presentaron en Montevideo las escuadras de Inglaterra y Francia comandadas respectivamente por los almirantes Inglefield y Lainé.
 
Pendientes aún las negociaciones en Buenos Aires, ambos almirantes se apoderaron de los buquecillos argentinos de Brown que bloqueaban Montevideo, arrojaron al agua, la bandera Argentina y colocaron al tope de ellos la del corsario Garibaldi.
 
Ante ese hecho – ocurrido el 2 de agosto de 1845 – Rosas elevó los antecedentes a la Legislatura, que lo autorizó “para resistir la intervención y salvar la integridad de la patria”. Ouseley y Deffaudis recibieron pasaportes para salir de Buenos Aires. La guerra había empezado.
 
Obligado (20 de noviembre de 1845)
 
El 30 de agosto la escuadra aliada íntima rendición a Colonia, que al no ser acatada es desmoronada a cañonazos al día siguiente. Garibaldi, con los barcos argentinos, de los que ahora es dueño, participa en este acto y se destaca en el asalto que siguió.
 
El 5 de setiembre los almirantes se apoderan de Martín García: Garibaldi, con sus propias manos – que más tarde serían esculpidas en bronce en una plaza de Buenos Aires –, arrió la bandera argentina.
 
De allí la escuadra se divide. Los anglofranceses remontan el Paraná, mientras Garibaldi toma por el Uruguay y sus afluentes: el corsario se apodera y saquea Gualeguaychú, Salto, Concordia y otros puntos indefensos, regresando a Montevideo con un enorme botín de guerra.
 
Mientras tanto los Almirantes Hontham y Trehouart navegan el Paraná en demostración de soberanía, y para abrir comunicaciones con su ejército “auxiliar” que, al mando del general Paz, obraba en Corrientes.
 
Pero el 20 de noviembre, al doblar el recodo de Obligado, encuentran una gruesa cadena sostenida por pontones que cerraban el río, al mismo tiempo que baterías de tierra iniciaban el fuego.
 
Es el general Mansilla, que por órdenes de Rosas ha fortificado la Vuelta de Obligado y hará pagar caro su cruce a los interventores.
 
Al divisar los buques extranjeros ha hecho cantar el Himno Nacional a sus tropas y abierto el fuego con sus baterías costeras. Llueven sobre la escasa guarnición Argentina los proyectiles de los grandes cañones de marina europeos.
 
Siete horas duró el combate, el más heroico de nuestra historia (de las 10 de la mañana a las 5 de la tarde). No se venció, no se podía vencer.
 
Simplemente, quiso darse a los interventores una serena lección de coraje criollo. Se resistió mientras hubo vidas y municiones, pero la enorme superioridad enemiga alcanzó a cortar la cadena y poner fuera de combate las baterías.
 
Bizarro hecho de armas, lo califica el Almirante Inglefield en su parte, desgraciadamente acompañado por mucha pérdida de vidas de nuestros marinos y desperfectos irreparables en los navíos.
 
Tantas pérdidas han sido debidas “a la obstinación del enemigo”, dice el bravo almirante.
 
¿Se ha triunfado? La escuadra, diezmada y en malas condiciones, llega a Corrientes, y de allí intenta el regreso.
 
En el Quebracho, cerca de San Lorenzo, (4 de Junio de 1846 – 7 meses después de guerra de guerrilla y combates contra los invasores) vuelve a esperarla Mansilla con nuevas baterías aportadas por Rosas. Otra vez un combate, otra vez “una victoria” – el paso fue forzado – con ingentes pérdidas.
 
Desde allí los almirantes resuelven encerrarse en Montevideo; transitar el Paraná es muy peligroso y muy costoso.
 
Se deshace el proyecto de independizar la Mesopotamia (gestionado por los interventores en el tratado de Alcarás porque Urquiza ya no se sintió seguro. Se deshace la intervención.
 
Poco después – 13 de julio de 1846 – Samuel Tomás Hood, con plenos poderes de Inglaterra y Francia, presenta humildemente ante Rosas el “más honorable retiro posible de la intervención conjunta”. Que Rosas lo haría pagar en jugoso precio de laureles.
 
Consecuencias de la Guerra:
 
El Brigadier Juan Manuel de Rosas, defiende la Soberanía Nacional ante la ambición desmedida de los Gobiernos de Gran Bretaña, de Francia y del Imperio de Brasil.
 
Se opone e impide con las fuerzas que dispone, que las potencias realicen la “libre navegación” de los ríos interiores de la Confederación Argentina. Que las Grandes Naciones no puedan comerciar libremente con las Provincias Mesopotámicas, sin pagar impuestos ni hacer Aduana.
 
