martes, 14 de diciembre de 2010

COMO HACER PRESENTE AL ESTADO Por Demetrio Iramain

COMO HACER PRESENTE AL ESTADO Por Demetrio Iramain

de Luis Bejarano, el Martes, 14 de diciembre de 2010 a las 8:49
Soldati: Policía para quien la precisa

La posición adoptada por el macrismo, fue el regreso brutal de eso que nunca se fue del escenario político: la lucha de clases. 

No está el Estado, dicen. Para la rancia derecha, el Estado sólo es la policía y sus fuerzas de seguridad. Si se reprime, se desaloja, se allana, se prueba solucionar a los tiros los conflictos sociales más angustiantes, el Estado está. Los derechos humanos, sólo para los niños por nacer, en obvia alusión a los prejuicios y preocupaciones eclesiásticas.El Liniers, en junio pasado, Macri ya había anunciado cómo debía hacerse presente el Estado en la ciudad. Una madrugada, sin ángeles, bajo un frío descomunal, el alcalde envió a la Metropolitana a tener su bautismo de fuego. La fuerza debutó con los feriantes que venden barato a la salida de la estación del ex ferrocarril Sarmiento, sobre Rivadavia. Hubo presos, lastimados, embarazadas golpeadas, puesteros en la ruina por los metropolicías que les quitaron sus mercaderías para vender. Pero muertos no. A la Metropolitana le faltaba un estreno. Si una fuerza del orden no provoca sangre, por acción u omisión, no vale. Macri le habla a un segmento cautivo del electorado porteño, que ronda el 30 por ciento, y que encuentra en las villas el tacho donde mandar a guardar sus miedos, el laboratorio de sus fracasos. Esos porteños “bien”, habitué de los restó palermitanos, votantes de las opciones más fashion, odian al villero, y trasnochan viendo Policías en acción, gozando como un voyeaur en vacaciones con el show de la violencia made in miseria.Existe un jueguito aún más siniestro: el del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. La bipolaridad de su regente sí es muy grave. Los chicos y chicas PRO que han capturado para sí las estructuras del Estado capitalino, se burlan permanentemente del segmento poblacional más frágil de la ciudad. Mientras Macri, a la salida de su tercera luna de miel, ofrece ligeramente títulos de propiedad a los habitantes de las villas, y anuncia al mismo instante que adelantará las elecciones si no le votan el presupuesto (un presupuesto que después no ejecuta, imperdonablemente, especialmente el destinado a educación, vivienda y políticas sociales), su flamante policía primero deja hacer en el Parque Indoamericano, y después reprime. Montenegro: el más macho de los machos.¿Se acuerdan cuando en enero de 2008 las Madres tomaron la Catedral para presionar al flamante Gobierno PRO, porque el síndico Macri retenía los fondos girados por el Estado nacional a Buenos Aires, y que financiaban los proyectos de construcción de viviendas que ellas gestionaban en Villa Soldati y Ciudad Oculta? El Estado como un mero administrador de los recursos públicos; otro mito Pro.Al tiempo que se quiere reelegir en la Ciudad, Macri critica la permisividad de la normativa migratoria en vigencia. El ingenieri quisiera una Ley de Residencia, que devolviera a sus países de origen a los pobladores indeseables, no ya por portadores de una ideología foránea (como fue en 1902), sino por no portar nada, y sólo cargar con su pobreza a cuestas. La carencia, su cruz. Para apagar el fuego que provoca su política de continuo abandono, el fan de Queen tira a las brasas el solvente de su discurso xenófobo. Resultado: los pobres se cascotean entre ellos mientras la tele transmite los partidos. Los matones, en su salsa. Empezó Boca; Crónica anuncia el nuevo muerto en el entretiempo.¿Y qué dice la izquierda? Se excita porque falta poco para el 20 de diciembre, y en 2011, que ya comienza, se cumplirán diez años de aquella rebelión popular. Elucubra, entonces, que si Macri no quiere dar respuesta al problema de las villas, entonces hay que tirarlo abajo todo, también lo que están haciendo las Madres. “Basta para mí, basta para todos”, parece ser la ecuación sobre la cual estructura sus mezquinas especulaciones políticas la izquierda. Criticar lo que no se hace, y criticar más si se hace por fuera de sus ceñidas organizaciones. Cuanto peor, mejor. Ferreyra, los Qom, los muertos en Soldati: el combo represivo K. Qué triste es ver las bellas banderas rojas de hoces y martillos enredadas en los manejos de la derecha más hostil. Qué paradójico: el 8 de septiembre de este año, la Presidenta Cristina había anunciado un anteproyecto de ley sobre planificación territorial, tendiente a fijar políticas para incentivar el desarrollo de comunidades en su lugar de origen. Vivía Néstor Kirchner todavía. Un verdadero plan de progreso endógeno, integral, equilibrado, para que la gente que deambula tras la zanahoria del trabajo mejor remunerado ya no tuviera que dejar su comunidad de origen, su estar en el mundo, sus referencias sociales y culturales, para encontrarlo. Para los medios, sin embargo, eso no es noticia. Un nuevo plan estatal que busque solucionar problemas medulares de la estructura social del país, no vende. Ni trabaja la parte más reaccionaria del argentino medio, condición indispensable para volver inviable cualquier proyecto de transformación. Se trata de un toma y daca con los intendentes; caja con los gobernadores; clientelismo ruin, sugestionaron. Lo que pasó en Soldati, lo que pasa en Lugano, la intención desestabilizadora que opera por detrás; la posición adoptada por el macrismo, que viró del desprecio a los sectores más vulnerables a la vulgar xenofobia; la discusión subyacente sobre el rol del Estado, regresaron de manera brutal eso que nunca se fue del escenario político, también en el de la ciudad cenicienta del país: la lucha de clases. Pocas veces apareció tan nítida la disputa de estos años: el proyecto del gobierno central y el otro del macrismo, expresión a su vez de aquella confrontación de clases: un gobierno para los más excluidos, frente a otro cuyos interlocutores privilegiados son los poderosos de antaño. Entre un pobre y un pobre-pobre, la derecha que Macri sintetiza optará por el que esté más arriba en la pirámide social. Un poquito al menos. Así será siempre.  Hace siete años que el gobierno enuncia otro modo de entender el conflicto social. Venía cabalgando sobre la rebelión que empezó antes de 2001, pero que en aquel 20 de diciembre alcanzó su punto de hervor. El kirchnerismo configura un proyecto político, social y cultural, cambiante y dinámico, en disputa y tensión, pero que intenta superar histórica y dialécticamente ese esquema perverso que organizó el paradigma vigente por las clases pudientes. Y que venía imponiéndose. Las muertes y enfrentamientos en la zona sur de la capital son un intento desesperado por retrasarlo todo una década. 

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