sábado, 4 de febrero de 2012

Cumbre de Bruselas, todo perdido y el honor también.

wmorris
Escrito por William Phillip Morris
Paul S. Page, investigador y doctor en economía de la Universidad de California, nos decía hace un mes que “hay un problema de crisis de deuda, que es la contracara de esta hegemonía que ha alcanzado la dimensión financiera. El capitalismo contemporáneo tiene su eje en la especulación. Ha habido un crecimiento del mundo del dinero desproporcionado respecto a la economía real, y esa masa de dinero opera en circuitos financieros. Esto se ha convertido en la fuente de ganancia del sistema y ha penetrado en las políticas públicas”. Agrega Page que “los Estados se comportan respondiendo a las expectativas de los mercados. Están pagando el precio de haber contribuido a crear ese monstruo con la desregulación financiera, luego con el salvataje a los bancos en el 2008, y actualmente intentan recuperar la confianza de los mercados a través de las políticas de ajuste”. Nada de esto ha cambiado, y es más, la política de contracción fiscal fue eje de la reunión cumbre de la Unión Europea el lunes pasado en Bruselas. Los líderes europeos se encontraron, al llegar a Bélgica, con una huelga general, la mayor desde 1993. Esto los obligó a desplazarse en helicóptero y utilizar bases militares. Este encuentro se realizó en un contexto donde la situación social de Europa es cada vez más dramática. Se estima que el desempleo en el continente llegó a 23 millones de personas. El impacto se da mayormente en los jóvenes. En los menores de 25 años, la tasa de desempleo en España es de 49,5%, en Grecia, 46,6%, en Eslovaquia, 35,1%, en Portugal, 30,7%, en Italia, 30% y en Irlanda, 29,3%. Hay una generación a la que se le propone mirar el fututo con creciente temor. ¿Qué se discutió en Bruselas? Se aprobó la llamada “Regla de Oro” para controlar el déficit. Consiste en que las constituciones nacionales de cada uno de los estados deben incluir el compromiso de no incurrir en déficits superiores al 0,5%. Esto implica apurar un brutal ajuste de las cuentas públicas durante este año. Además, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea verificará su implementación, y podrá imponer multas de hasta el 0,1% del PIB al país infractor. Prácticamente un reglamento carcelario, que coarta las libertades, y socaba la democracia. Se cumplió con el tratamiento y aprobación del Mecanismo Europeo de Estabilización (MEDE), como fondo de rescate a las economías más endeudadas. Este entrará en vigencia en julio. En este punto, existe una preocupación por parte de algunos economistas en Estados Unidos, por el rol que hasta ahora ha desempeñado el Banco Central Europeo (BCE) en la tarea de prestar auxilios financieros. Dean Barker, director del Center for Economic and Policy Research, de Washington, enfoca su mayor inquietud en la deuda de Grecia, España, Italia y Portugal. Cree que la contracción fiscal impuesta como condición para acceder a los fondos de rescate debilita la demanda interna de estas economías, y se constituye en un factor principal en el agravamiento de la crisis. En contraposición, reclama que la Reserva Federal salga a comprar bonos de deuda de países europeos, en lo que significa una clara y contundente crítica al BCE que, sometido a las directivas de Alemania y Angela Merkel, se niega hasta el momento a aumentar su participación en esas operaciones. Algunos interpretan que esa posición de Merkel tiene como objetivo presionar a sus socios, como lo hizo en Bruselas, para que acepten el Pacto Fiscal, y luego recién liberar los desembolsos de ayuda financiera, veremos qué pasa. Como de costumbre, la posición del Reino Unido constituyo un capítulo aparte. En diciembre del año pasado, ya se había desmarcado de los acuerdos logrados entonces, y el último lunes, en Bruselas, volvió a hacerlo. Cameron, primer ministro británico, se mueve entre el aislacionismo, típicamente insular de los británicos y la integración. Argumentó que “vigilaremos muy de cerca la aplicación del nuevo tratado y actuaremos legalmente si interfiere en nuestros intereses”. Nos habíamos detenido en este punto en diciembre (ver: “El método Merkozy y la germanización de Europa”), cuando argumentábamos que las objeciones británicas se debían a que los tratados firmados determinaban que las operaciones financieras denominadas en euros se realizarían sólo en los mercados continentales. Actualmente más de la mitad de estas operaciones se realizan en Londres y la aplicación de la medida comunitaria supone pérdidas multimillonarias para la City. Por otro lado, Grecia está siendo humillada, se le exige que su presupuesto sea supervisado por el Consejo Europeo. Esta nueva condición complicó la renegociación y quita de deuda que el gobierno griego está llevando adelante. El Presidente del Parlamento Europeo, Martin Schultz, apoya la propuesta y sostiene que “Grecia debe aceptar que los que ponen el dinero participen en las decisiones de cómo se gasta”. A esto se le suma las palabras del Ministro de Economía de Alemania, Philipp Roesler, que pidió a Grecia entregar el control de su política presupuestaria a las instituciones exteriores. Los acreedores no confían en el gobierno griego e intentan calmar sus ansiedades mediante la quiebra de los últimos vestigios de la soberanía helena. Luego de la cumbre en Bruselas las bolsas del mundo moderaron sus pérdidas, dando una especie de alivio al mercado financiero. Europa parece solo defender una pretendida estabilidad, pero no ofrece incentivos para el crecimiento y el empleo. La Organización Internacional del Trabajo, mediante su publicación “Tendencias mundiales del empleo 2012”, argumenta que el 90% del gasto púbico se ha dedicado en la primera etapa de la crisis al rescate de los bancos, pero el sector financiero sigue estando en situación de riesgo, y no se encuentra dispuesto para la concesión de préstamos para la economía real. Es interesante la posición de Paul Krugman, que sostiene que “cualquier economista, o de hecho, cualquier estudiante universitario que hubiese leído el libro de texto Economía, de Paul Samuelson, podría haber dicho que la austeridad frente a una depresión era una idea muy mala. Pero los que elaboran las políticas decidieron olvidar lo que solían saber. Y millones de trabajadores están pagando el precio de su amnesia deliberada”. El liderazgo de Alemania frente a la crisis europea está incrementando fuertes rencores, no solo entre los gobernantes, sino también entre los pueblos.Timothy Garton Ash, catedrático de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, nos dice: “Existen enormes resentimientos entre unas naciones y otras: los griegos contra los alemanes y los alemanes contra los griegos, los europeos del norte contra los del sur, los británicos contra casi todos y casi todos contra los británicos. Existe una crisis general de confianza en el proyecto de unidad europeo. Y existe un escepticismo e incluso cinismo generalizado sobre los políticos, tanto nacionales como europeos”. Las medidas pergeñadas como respuesta a la crisis han generado para los países de Europa un efecto de pérdida en cascada de soberanía, tanto monetaria, financiera, económica, y ahora, a partir de Bruselas, también presupuestaria. Y sus consecuencias se observan con mayor evidencia en sus eslabones más débiles.
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