Hasta Caseros, la Confederación Argentina, no reconoció la Independencia del Uruguay y del Paraguay, la incorporación de las Misiones Orientales al Imperio del Brasil y la anexión del Brasil de grandes extensiones de territorio del Norte de Uruguay. ( ex -Misiones Jesuíticas gobernadas desde Buenos Aires antes y durante el Virreinato del Río de la Plata – “Los 30 Pueblos Jesuitas” - )
 
Finaliza el proyecto “secreto” de independizar la Mesopotamia (gestionado por los interventores de Francia e Inglaterra en el “Tratado de Alcarás”, y firmado entre Urquiza y las Provincias mesopotámicas con acuerdo con los Jefes unitarios exiliados en el Uruguay y Brasil.)
 
- El fin del Bloqueo Naval de Francia e Inglaterra a los puertos argentinos.
 
- Devolver la Flota Argentina capturada.
 
- Devolver la Isla Martín García.
 
- Saludar la Bandera Argentina con 21 cañonazos, por parte de cada una de las Flotas intervinientes.
 
- Reconocer la Soberanía Argentina y la NO navegación de los ríos interiores.
 
Es el momento del máximo poder interno y de la admiración de los pueblos de América y de Europa, hacia el Brigadier General don Juan Manuel de Rosas.
 
Por eso el 20 de noviembre, aniversario del combate de Obligado, es para los argentinos el Día de la Soberanía
 
Los enfrentamientos de la Confederación Argentina en la Prensa Foránea
 
La lucha de una pequeña nación frente a dos potencias no es un acontecimiento que pase inadvertido para la prensa internacional del momento. Inglaterra y Francia no se venían con chiquitas. No dudaban implantar su dominación política, territorial y económica.
 
Antes de la Batalla
 
El 5 de agosto de 1845, dice “The New York Sun” de Estados Unidos: “…nos es grato ver al gobierno argentino firme en su determinación en defender la integridad de la unión. La rebelión del Uruguay fue puesta en pie por la Francia, con la esperanza de obtener dominio en aquel país o de extender los dominios del príncipe de Joinville, hermano político del emperador del Brasil. La sumisión a esa vil alianza de Guizot, sería la señal de una repartición de la República Argentina entre las potencias. Pero nuestra confianza en el general Rosas y su administración, no nos deja qué temer a este respecto”. 4
 
El 7 de septiembre de 1845, el estadounidense “New York Herald” manifiesta: “…Esta injusta intervención revela el deseo de introducirse en el hemisferio occidental y mantenerse en actitud de aprovechar cualquier punto débil que les quede expuesto… el general Rosas se le opone enérgicamente… La gran lucha entre el antiguo régimen y la joven democracia, está próximo a estallar…” 5
 
En el Brasil, el diario “El Grito del Amazonas” del 9 de agosto de 1845 observa: “¡nos llamaran rosistas! ¡Somos americanos! Todo el Río de la Plata y sus tributarios sólo por un milagro dejarán de ser surcados por los galos británicos. Vosotros, argentinos, acabad con honor. No retrocedáis delante de los que, amenazándoos hoy con bombardeos porque os suponen débiles, se olvidan de las humillaciones de Whitelocke y del tratado de Mackau”. 6
 
El 19 de agosto de 1845, “O Brasil” de Río de Janeiro exclamó: “…El cañón europeo va a decidir en el Río de la Plata los más caros intereses de Sur América. Y a las barbas del Brasil van dos potencias extranjeras a establecer el principio de la intervención armada en desavenencias que no les conciernen…”. 7
 
También, el brasileño “O Sentinella da Monarchia” del 20 de agosto de 1845, apoya a nuestros valientes: “¡Ea! ¡Honor a los héroes que no se amedrentan con las bravatas del león! Su causa es justa y sagrada. Dios la ha de proteger, y después de Dios, el valor de los corazones libres” 8
 
“El Tiempo” de Santiago de Chile, del 15 de agosto de 1845, vocifera: “…La degradación de los pueblos americanos, los unos respecto de los otros y de todos respecto de Europa: tal es el resultado que producirá la intervención europea en los negocios internacionales de América…. una reprobación unánime debe desacreditarla y trabar su ejercicio”. 9
 
Después de la Batalla
 
El 20 de noviembre de 1845,” La Gazeta Mercantil” informa:”…El territorio argentino ha sido atacado por las fuerzas anglo-francesas sobre las márgenes del Paraná. La poderosa artillería de las escuadras combinadas ha destruido en ocho horas consecutivas de vivo fuego, nuestras baterías servidas por artilleros y soldados improvisados cuyo valor heroico no han podido abatir los invasores a pesar de la inmensa ventaja de sus fuerzas… La sangre que tan copiosamente ha corrido es responsabilidad enteramente de los ministros de Inglaterra y Francia… Que vaya a ellos, este anatema de la justicia y la humanidad…”. 10
 
