martes, 4 de enero de 2011

Por sobre todas las cosas, Nestor era un militante politico de Alicia Kirchner

Por sobre todas las cosas, Nestor era un militante politico

Alicia Kirchner 2011

Néstor fue siempre un transgresor. En la vida y en la política. En cada uno de sus actos. Y lo fue hasta para no avisarnos que se iba. No era una actitud forzada. Formaba parte de su personalidad. Pensaba que actuar linealmente era como ponerle un corsé a la realidad. Había que transformarla y para eso había que hacer política desde la militancia. Siempre fue un militante. Y aunque el pueblo le haya destinado el lugar de estadista en la historia, estoy absolutamente segura que lo que más le apasionaba era ser militante. Militar la política con mística; militar la construcción de un modelo de país nacional y popular; militar la resistencia, la defensa de los derechos humanos, civiles y sociales; militar la Justicia Social, entendida como el derecho de los que menos tienen. Militar sin lugar a la tibieza. Por eso decía que “no van a pasar a la historia los que más especulan sino los que más se jueguen, los que más golpes reciban van a ser los que tengan el apoyo de la voluntad y la valentía del pueblo argentino. Su defensa de los derechos humanos individuales no fue una pose de un “progresismo setentista”. La democracia formal recuperada en 1983 fue siempre chantajeada y por momentos logró alinear a sectores que le fueron adictos. Comenzamos con el juicio a las Juntas Militares, pero luego caímos en la obediencia debida y el punto final. Fue Néstor Kirchner quien se jugó ideológica y políticamente, para que los delitos cometidos durante la larga noche de la dictadura de la Seguridad Nacional, fueran considerados de lesa humanidad, tal como lo establece la doctrina en el mundo. Le abrió los caminos a la Justicia, para que fueran juzgados, bajo las reglas de la democracia, aquellos que no tuvieron reglas humanas a la hora de condenar a la muerte y la desaparición forzada, a miles y miles de argentinos y argentinas. La democracia entonces sí comenzó a saldar la deuda de los derechos humanos y, paralelamente, comenzamos a saldar la deuda social como un imperativo de los derechos colectivos.

Esa concepción de la política lo acompañó hasta el final. Lo decía en público permanentemente. Ser un ciudadano común con responsabilidades superiores, significaba un deber ser y un compromiso de sangre caliente. Para algunos, su forma de ser, de vestir, de expresarse, de comportarse, no resultaba propio de su investidura. Son los que siempre prefieren ver lo exterior, lo superficial, lo correcto, lo pacato. El Néstor del pueblo era su interior, que lo desbordó humanamente. No le importaba la crítica superficial que todo lo banaliza. Le gustaba más apretar manos, fundirse en abrazos sinceros, escuchar a la gente con sus problemas, para acudir siempre con las respuestas. Se regocijaba cuando le decían pingüino, porque le representaba como una marca registrada patagónica.

Y no fue casual que eligiera en una Feria del Libro para leer un poema de Joaquín Enrique Areta, expresando “quisiera que me recuerden… por haber hecho caminos; por haber marcado un rumbo”. Porque encajaba en el empuje que ponía a cada respuesta, a cada decisión política. Quisieron confundir al pueblo, tildándolo de “chirolita”, sin conocer su responsabilidad inquebrantable. Nadie que conociera a Néstor siquiera un poco, podría suponer que era manejable. Salvo por sus ideas y por sus convicciones. El país entero lo vio y vivió marcando rumbos desde el año 2003, pero nuestra Santa Cruz natal, lo tuvo antes abriendo caminos, como intendente de Río Gallegos primero y luego como gobernador. Los que estuvimos a su lado siempre trabajábamos en nuevos proyectos, en nuevas acciones; aportando para transformar la realidad. Podíamos estar analizando un proyecto de envergadura, pero no dudaba en llamarme para decirme, Alicia, hay una familia con problemas; hay un chiquito al que hay que ayudar; hay una emergencia climática y la gente necesita de nosotros. La cuestión social, para Néstor era la gente, el pueblo, los que menos tienen, los que necesitan ascender. Hizo carne la afirmación de Eva Perón en el sentido de que “donde hay una necesidad, existe un derecho”. Por eso cuando a poco iniciar nuestra gestión le dije que tenía las manos atadas para las pensiones no contributivas, que sólo se gestionaban cuando había una baja, me respondió sin dudar, “Alicia, para los derechos no hay techo”. En eso no había medias tintas. No lo permitía tampoco para sus colaboradores inmediatos. No dudaba en llamar él mismo a algún funcionario que no estuviera en su puesto cuando se lo necesitaba. Su compañera de toda la vida lo significaba cabalmente, porque la militancia política peronista siempre estuvo en la resistencia, al afirmar que Néstor, “supo pasar de esa resistencia - lo más importante - a la construcción de un país diferente”.

Política económica o economía política

He escuchado y leído afirmaciones en el sentido de que Néstor era el verdadero ministro de Economía en las sombras. Lo han dicho peyorativamente hasta cuando era presidente. Y lo criticaban con razón los poderosos. Porque siempre concibieron a la economía escindida de la política y por encima de la política. En democracia, cada vez que iba a asumir un presidente, el interrogante mediático habitual, siempre fue “quién será el ministro de Economía”. Hasta hacían lobby para imponer un candidato, que satisficiera sus intereses corporativos. No interesaba tanto el presidente, sino el ministro de Economía. Con él hacían negocios y negociados. Desde adentro y también desde algunos organismos internacionales o consultoras. No se hablaba de la decisión política del presidente en la economía del país, sino del programa económico del nuevo ministro de Economía. Y con Néstor la cosa fue distinta. Tuvieron que reconocer que sabía de economía, pero puesta al servicio de la política. Importaba la “política económica”, pero mucho más importaba la “economía política”, la que impacta más fuertemente en el pueblo. Y en eso era intransigente.

Tomaba decisiones audaces, como desendeudar al país, sacarnos del Fondo Monetario Internacional, nacido de los acuerdos de Bretton Woods, en 1944. Perón lo habría estado aplaudiendo. Jamás quiso que el país ingresara a ese organismo internacional, mucho más de especulación financiera y de sostén de la división internacional del trabajo, conformada a la hechura de las potencias, que a potenciar el desarrollo y la cooperación entre los pueblos. La Argentina ingresó al FMI de la mano de una dictadura militar y fue una democracia peronista la que volvió las cosas a su cauce natural. Vivamos con lo nuestro nos decía, cuando desde las corporaciones mediáticas aseguraban que nos aislábamos del mundo civilizado, que dejábamos de existir. Hoy nos miran con otros ojos. Y no por hacedores de un milagro, que no existen en política, sino por la decisión de un hombre que nunca ocultó ni subordinó sus convicciones.

A Néstor le exigieron todo. Dejaron el país en llamas y se lo puso al hombro. Hizo lo mismo que con la familia. Porque no tenía dos caras o dos formas de actuar en la vida. Nos animaba a diario a empezar como si fuera el primer día, porque estaba convencido de que a las urgencias de un país devastado, había que responderles con fuerza, con tesón. No estuvieron los 100 días de gracia que todo gobierno tiene al iniciar su camino. Desde el vamos nos dijeron que éramos un gobierno de transición. Buscaron siempre esmerilar una gestión que no les convenía a los intereses de las corporaciones; y lo siguen haciendo ahora con Cristina.


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