Dice Jorge O. Sulé que “otros medios periodísticos se agregaron a la protesta: Saldías en su ‘Historia de la Confederación Argentina’ los exhuma a todos: entre otros se encuentran el ‘The Salem Register’ y ‘The Advertiser’, ambos de Estados Unidos y hasta en la misma ciudad de Londres se registra una severa crítica a la intervención armada en ‘The Morning Chronicle’”. 11
 
En Estados Unidos de Norteamérica el “The Journal of Commerce”, de Nueva York, en su edición del 27 de noviembre de 1845 y en una nota editorial, después de denunciar la provocación intervencionista de Defaudis y Ouseley (Francia e Inglaterra respectivamente) en el Río de la Plata, pronosticó que no triunfarían porque “…como Inglaterra lo sabe desde 1807 y 1808, la Argentina es inconquistable, mucho menos ahora que la dirige el hombre más firme y resuelto que produjo la América del sur…” . 12 Asimismo, la misma publicación resalta: “No somos panegiristas del gobernador Rosas, pero deseamos que nuestros compatriotas conozcan su verdadero carácter, como lo describen Ridgley, Morris y Turner y todo ciudadanos de los Estados Unidos que haya visitado Buenos Aires. Verdaderamente él es un gran hombre y en sus manos ese país es la segunda república de América” 13
 
El 13 de diciembre de 1845, el “O Brado de Amazonas” de Río de Janeiro enuncia: “Triunfe la Confederación Argentina o acabe con honor, Rosas a pesar del epíteto de déspota con que lo difaman, será reputado en la posteridad como el único jefe americano del sur que ha resistido intrépido las violencias y agresiones de las dos naciones más poderosas del viejo mundo”. 14
 
Cuatro días después, “O Sentinella da Monarchia”, también del Brasil, consigna: “Sean cuales fueran las faltas de este hombre extraordinario, nadie ve en el sino al ilustre defensor de la causa americana, el grande hombre de América, sea que triunfe o que sucumba…”.15
 
Es obvio que los unitarios exiliados en el Uruguay no apoyaron la defensa de la Confederación. En la misma línea, se ubican desde Chile: “El Mercurio” y “Crónica”, de Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento, respectivamente. 16 El apoyo a la Confederación es tal que el general Pinto, ex presidente de Chile, en carta al embajador argentino en Santiago le manifiesta: “Seguimos con el más profundo interés las aventuras de la guerra contra Buenos Aires, porque esperamos que tarde o temprano se aplicarán a todos los Estados de América los mismos principios que ha invocado la intervención para crearse gobiernos esclavos que pongan al país a merced de Inglaterra y Francia. Así es que todos los chilenos nos avergonzamos que haya en Chile dos periódicos que defiendan la legalidad de la traición a su país y Usted sabe quiénes son sus redactores”. 17
 
Posteriormente, un Alberdi más nacional destacó: “Hoy, más que nunca, el que ha nacido en el hermoso país situado entre la Cordillera de los Andes y el Río de la Plata, tiene derecho a exclamar con orgullo: soy argentino. Rosas no es un simple tirano a mis ojos. Si en su mano hay una vara sangrienta de fierro, también veo en su cabeza la escarapela de Belgrano”. 18 Y un Sarmiento, aún europeísta, reconoce que a Rosas “debe la República Argentina en estos últimos años haber llenado de su nombre, de sus luchas y de la discusión de sus intereses el mundo civilizado y puéstola más en contacto con Europa”. 19
 
Fuentes:
 
José María Rosa
 
Pacho O’Donnell
 
 
Sulé O. Jorge. Las repercusiones internacionales de la batalla de Obligado. Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas. Nro. 44. Buenos Aires. 1996. p. 54.
 
5. Ibid. p.54.
 
6. Ibid. p.55.
 
7. Ibid. p.55.
 
8. Ibid. p.55.
 
9. Ibid. p.55.
 
10. Ibid. p.55.
 
11.Ibid. p.55.
 
12. Ibid.p.56.
 
13.Ezcurra Medrano Alberto. La Vuelta de Obligado. Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas. Nro. 41. Buenos Aires. 1995. p.107.
 
14.Sulé O. Jorge. Op. cit.p.56.
 
15.Ibid. p.56.
 
16.Ibid. p.56.
 
17.Ezcurra Medrano Alberto. Op.cit. p. 107.
 
18.Ibid. p.108.
 
19. Ibid. 108.
 
 

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